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Gilmore Girls a través de los años

La serie de culto vuelve con cuatro nuevos capítulos en Netflix; este es un repaso de su historia
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25 de noviembre de 2016 a las 05:00
Para la audiencia uruguaya de los años 2000, Gilmore Girls era una de esas series clásicas del canal de cable Warner Channel. De esas que pasaban en horario central y luego repetían millones de veces durante el día. Para las adolescentes del 2000, además de todo esto, Gilmore Girls era (y más ahora, nueve años después de su final) una serie de culto. Esto fue por varias razones: dos personajes femeninos protagónicos, madre e hija (Lorelai y Rory Gilmore) que mantenían una relación idílica y casi utópica, navegando entre ambiciones profesionales e intereses románticos; Stars Hollow, un pueblo chico repleto de personajes estrafalarios pero entrañables; un diálogo vertiginoso, avivado por peligrosas ingestas de cafeína e infinitas referencias a la cultura pop.

Gilmore Girls duró siete temporadas y finalizó abruptamente en 2007, luego de una temporada donde la creadora Amy Sherman-Palladino no participó por problemas con el canal, dejando a la serie sin su matriarca. Aunque ciertamente mantuvo su alma, una caída del rating y problemas salariales hicieron que la serie no fuera renovada.

Durante todos estos años y las sucesivas repeticiones hicieron que se ganara un lugar especial en el corazón de sus fanáticos, especialmente aquellos que acompañaron a Rory durante su pasaje por el colegio privado hasta la universidad, aquellos que incluso compartían su vocación de periodista, su afición por la lectura o seguían de cerca sus romances.

La muestra de esto es que, nueve años después, Netflix decidió revivir la serie, en forma de cuatro capítulos de hora y media basados en las estaciones del año y con Lorelai, Rory y todos sus personajes originales viviendo sus vidas en Stars Hollow casi 10 años después.

Pero antes de llegar a hoy, día en que Gilmore Girls: A Year in the Life hace su estreno en el servicio de streaming, repasar esas siete temporadas era un desafío.


El desafío

Ver los 153 capítulos de Gilmore Girls de 40 minutos cada uno–102 horas en total– demandó dejar de lado todo el resto de las series de las que se habló y están hablando todos. En un mundo donde rigen los spoilers, no vi las promocionadas Westworld o Narcos, ni siquiera Stranger Things. Los pocos ratos libres fueron dedicados a volver al pasado y revivir capítulos que vi hace más de 10 años, cuando todavía estaba en el liceo y la rutina permitía ver la tele al mediodía.

Dicho esto, es obligación aclarar que quien escribe se declara fan de la serie, aunque siguió el programa de cerca y no religiosamente. En la memoria quedó una trama con baches y grandes espacios en blanco. De allí la intención de someterse a una larguísima segunda visualización.

Las observaciones

Sherman-Palladino fue capaz de crear con su pluma un universo cerrado y rico, ambientado en un pueblo encantador aunque por momentos asfixiante, y con personajes cuyo golpe comédico nunca falla, y otros profundamente dañados y contradictorios.

Tanto sus protagonistas como sus secundarios –como Emily Gilmore, la madre de Lorelai o Luke Danes, su eterno candidato–, tienen ricos claroscuros que por momentos hacen que la audiencia los apoye y arengue, otros que se ponga definitivamente en su contra. En este sentido, la trama fue también capaz de despertar grandes fanatismos, sobre todo cuando se habla de los pretendientes de Rory. Hasta el día de hoy se mantiene la eterna discusión sobre con quién debería haber terminado. Los fanáticos se dividen (con hashtags incluídos) entre #TeamDean, #TeamJess y #TeamLogan, dependiendo al novio que apoye. Esta página, por ejemplo, se inclina hacia el último.

La calidez y el humor de Gilmore Girls, eso que la hizo una serie única, no fue afectado por el paso del tiempo (y esto podría ser considerado un logro para una serie que basa buena parte de sus guiños humorísticos en referencias culturales). Pero es la universalidad de su tópico central el que logra esto. Se trata de dos relaciones entre madre e hija: una excelente, comunicativa y amigable; y otra profundamente dañada y cuyo vínculo demanda trabajo y paciencia para ser mejorado. Ese es el corazón de la serie, y vaya si es uno grande y complicado.

Pero Gilmore Girls es también –y primero que nada– una historia de crecimientos intelectuales y ambiciones profesionales. Rory aspira a ser periodista y estudiar en Harvard; Lorelai, por su parte, tiene como objetivo abrir su propio Inn; pero es Paris Geller, amiga de Rory, el mayor arquetipo de esto: estudiante perfecta a toda costa, exigente hasta la obsesión y con un futuro como cirujana o jueza.
Es esta característica del guión de Sherman-Palladino que sin dudas hizo de las Gilmore modelos a seguir, en una televisión donde demasiadas veces el guión se basa únicamente en el romance. Hoy, con los ojos feministas más avispados, se disfruta de esto muchísimo más.

Con su simpatía, sus golpes al estómago emotivo y sus manifestaciones feministas de mujeres seguras e independientes, Gilmore Girls logró envejecer perfectamente – salvo por la moda: ahora duele a los ojos ver cómo nos vestíamos de esa manera–. Y tan bien envejeció que tiene ahora la capacidad de atrapar a nuevas audiencias al igual que series más nostalgiosas como Friends. Con la llegada de la nueva temporada y los 153 capítulos a disposición, no caben dudas de que lo hará.

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