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El antihéroe que necesitamos

El thriller tecnológico Mr. Robot sorprendió a la televisión estadounidense con una narración paranoica y sinuosa, una fotografía inesperada y un personaje principal desequilibrado; es la nueva serie a ver
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04 de octubre de 2015 a las 05:00
El silencio de un fondo negro se rompe. Una voz atonal, consciente de que está siendo escuchada, saluda al intruso. "Hola, amigo", dice, aunque pronto se retracta. "¿'Hola, amigo'? Eso es patético. Quizá tendría que darte un nombre. Pero eso es un callejón sin salida. Solo estás en mi cabeza. Tenemos que recordar eso".

A medida que el narrador habla, la paranoia se asienta. Existen algunos hombres poderosos, explica la voz, el 1% dentro del 1%, encargados de llevar adelante un complot de dimensiones desconocidas. Señores de traje que pretenden ser Dios y, en su juego, rastrean las amenazas, las desestabilizaciones. Él, Elliot, el de la voz atonal, es una de ellas. Y una grande.

Desde el inicio, incluso antes de que su personaje principal aparezca en pantalla, la serie estadounidense Mr. Robot instala una desconfianza, una tensión que la recorrerá de principio a fin. Con solo una temporada transmitida y otra anunciada el mismo día de su estreno, el programa del novel Sam Esmail se convirtió en el gran éxito del verano norteamericano, hijo de USA, una cadena televisiva desconocida para Latinoamérica y con pocos nombres destacados en su haber.

Con un espíritu antiestablishment en su centro, Mr. Robot se configura al servicio de la narración de Elliot (Rami Malek). El personaje principal es un programador inestable que trabaja en una compañía de seguridad cibernética y, en su tiempo libre, se convierte en el hacker vigilante de Nueva York. No obstante, sus motivaciones no se limitan a la justicia social, a delatar a pedófilos, adúlteros y dealers, sino que nacen de una ansiedad social que le impide interactuar con los demás sin la mediación de una PC.

Una vez que se evidencian las habilidades de Elliot, la posibilidad de trascender esas pequeñas denuncias se presenta casi instantáneamente de la mano del misterioso Mr. Robot (Christian Slater), un hacker igual de brillante y aún más desequilibrado que él. Con la invitación a participar de una comunidad de hackers, Mr. Robot le brinda a Elliot la oportunidad de lograr un cambio mayor y derribar a aquellos grandes empresarios, los multimillonarios detrás de una corporación malvada.

El contenido y la forma

Con la premisa expuesta, cabe el riesgo de que Mr. Robot sea considerado como otro thriller irreal sobre hackers, u otra serie plagada de teorías conspirativas y enemigos de poder indestructible. Sin embargo, el programa propone mucho más.

Narrada desde la perspectiva de Elliot y su recurrente interpelación al público (aquel "amigo" al que refiere en el principio), Mr. Robot brinda una mirada íntima a la psiquis de su personaje principal tan fascinante como preocupante.

Ese acercamiento permite que el espectador se sume a la elucubración, que sea partícipe de las suspicacias y las teorías conspirativas de Elliot. A la vez, su paranoia incesante, sus diálogos con ese "amigo" imaginario y sus constantes cuestionamientos a su propia sanidad mental lo convierten en un narrador poco fiable, más propio del cine que de la televisión. La intriga, entonces, no nace solo de saber cómo termina la historia, sino de descubrir qué de lo que se ve y se oye es verdad. Qué es realidad y qué es subjetividad pura.

Elliot, utilizando técnicas inmorales para lograr un bien mayor, adquiere el atractivo de otros antihéroes como Travis Bickle, de Taxi Driver, a quien también lo une el uso profuso de monólogos internos. Sin embargo, el titular de Mr. Robot se distingue de los demás de su tipo por su inusitada fragilidad: en este caso, es un hombre marginado, atormentado por su pasado, adicto a una morfina que lo esclaviza e incapaz de demostrar sus emociones ante los demás.

La complejidad interna del personaje logra transmitirse a través de la rígida templanza de Malek, que, como electrocutado, interpreta a Elliot con la sutileza de quien ha aprendido a refrenarse, embotellarse, solo soltándose en momentos de soledad y necesidad.

Entre un elenco diverso en género, raza y orientación sexual, también reluce el mismo Mr. Robot, interpretado por un anárquico e impredecible Slater que renace con la misma locura que siempre lo caracterizó.

En términos narrativos, y sin ánimos de revelar elementos fundamentales de la trama ni citar referencias que den pistas excesivas, cabe destacar el juego distorsivo de Esmail y su equipo de escritores, que dan vuelcos al guión sin nunca marcar rutas forzadas. Ubicada en el Nueva York contemporáneo, la serie a veces cita elementos de nuestra realidad, que, no obstante, no impiden que la historia siga pareciendo una distopía de dimensiones orwellianas.

La fotografía de Mr. Robot también perpetúa la intención rupturista del guión, violando códigos estandarizados de composición y encuadre. En vez de ubicar a los personajes que dialogan en uno de los costados del cuadro, mirando al aire que los aleja de sus interlocutores, Mr. Robot utiliza el recurso opuesto.

Los rostros, casi marginados en una esquina, se pegan al borde y miran hacia él, dejando que el espacio libre a su alrededor hable tanto como ellos mismos. Dejando que revele que todos, de tan hiperconectados, no pueden evitar sentirse solos.

Estreno

Mr. Robot se estrena esta noche a las 22 horas en la pantalla del canal de cable Space, y se emitirá cada lunes en ese mismo horario.

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