Mi impresión acerca de la actitud proactiva de los integrantes de la cadena ovina no es nueva y se parece mucho a la resiliencia, es decir, la posibilidad de transformar un fracaso en una oportunidad. En este caso, el partido del rubro ovino se está jugando en toda la cancha: en la investigación, donde la genética logra avances en el afinamiento de la lana y en la producción de carne; en el campo, donde los productores disponen de paquetes tecnológicos de manejo moderno; en la industria, con un cordero pesado que es premium en los mercados más exigentes; y en los escritorios, con el apoyo del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), y de otras instituciones, como el Secretariado Uruguayo de la Lana (SUL).
El viernes pasado, en San Carlos, pudimos comprobar que pese a las limitaciones –propias y ajenas– los productores, los técnicos, los empresarios y los dirigentes del sector están dispuestos a levantar las restricciones. Sabemos que es más fácil responder de forma positiva en el papel que en la práctica, pero el ambiente en la jornada de lanzamiento de la nueva zafra de esquilas fue auspicioso. Fue realista, sí. Pero con entusiasmo.
Cambiar, hacer los deberes, aumentar la productividad, combatir el robo de ovejas y adoptar nuevas tecnologías para mejorar fueron palabras que se escucharon.Inicio de sesión
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