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Grecia se suicida; volvé, Pericles

Grecia, como tantos países emergentes, ama creer que la deuda externa es algo que inventan los acreedores para frenar su desarrollo, esclavizarlos y evitar que se transformen en potencia
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08 de julio de 2015 a las 14:54

*Por Dardo Gasparré. Periodista, economista. Fue director del diario El Cronista de Buenos Aires y del Multimedios América

Grecia, como tantos países emergentes, ama creer que la deuda externa es algo que inventan los acreedores para frenar su desarrollo, esclavizarlos y evitar que se transformen en potencia.

Esa construcción se realiza después de tomar la deuda, nunca antes. Casi todas las deudas que se contraen son para pagar gastos corrientes, o intereses de deudas anteriores. Escasísimas veces para gastos de infraestructura.

Pareciera que a nadie se le ocurre pensar que con presupuestos balanceados, sin déficit, con un gasto estatal bajo, se evitará el endeudamiento. Los ciudadanos de estos países prefieren desentenderse del modo de financiamiento cuando envían su lista de necesidades infinitas al estado. Para eso están los gobernantes, ¿verdad?

Cuando Grecia entró en la Unión Europea (UE) y luego en la eurozona, adoptó una decisión salvadora. Para ello tomó una serie de compromisos. Se benefició así de un crédito que jamás habría merecido de otro modo, tanto por pertenecer a la UE como por endeudarse en moneda fuerte.

Desde ahí, se burló de todos. Sus presupuestos fueron disolutos, dionisíacos, y la deuda fue aumentando consecuentemente. Cuando la UE y el BCE advirtieron que los acuerdos de Maastricht se habían incumplido, (déficit, nivel de deuda) era tarde. El gobierno de centro derecha griego prometió entonces un ajuste, y a cambio recibió un salvataje importante para sus bancos, y para los bancos privados acreedores, que le habían prestado irresponsablemente.

Este salvamento, luego de varias etapas de rescate, terminó reemplazando (y salvando) a los bancos acreedores individuales por préstamos del FMI y el BCE, y los montos más importantes, por préstamos directos de Alemania, Francia, Italia y España, juntos con otros países de la eurozona, a tasas muy baratas.

El salvataje fue organizado por Goldman Sachs, que hoy es acusado de haber ayudado a Grecia a engañar a sus acreedores, tanto con la presentación de su situación, como con las promesas de cumplimiento y su seguimiento. Esto no sorprende si se analiza el comportamiento de este banco (y de sus exejecutivos trasplantados a la administración americana) en el penoso y delictivo salvataje a los bancos estadounidenses en 2008.

Por supuesto que la lectura del endeudamiento griego por nuestros ideólogos de entrecasa es que a la UE le convenía prestarle a Grecia para exportarle sus productos. Sugiero mirar las cifras o en su defecto darse una vuelta por el Peloponeso para desestimar esa idea. También de paso estudiar el profundo pensamiento geopolítico alemán, que no funciona en la misma frecuencia que nuestra mente truquera y mercosureña barata.

Grecia mintió y estafó a sus socios de la UE, rompió acuerdos de buena fe que son vitales en el mundo de la política y el comercio internacionales, dilapidó sistemáticamente el dinero que tomó en préstamo, incumplió todos sus acuerdos y terminó con una economía paralizada, virtualmente inexistente.

Eso obligó a una nueva intervención de la UE y el BCE, que, a cambio de volver a rescatar a sus bancos locales, con subsidios que pagó toda Europa, la obligó a un ajuste que dio muy buenos resultados que ya eran notorios al momento de la elección del izquierdismo populista de Syriza, en enero pasado.

Esta agrupación llega al poder gracias a una campaña del estilo de las que están en boga en Europa: "No al ajuste, sí al euro; que nos subsidie Alemania", podría resumirse. Por supuesto, la propuesta encontró eco popular inmediato, ya que era muy atractiva para los oídos grecolatinos.

El argumento técnico, del que se han hecho eco muchos economistas y expertos es el de que nada es peor que tratar de resolver una recesión con mas ajuste. Curiosamente, la recesión griega no se originó en el ajuste, sino en los excesos que terminaron por destruir el sistema de crédito interno y estallaron cuando el BCE se negó a seguir proveyendo euros a un país que, como un jugador empedernido, se gasta todo lo que tiene y luego pide más a los parientes.

Tsipras recurrió a una tautología para negociar ante la UE: "No puedo pedir ajustes al pueblo que me eligió justamente porque prometí no hacer ajustes". El argumento casi infantil precipitó el referéndum que es en varios sentidos una insensatez. Porque por una parte paraliza al propio primer ministro, que ahora no puede incumplirlo, y obliga a la UE a no ceder en su posición.

Si la UE, ante el voto mayoritario de Grecia, satisficiera su carta a los Reyes Magos, crearía un precedente fatal que abriría la puerta a todos los Podemos y otros secesionistas europeos. (Secesionistas en la parte de cumplir, no en la parte de recibir euros de regalo.)

Con el Oxi en sus manos, o en sus espaldas, Tsipras, ya sin el contrapeso de Varoufakis, su ministro playboy, va a negociar con la UE hoy por la tarde. No tiene mucho para negociar. La UE recibirá cualquier propuesta con otro Oxi, menos democrático pero más contundente.

Cualquier arreglo durará pocos días. El pueblo griego debe cambiar este NO por un sí, si quiere sobrevivir. Para ello, debe cambiar a Tsipras, y acaso a Syriza.

La democracia griega, de la que todos, incluso Grecia, hemos abrevado tan mal, sabía que el voto no podía cambiar los grandes postulados. Tales, Pitágoras, Euclides, dormían tranquilos. A nadie se le ocurriría decidir por sufragio que la suma de los ángulos interiores de un triángulo no era igual a dos rectos, o que la suma del cuadrado de los catetos en un triángulo rectángulo no era igual que el cuadrado de la hipotenusa. Por lo menos en la geometría euclidiana.

Ahora Grecia, con la ayuda de Krugman y otros predicadores de la irresponsabilidad monetaria, dice que sí: la suma de los ángulos interiores de un triángulo mide lo que cada uno quiera, el gasto público puede ser infinito, y la emisión genera actividad y empleo. Lástima que Merkel sigue confiando en Pitágoras.

Los bancos están cerrados esta semana. Se habla de un plan para confiscar al menos 30% de los depósitos bancarios. No alcanzaría. Grecia sin el subsidio de Europa, estalla y se diluye en el Egeo, como una deidad mitológica. La UE y el FMI saben que tienen que conceder una quita y extensión de plazos a un país inviable. Los gobernantes de la UE también tienen que responder a sus ciudadanos, cansados ya de la follie griega.

Por eso exigen previamente seriedad fiscal controlada por el BCE. No quieren seguir dándole plata al timbero empedernido, proceder que aconsejan no solo los economistas, sino los psiquiatras. El demagógico plan de jubilación de 2012 debe derogarse: es una bomba de tiempo con estallido a plazo fijo, un presente griego en toda la línea. El sistema jubilatorio debe rediseñarse totalmente. La UE seguramente comprará ahora bonos de los países más complicados para mostrar su apoyo, entro ellos Ucrania, que se beneficiará indirectamente de este caos, y por la necesidad de la OTAN de apoyarla frente a Rusia.

Los griegos ya defaultearon los pagos al FMI y la deuda que ahora repudian es una deuda de honor, contraída con países que le hicieron el favor de evitarles un default anterior.

Los que acarician la idea de emitir dracmas o lo que fuere, salirse del euro, acercarse a Rusia y otras variaciones, recuerdan a las sirenas de Odiseo. Mejor taparse los oídos para no escucharlas.

Grecia tiene que pasar a la adultez. El pueblo griego tiene que hacer honor a sus orígenes. Y a su palabra, de paso.

Por el momento se fue Varoufakis. El nuevo ministro de Economía se llama Euclides. ¿Toda una premonición de ortodoxia?

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