Río de Janeiro es una ciudad de contrastes que se notan a simple vista, algo que también se pudo ver el pasado viernes cuando se realizó la espectacular ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos 2016. Mientras miles optaron por entrar al mítico estadio Maracaná para apreciar la majestuosidad y el virtuosismo de la gala de apertura, otros turistas fueron más osados.
Gracias a la cercanía entre la favela Magueira y el lugar del estadio -alrededor de un kilómetro y medio-, los visitantes más valientes podían pagar dos dólares para subir en la parte trasera de una moto a la cima de la favela y 300 dólares más para obtener acceso a una de las vistas más espectaculares de los fuegos artificiales durante la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos desde la azotea de alguna de las humildes propiedades del lugar.
También los habitantes de la favela aprovecharon su ubicación estratégica para ver el espectáculo que, irónicamente, fue orquestado por Fernando Meirelles, el mismo que dirigió la película Ciudad de Dios, que muestra la violencia generada por las drogas y la delincuencia en una favela de Brasil.
Uno de los habitantes de Mangueira, un brasileño de 58 años llamado Mario Renato Xavier Damasceno, disfrutó del momento pero manifestó el sentimiento agridulce que tenía en ese momento. "Sentimos que (la ceremonia) es tanto un disfrute como una razón de tristeza porque cuando esto se termine la misma tristeza va a continuar", dijo al medio americano USA Today.
Por otra parte, de acuerdo con el medio RT, el fotógrafo ruso Andrej Isakovic fue uno de los valientes que se animó a subir a la favela de Magueira. El hombre, que fue a la ciudad para trabajar tomando fotos en los juegos por la agencia AFP, tenía el contacto de una familia local que le permitió tomar unas fotos que ya se convirtieron en sensación. "Es la primera vez que visito Brasil, llegué hace cinco días para cubrir los Juegos Olímpicos", explicó y añadió: "durante el mundial de fútbol otro compañero había estado allí y guardaba el contacto con una de las familias, así que me los presentó para ver si podía trabajar desde su terraza".
Al principio la intención del fotógrafo era simplemente tener una mejor vista de los impresionantes fuegos artificiales que salían del Maracaná. "En la favela volví a ver algo que te llama la atención desde el principio, esa diferencia entre las zonas ricas y las pobres", declaró Isakovic en conversación con la revista Verne de El País.
"Además de muchos medios de comunicación había mucha gente siguiendo la retransmisión por la tele, asomados a los balcones, cantando y tocando música, niños jugando al fútbol... La verdad que había un ambiente muy agradable, sobre todo cuando el equipo de Brasil entró en el estadio y se escuchó una especie de grito colectivo de ánimo", expresó.
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