Hay pocas personas que, con menos de 30 años de edad, no requieran presentación. Se trata de individuos cuyos nombres o rostros ocupan un sitial de privilegio en el imaginario colectivo.
Para toda una generación, el actor inglés Daniel Radcliffe, de 26 años, es uno de los mejores ejemplos, aunque sus finas facciones siempre se encuentren asociadas a otra identidad, la de un niño con cicatriz de rayo que, por arte de magia, lo llevó a la fama.
Protagonista de una de las sagas cinematográficas más populares de los últimos años, Radcliffe pasó la primera década de su carrera como el joven mago Harry Potter. Hace solo cuatro años ha tenido la posibilidad de explorar nuevos roles que, ya sean cercanos o lejanos al universo de la fantasía, logren romper el hechizo.
El último intento viene de la mano del mítico Frankenstein, aunque la imagen de Radcliffe no corresponderá al doctor ni al monstruo. Con Víctor Frankenstein, ahora en las salas de cine uruguayas, el actor inglés buscará reescribir la historia y rescatar al personaje secundario de Igor, llevándolo de la oscuridad del asistente al protagonismo del aliado.
Sus inicios con Harry Potter y su actualidad con Víctor Frankenstein son parte de una trayectoria marcada por la literatura. Hijo de una agente de casting y un agente literario, la unión entre la pantalla y los libros nunca le fue ajena.
Tras ingresar a la actuación a través del grupo de teatro de su colegio, el primer papel llegó a través de la pluma del inglés Charles Dickens, en una adaptación televisiva de David Copperfield (1999). El pasaje al cine llegó poco después, con El sastre de Panamá (2001) y le siguió la victoria por encima de otros 40 mil niños que pretendían, como él, calarse los redondos lentes del hechicero.
En los diez años de la saga que comenzó en 2001, la emancipación de la figura de Potter fue lenta pero segura. En un mismo año, Radcliffe protagonizó el drama de pasaje a la adultez Un verano para toda la vida (2007) y llegó al teatro con Equus (2007-2009), una obra polémica en la que debía fumar sin parar y realizar un desnudo.
Aunque no reniega del personaje que le dio notoriedad, la separación de las obras de J. K. Rowling en 2011 fue sucedida por un aluvión de obras teatrales y películas que, aunque orientadas a demostrar el rango del actor, jamás alcanzaron el éxito comercial de Harry Potter ni ganaron por completo el beneplácito de la crítica.
No obstante, con un valor neto de US$ 100 millones, Radcliffe dispone de la libertad para desmarcar sus elecciones de las necesidades económicas. Así, proyectos como El diario de un joven doctor (2012-2013) y Amores asesinos (2013), también vinculados a lo literario, forman parte de un repertorio que aún no parece conseguir los personajes necesarios para desprenderse de sus orígenes.
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