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El modelo para psiquiátricos que no crece por falta de inversión

En el país funcionan cuatro casas "de medio camino" que albergan a pacientes con el objetivo de facilitar su ingreso a la sociedad
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27 de abril de 2015 a las 20:30

"¡A martillar, vamos que son diez y media pasadas!”, grita Selva Tabeira, auxiliar de enfermería del hospital Vilardebó desde hace 16 años. A su llamado, un grupo de hombres toma las herramientas y comienza a trabajar en la remodelación de una casa antigua del barrio Reducto. Todos son pacientes del hospital, internados por orden judicial luego de que su patología psiquiátrica quedara en evidencia al cometer un homicidio.

Estos hombres trabajan en conjunto, aislando y decorando las paredes de la casa con pallets de madera o hileras de vasos de plástico de colores. A todos los motiva un objetivo común: la posibilidad de salir del hospital psiquiátrico y obtener un nuevo estilo de vida. Desde hace siete meses, Tabeira trabaja con los internos en el reacondicionamiento de una “casa de medio camino” para pacientes que ya obtuvieron el alta médica y están a la espera de la judicial. Según la auxiliar, se trata de la primera experiencia mundial para pacientes judiciales. “Si el sistema priva de libertad a una persona que está enferma y no le damos nada, lo devolvemos peor de lo que entró”, dijo a El Observador. La auxiliar explicó que la iniciativa surgió luego de que notara que los pacientes eran dados de alta sin ningún tipo de preparación, tras vivir años detrás de las rejas en las salas de seguridad máxima e intermedia. Con esta casa se busca crear una instancia en la cual preparar a los pacientes para su encuentro con el mundo exterior y así garantizar una mejor calidad de vida y evitar el reingreso al hospital.

En Etchepare también
Cada año cerca de 40 personas ingresan a la Colonia Etchepare. En los últimos seis años solo 70 personas recibieron el alta definitiva para dejarla. El resto forma parte del grupo de 452 personas que al día de hoy viven en el hospital psiquiátrico, según dijo el director de la institución, Osvaldo Do Campo, durante una entrevista en El Observador TV.

Dado que la recuperación lleva años, la colonia se convierte en residencia permanente para algunas personas con trastornos mentales y enfermedades psiquiátricas, así como también internos que llegan por orden judicial. Y teniendo en cuenta que algunos de esos pacientes tendrían posibilidades de mejorar su situación si estuvieran alojados en un lugar adecuado a sus patologías, tanto las autoridades de la colonia como las de Salud Pública defienden la implementación de alternativas que permitan descongestionar las colonias y favorezcan el mejor desarrollo del paciente. Entre las opciones que se manejan, la más enunciadas son las casas de medio camino.

El modelo ideal
Estas casas están pensadas como un modelo de salud y no de enfermedad. Funcionan como residenciales para grupos de entre 8 y 12 pacientes con el objetivo de brindarles una asistencia personalizada y preparación para el reingreso a la sociedad.

La idea no es nueva ya que existe en el país desde hace, al menos, seis años. Al día de hoy existen cuatro casas de este tipo: dos en Montevideo, una en Lavalleja y otra en Treinta y Tres, inaugurada el año pasado. Funcionan bajo la órbita del Ministerio de Desarrollo Social (Mides), en convenio con el Ministerio de Salud Pública (MSP) a través de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE). Mientras que el ministerio se ocupa de contratar al personal para tareas de limpieza y obtener el apoyo económico, ASSE aporta la atención médica y psiquiátrica, informó a El Observador el director de Salud Mental de ASSE, Horacio Porciúncula.

Las casas albergan a aquellos pacientes que están cercanos a recibir el alta médica y los que hayan obtenido el alta pero no tengan un lugar donde ir. El objetivo es que en estos hogares se fortalezca y prepare a los pacientes en su etapa final de recuperación antes de reencontrarse con la realidad exterior. Para Do Campo, “las casas de medio camino son vitales para evitar que la gente llegue a las colonias”. El director opinó que deben estar a disposición de los pacientes más jóvenes y con menos años de enfermedad, para que su patología pueda ser detectada y tratada a tiempo.

Aunque es el modelo de mejor calidad también es el más costoso, según Porciúncula. Instalar una de estas casas no solo implica la construcción o remodelación de la vivienda, sino también la compra de materiales médicos, la formación de personas capacitadas para cuidar de los pacientes y la manutención diaria del hogar.

La reacción de la sociedad también es una de las resistencias, ya que “la fantasía del loco como peligroso, irracional y violento les pasa a todos por la cabeza” .

El final de las camas calesita
Una investigación realizada por estudiantes de Sociología y Psicología de la Universidad de la República con apoyo de la Comisión Sectorial de Investigación Científica (CSIC) en 2009, reveló que 50% de los internos del Vilardebó son pacientes judiciales, entre los que hay criminales pero también personas con consumo problemático de sustancias u otras causas.
La auxiliar del Vilardebó consideró que si siguen ingresando pacientes judiciales sin una solución de egreso “va a llegar un momento en que se van a terminar las camas calesita. Va a estar todo paciente de internación prolongada y no va a haber para internar pacientes agudos”.

A pesar de que los judiciales no deben cumplir una condena sino culminar un tratamiento, el fin de la estadía es determinado por el juez a cargo del caso. Para Tabeira, el sistema presenta una falla en este sentido, ya que el paciente puede recibir el alta médica a los tres meses de haberse internado pero vivir entre 8 o 15 años en condiciones insalubres a la espera del alta judicial.

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