El Frente Amplio y Vázquez: un presente difícil y un futuro incierto

Esa relación supo de seducciones, de necesidades y de reproches mutuos
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30 de noviembre de 2015 a las 05:00
Para el Frente Amplio, Tabaré Vázquez ha sido, antes que nada, una necesidad. Lo necesitaron para llegar por primera vez a la intendencia de Montevideo en 1989, para alcanzar el gobierno nacional en 2004 y para ganar la elección de 2014 cuando la izquierda padecía la falta de candidatos presidenciales de peso.
Por tanto, cualquiera podría pensar que los frenteamplistas no deberían quejarse por los servicios prestados por el oncólogo. Y sin embargo se quejan.

Porque Vázquez, en alianza con el manejo económico de Danilo Astori, también ha desairado a la mayoría de la izquierda en asuntos nada menores para esa fuerza política.
A veces Vázquez parece representar los intereses de la gente que vive en los barrios periféricos como su Teja natal; en otras aparece reunido con la crema del empresariado y no oculta su predilección por los consejos del presidente de Cutcsa, Juan Salgado.

En ocasiones apela a la orgánica del Frente Amplio para salir del paso en temas sensibles y, en otras, es la fuerza de izquierda la que lo increpa por una actitud que consideran distante.
Vázquez ha dicho que el Frente Amplio es una fuerza de centroizquierda –seduciendo así a los moderados- y también prometió que su gobierno daría "un giro a la izquierda"-esperanzando a los más radicales.

La verdad es que Vázquez consulta poco; pero también es cierto que el FA ya no lo quiere dejar jugar tan suelto como hace unos años. Sin ir más lejos, está pendiente un encuentro reclamado por la Mesa Política de la coalición para plantearle sus reparos con la escasa coordinación entre el partido y el Poder Ejecutivo.

Porque ahora a Vázquez se lo precisa para gobernar pero ya no para ser futuro candidato –tiene 75 años- como lo fue desde su exitoso lanzamiento a la política en 1989.
A partir de allí Vázquez construyó poder y el Frente lo dejó hacer. Como intendente de Montevideo tuvo su primer enfrentamiento con la fuerza que lo llevó al poder cuando desalojó por la fuerza a los vendedores ambulantes que vendían sus mercancías fuera de la legalidad. Pero la protesta de los sectores agrupados en el Movimiento de Participación Popular (MPP) duró casi nada. Vázquez siguió con su gestión y no dudó en destituir, por presuntas irregularidades, a directores comunales vinculados con el PCU y el PVP. Como respuesta desde la fuerza política hubo alguna aislada protesta individual sin mayor repercusión.

Para las elecciones de 1994 Vázquez ya era el candidato natural de la izquierda y diagramó la estrategia del denominado Encuentro Progresista, lema con el que buscó sumar votos en un paraguas electoral mayor al del FA.

Por entonces, los sectores tradicionales de la izquierda se opusieron ante lo que, consideraron, amenazaba con diluir su carácter de movimiento antioligárquico.
Vázquez amagó con declinar su candidatura, las críticas se acallaron y el oncólogo siguió adelante con la operación política.

Los 90

Con Vázquez a la cabeza, en las elecciones de 1994 el Frente Amplio perdió por unos cuantos miles de votos pero se consolidó como la fuerza que ponía en riesgo la hegemonía de blancos y colorados.Llegado 1996 los partidos tradicionales impulsaron una reforma electoral con la clara intensión de retardar la llega de la izquierda al poder. Vázquez y la mayoría del Frente Amplio se opusieron. Sólo el entonces presidente del FA, Líber Seregni –junto a Danilo Astori- apoyó la iniciativa que, finalmente, resultaría triunfante. Como resultado, Seregni debió renunciar en 1996 a la presidencia de la coalición y Vázquez se quedó con el cargo.

Desde allí, Vázquez amenazó con irse para su casa un par de veces cuando sus compañeros discreparon con algunas de sus ideas (lo hizo, por ejemplo, en 2002 para lograr apoyos para impulsar un referéndum contra la ley que permitía asociar ANCAP con privados).
En 2004 el FA llegó al poder de la mano de Vázquez quien se blindó con un gabinete conformado por integrantes de casi todos los grupos de la coalición. Las cosas marcharon sin mayores dificultades hasta que Vázquez eligió vetar la ley de despenalización del aborto que representaba una inquietud histórica de la izquierda.

Con la llegada del mediático José Mujica, Vázquez pasó a un segundo plano. Pero en la cabeza de la dirigencia frenteamplista hacía tiempo que se había instalado la idea de que, para ganar el gobierno por tercera vez, iban a necesitar otra vez los servicios del hombre nacido en La Teja y mudado a El Prado.

Es así que, ya promediando el 2012, comenzó el peregrinaje por la calle Buschental para pedirle que, una vez más, fuera candidato. E incluso le ofrecieron un programa de gobierno a su medida sin giros tributarios.

Ya no es lo mismo

La historia reciente es más conocida. Vázquez ganó pero sus primeros días de gobierno estuvieron signados por una alta conflictividad interna.
Sobre la diferencia entre la relación que tenía Vázquez con el Frente Amplio en el 2004 y la que tiene en estos días, el politólogo Oscar Botinelli escribió en agosto pasado en El Observador que, diez años atrás, la izquierda sentía que aquella primera experiencia debía cuidarse como si fuera una pieza de cristal que podía quebrarse ante cualquier error.

Diez años después, en el error o en el acierto, los dirigentes frenteamplistas creen que "la pieza ya no es de cristal sino de acero y por tanto no hay riesgo de que se rompa ni se resquebraje y hay mayor libertad para juegos varios", escribió Botinelli. Esos juegos incluyen desacatos parlamentarios a lo que el Poder Ejecutivo previó en el Presupuesto, protestas fortísimas ante el decreto de esencialidad en la enseñanza, y un abrumador rechazo al solo amague de negociar dentro del TISA (Tratado Internacional de Servicios).

Por estas horas, buena parte de la izquierda se lamentó por el triunfo del "neoliberal" Mauricio Macri en Argentina. Vázquez, lejos de criticar al empresario devenido en político, dijo que el mandatario electo tiene "propuestas interesantes desde un punto de vista progresista".

Al parecer, las diferencias entre Vázquez y la fuerza que lo llevó al poder no han pasado en vano. Por lo pronto, la popularidad del presidente ha caído, según las encuestas, por debajo del 30%. Por eso, el futuro del FA se parece más a aquel delicado cristal a punto de romperse que a una pieza de acero a prueba de fracasos.

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