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El horror desde mi sillón

"Beasts of no nation", la primera incursión de Netflix al mundo cinematográfico,es dolorosamente recomendable
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17 de octubre de 2015 a las 05:00

No hay cola para adquirir la entrada, ni fila para comprar el pop o la antesala de publicidades y avances que preceden a la película. Ver un estreno de cine en Netflix es más simple. Basta con un par de clics y unos segundos de espera mientras se carga el título para que los créditos de apertura aparezcan en la pantalla.

La plataforma de streaming, que ha incursionado con éxito en la creación de series de televisión como House of cards y Orange is the new black, ahora se adentró en la distribución de filmes a los que presenta como sus "películas originales". Su primer intento, Beasts of no nation, es un puntapié doloroso pero muy recomendable.

Se trata del nuevo largometraje de Cary Joji Fukunaga, quien en 2014 ganó varios seguidores gracias a su trabajo como director y director de fotografía de la primera temporada de la serie True Detective. El cineasta fue galardonado con un premio Emmy por su labor detrás de cámaras. Cuando se conoció que no estaría involucrado en la segunda temporada de la serie antológica de HBO, el lamento fue unánime. Pero hoy, esa decisión parece haber sido la más acertada.

Mientras que la segunda parte de True Detective ha sido catalogada como una decepción, Beasts of no nation (que se vio por primera vez en el Festival de Cine de Venecia en setiembre) no ha parado de recibir halagos a tal punto que ya se la rumorea como candidata a nominaciones en los Oscar.

La primera película original

No es extraño que Netflix haya decidido colaborar con Fukunaga para su primer película pos True Detective. Hoy es uno de los directores más codiciados en la industria. Es notorio, sin embargo, que la empresa haya elegido a este filme como su primera "película original", dado que fácilmente será catalogada como una obra "dura" no digerible para todo el público.

Con un guión original del propio Fukunaga, Beasts of no nation es un relato protagonizado por Agu (Abraham Attah, en su primer trabajo como actor), un niño integrante de un grupo de jóvenes rebeldes de una nación ficticia al Oeste de África. Liderados por un comandante carismático interpretado por el británico Idris Elba, los pequeños y no tan pequeños viven entre la selva y los pueblos sometidos bajo una lucha armada y muy sangrienta que enfrenta a revolucionarios con militares que se proponen derribar el régimen de un gobierno corrupto.

El filme llegó ayer a algunos cines de Estados Unidos y a los televisores y computadoras en el mundo que cuenten con Netflix. Esta opción de estreno es interesante no solo por el cambio que significará para el modelo de producción actual de la industria audiovisual, sino porque denota la confianza que la compañía tiene en el poder de esta película. Y sí que lo tiene.

Entre violencia y belleza

En el cine uno está socialmente obligado a prestar atención. No hay otra luz más que la de la pantalla. El volumen del equipo de sonido está encargado de completar esa inmersión del espectador en la narración. En el hogar, cualquier objeto cotidiano puede atentar contra la experiencia ininterrumpida de la película. Sin embargo, desde su primeras escenas, Beasts of no nation hace que sea muy difícil apartar la mirada.

La historia de Agu es una historia de violencia. Física y psicológica. Hay disparos, sangre, asesinatos y violaciones. Pero lo más violento de la vida del personaje de Attah no son los momentos más gráficos, sino la espiral a la que Fukunaga lo empuja para que su inocencia se pierda sin oportunidad de redención alguna. No es revelador adelantar que, desde las primeras instantáneas de la vida de Agu –donde se lo ve jugando y cantando con sus amigos, molestando a su hermano mayor o cenando con su familia– un aire a caos se avecina desde la selva, para pronto dejarlo a merced de un mundo al que debe adaptarse si quiere vivir.

En el centro de ello se encuentra el Comandante de Elba. Además de Attah, el inglés es la otra fuerza actoral de Beasts of no nation. Con una presencia física imponente (potenciada por estar rodeado de decenas de niños soldados imberbes), un par de ojos cargados con una mezcla por igual de cansancio y sed de sangre, y una serie prolongada de discursos de motivación espiritual y militar, el Comandante representa un terror que es imposible no dejar de admirar. Pese a que la motivación del personaje se dispare de razones tan banales como el dinero y el poder, Elba hace de su monstruo un ser cinematográficamente rico y no estaría mal reconocerle este trabajo con alguna estatuilla.

Cary Joji Fukunaga
El director Cary Joji Fukunaga junto al actor Idris Elba
El director Cary Joji Fukunaga junto al actor Idris Elba

Por su parte, Fukunaga está muy lejos de los pantanos oníricos del sur estadounidense que poblaban True Detective y por los que fue tan aplaudido. En Beasts of no nation, su selva es un paisaje caluroso, eterno y por momentos sumamente hermoso. No parece un escenario construido para cine, sino la ambientación de un documental. La convivencia de Agu, el Comandante y el resto de los integrantes del grupo de rebeldes varía entre escenas de acción de adrenalina pura a momentos más sensibles de camadería amigable, pese a la brutalidad de todo el contexto.

La aversión que produce ver a un grupo de niños matando sin piedad con armas de calibre pesado hará que varios piensen en las escenas más crudas de Ciudad de dios. Pero mientras el filme brasilero administraba cuotas de liviandad con el funk y la alegría inherente que emana Brasil, hay poca cosa para celebrar en este cuento africano. Aunque sea desde la comodidad del sillón y desde una lejanía kilométrica de una realidad como la que atraviesa un niño con una historia similar a la de Agu, Fukunaga logra que desde la pantalla chica Beasts of no nation trasmita emociones muy grandes. Por eso se merece un aplauso de pie frente al televisor.

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