Opinión > Analisis / Nelson Fernández

Donald Trump, la política de la rabia y Tabaré Vázquez

Lecciones del voto en EEUU y brexit, y las demandas sociales en Uruguay
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13 de noviembre de 2016 a las 05:00
Lo único seguro es que no hay nada seguro. Las afirmaciones contundentes terminan por ser un ejercicio de alto riesgo.

Ahora que Trump ganó la postulación presidencial por el Partido Republicano, Hillary Clinton tiene el camino despejado hacia la Casa Blanca, se decía en mayo.

No es posible que los británicos voten para irse de la Unión Europea, se afirmaba antes del referéndum del 23 de junio.

El Sí gana seguro decían en Colombia sobre el plebiscito del acuerdo de paz con las FARC.
Llegamos a fin de año con esas "certezas" hechas añicos, y con un dólar que no está ni cerca de los 37 pesos como se había proyectado, sino que anda por los 28 pesos.
Antes todo parecía más previsible y más sencillo.

Pero los cambios tecnológicos tuvieron su lógico impacto en la economía, que produjo un cambio abrupto en la sociedad y en las relaciones sociales, que desacomodó a la política (y al vínculo de los dirigentes políticos con los ciudadanos), y que impacta en el diseño de políticas económicas, en las previsiones de las empresas y en el resultado de la expresión popular en las urnas.

Es un desafío para el gobierno uruguayo, como lo es para todos los gobiernos. Ya no alcanza con hacer las cosas más o menos bien, y beneficiarse de tendencias externas favorables para que al país y a la gente le vaya bien. Como todo es más complejo, la exigencia por más profesionalismo en el diseño y ejecución de políticas va en aumento.

El mundo es más complejo que antes. Nunca fue sencillo lograr desarrollo económico en serio, pero ahora es más difícil. Y hay más riesgos potenciales por una sociedad más permeable a "las cosas locas".

La globalización ha generado movimientos de rechazo con discursos y consignas del tipo de hinchada de fútbol, que replican "rabia", una indignación atada a deseos de venganza, que se expresan en hacer daño a otro, para que ese comparta su bronca.
Algunos grupos financieros internacionales han advertido a sus clientes sobre los riesgos de este nuevo escenario mundial.

El Bank of America Merrill Lynch divulgó un reporte en el que subraya los riesgos que genera la respuesta de gobiernos a ciertas demandas sociales, con expresiones proteccionistas y de expansión fiscal, con riesgos inflacionarios.

Barclays publicó un estudio titulado La política de la rabia, en el que identifica causas y consecuencias.

Entre las causas, distingue las que son de profundidad, como la globalización económica y la política, la tecnología y los movimientos migratorios, que alimentan un rasgo cultural, en el que se pierde el vínculo entre líderes y masas, y hay una crisis de representatividad.

Sobre causas coyunturales, el banco menciona un freno al crecimiento, desigualdad entre ingresos familiares, pérdida de confianza en gobernantes y rupturas en los vínculos sociales.
Añade factores coadyuvantes como la evolución demográfica, episodios de crisis financieras, la situación de los refugiados y el terrorismo.

Y luego identifica consecuencias conflictivas, como los movimientos antiglobalización, la pérdida de confianza política y social, y la afectación al voto moderado, al voto de centro.
En efecto, la respuesta de una parte de la sociedad es "la rabia". Ira que se expresa en manifestaciones que escapan a las estructuras políticas convencionales, o en insultos en redes sociales y pasión por el escrache o el acoso a cualquiera.

Para ese banco, el brexit y el voto a Trump expresan esos sentimientos de la era de la "política de la ira".

El mundo cambió y las demandas de la gente a los gobiernos son mucho más exigentes que antes, y con reclamo a la inmediatez.

Los gobiernos no pueden correr detrás de las demandas sin identificar prioridades.
El gobierno de Tabaré Vázquez lleva 622 días de gestión, poco más de un año y medio. Y aunque tiene mucho tiempo por delante, eso se sabe que se va rápido. En cambio, lo que parece lenta es la ejecución de las políticas. Y de eso se habla en el núcleo del Ejecutivo.
Pero cuesta que avance.

El gobierno tiene demandas concretas en la economía (por empleo) y el país precisa mejorar su infraestructura; en educación y en seguridad pública.

No está claro si tiene razón el Ministerio de Transporte y Obras Públicas (MTOP), la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) o el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF). Uruguay precisa el shock de infraestructura anunciado y deben encontrar un acuerdo interno para que las obras se hagan ya.

No está claro si el problema es que los jueces son blandos, o son demasiado exigentes en cuanto a pruebas, o si la policía no aporta elementos suficientes, o si los fiscales no están acordes a las circunstancias; que haya acuerdo para dar las mejores herramientas legales y que la persecución al delito se haga con eficacia.

No está claro por qué demora tanto la construcción de una cárcel; pero que se encuentre la forma de que los reclusos cumplan su pena de privación de libertad, pero para intentar su rehabilitación y no para que salgan con rencor acumulado y con un "posgrado" en formas de delinquir.

No está claro si la responsabilidad es del Codicen de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), o de los gremios Ademu o Fenapes. Basta de siglas; que se hagan las reformas necesarias para mejorar la educación ya.

Hay una convulsión mundial; hay tendencias generales de la "política de la rabia", hay mayores dificultades para las relaciones internacionales, y hay demandas concretas y persistentes de la sociedad.

Todo eso está en la mesa del presidente Tabaré Vázquez para analizar entre el fin de un año y el inicio del otro, y adoptar medidas correctivas en el verano.

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