Después de décadas de gestión displicente y de cerrar los ojos a claudicaciones graves, el sexto período consecutivo del Frente Amplio en el gobierno de Montevideo enfrenta al intendente Daniel Martínez a un duro despertar a la realidad. Cabe reconocerle su abierta admisión de las carencias que sus predecesores ocultaban, en una situación que el intendente describió como “espantosa” en el caso de la basura. Su pesadilla es producto de los errores y de los $ 700 millones de déficit anual que le dejó su predecesora Ana Olivera. Pero el sinceramiento público es solo un primer paso en la compleja responsabilidad de arbitrar soluciones. Al tope de la lista de prioridades está la basura.
Para el tránsito, el otro gran problema que castiga a la ciudad, se han anunciado algunas medidas correctas aunque muy parciales, facilitadas por el acuerdo con el líder de la Concertación, Edgardo Novick, para que sus ediles respalden en forma gradual el endeudamiento propuesto por Martínez para empezar a salir a flote. Parte del crédito inicial por US$ 92 millones acordado con Novick será destinado a la basura, con la construcción de una planta de reclasificación de residuos. Pero es apenas la punta del iceberg en un tema con muchos ángulos que se requiere enderezar.
Aunque parezca de Ripley, no hay camiones suficientes para recoger los residuos acumulados en los 11 mil contenedores que existen en la ciudad. Los recurrentes paros del sindicato municipal Adeom acumularon al cierre del año nuevos basurales en torno a contenedores colmados. La amenaza de una emergencia sanitaria en la ciudad lo obligó a recurrir al Ejército, pese a ser tantas veces denostado desde la izquierda por gastados resabios de la época dictatorial. Además de 2.000 soldados que siguen ayudando a víctimas de las inundaciones en varios departamentos, como hacen año tras año, muchos cientos más se ocuparon de recoger los residuos desparramados por las calles. Las demandas salariales del sindicato, por otra parte, llevarían algunos salarios a unos $ 180 mil mensuales, cifra que no guarda relación alguna con la situación del país ni con los ingresos de la mayoría de los trabajadores ni con la productividad de los funcionarios. Y nada se anuncia sobre esa vergüenza urbana y social que son los carritos de hurgadores.
El gran desafío de Martínez es arbitrar financiación para empezar a hacer lo que las intendencias anteriores omitieron al centrarse en temas menos apremiantes, en comprar tranquilidad cediendo a los constantes reclamos sindicales y en embarcarse en costosas obras mal planificadas, como el fracasado corredor Garzón de Olivera. Un camino es la posible expansión del endeudamiento a través del Fondo Capital, cuyo uso será controlado por una comisión con mayoría opositora para asegurar que el gasto en obras sea eficaz y sin desvíos.
Pero como no es suficiente, Martínez ha anunciado una reducción de hasta 30% en las redundantes horas extras que cobraban funcionarios que apenas trabajan cuatro o seis horas diarias. Anticipó también ahorros en otras áreas, como parte del indispensable aumento de una disponibilidad financiera. Si tiene éxito en poner orden y eficiencia donde hoy escasea, Martínez se convertirá en el primer intendente en décadas en justificar la pesada carga tributaria que pagan los montevideanos y que no puede aumentar porque ya es excesiva, al representar un desembolso de los residentes a cambio de servicios que, como ocurre con la basura, no reciben.
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