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Dos recuerdos en un día de muertos ilustres

Carlos Gardel y el “Potro” Rodrigo murieron un día como hoy, en accidentes que les segaron su vida creativa
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23 de junio de 2011 a las 20:32

Por obra del recuerdo, de la imaginación o lisa y llanamente del mito, cada 24 de junio el avión trimotor Ford de la empresa SACO que llevaba a Carlos Gardel hacia Bogotá vuelve a carretear por el aeródromo Olaya Herrera de la ciudad colombiana de Medellín, vuelve a chocar contra el otro avión que estaba a un costado de la pista y las aeronaves vuelven a incendiarse. De alguna manera, Gardel sigue muriendo cada 24 de junio, junto a sus otros músicos, el más notorio de ellos Alfredo Le Pera.

Ese día de 1935, según contó en una entrevista posterior uno de los sobrevivientes de la tragedia, uno de los vidrios de las ventanillas del accidentado avión le cortó la garganta al gran cantor de tango, justamente el instrumento dorado que forjó su destino estelar.
A partir de ese día Gardel ingresó en la dimensión heroica de una voz grabada para siempre en discos de baja calidad para los estándares actuales pero que –incluso en esas condiciones técnicas primitivas– suena magnífica y ha producido ese dicho popular de una ucronía fabulosa: “Gardel cada día canta mejor”.

Una estatua montevideana lo recuerda parado a la intemperie en el Barrio Sur. Otra está sobre sus restos mortales, que descansan en el cementerio de La Chacarita, en Buenos Aires, donde cada día la gente le prende un cigarillo que se consume entre los dedos de bronce. El mito está intacto. La voz sigue viva.

Potro domado
Un mismo 24 de junio, pero de 2000, en la autopista entre La Plata y Buenos Aires, en un hecho quizás tan confuso como el accidente de Medellín, una camioneta 4x4 sufrió un terrible accidente. Un hombre de 27 años salió despedido por el impacto y su cuerpo quedó, cuan largo era, extendido sobre el asfalto. Era Rodrigo Bueno, el cantante de cuarteto cordobés, “El Potro”. En el mismo accidente murió el hijo del cómico Alberto Olmedo, Fernando. Las teorías conspirativas pusieron el dedo acusador sobre la figura de su rival de todas las horas, el también cordobés Juan Carlos “La Mona” Giménez, quien fue mucho más que un competidor. “La Mona” lo inició en la carrera artística, lo subió al escenario, pero luego el carisma de Rodrigo le hizo trepar hasta cumbres nunca antes alcanzadas por un cuartetero. De hecho, la popularidad de Rodrigo produjo que la academia se ocupara musicológicamente del género. Incluso en el programa La cornisa, de Luis Majul, cuando entrevistó a Rodrigo, se analizaron las raíces de la polca polaca del cuarteto y su fusión con otros géneros.

Hoy las canciones del “Potro” Rodrigo entraron en esa categoría híbrida entre la nostalgia y la alegría endeleble a pesar del paso del tiempo, que en un casamiento o cualquier otro tipo de fiesta eleva la energía bailable y provoca que el cuerpo cansado vuelva a su esplendor en la pista. Comparte con Gilda ese destino trágico y su apelación como santo milagroso en un santuario. Mucho menos visibles por estos lares, el gran pintor mexicano Rufino Tamayo y Pete Quiafe, bajista del grupo inglés The Kinks, también fallecieron un 24 de junio, pero de 1991 y de 2007, respectivamente.

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