Hurtos y rapiñas son delitos de jóvenes, pero los narcos son adultos

El tráfico de estupefacientes, por ejemplo, es un delito con alta participación femenina en comparación con el resto. Si bien la mayoría de los narcotraficantes son hombres, este delito es la opción de solo 6% de los hombres delincuentes, mientras entre las mujeres supera el 20%. Ello ocurre porque las mujeres suelen ser quienes están a cargo de las bocas de pasta base o porque operan como mulas para transportar la droga.
Además, al graficar los procesamientos por narcotráfico, la curva evidencia que es un delito más de adultos que de jóvenes. La edad pico es a los 25 años y si bien la actividad desciende con la edad, la caída es progresiva.

La estafa escapa en absoluto a la curva tradicional, según el estudio de Vigna. En comparación con los otros dos delitos principales contra la propiedad (hurto y rapiña), este se inicia a edades más avanzadas (a los 30 años alcanza el máximo involucramiento) y la actividad delictiva persiste hasta pasados los 78 años. A los 50 años casi no hay delincuentes cometiendo hurto y rapiña, pero en la gráfica de la estafa esa edad aparece como uno de los picos de procesamientos.

La rapiña es, para ambos sexos, un delito juvenil que tiende a desaparecer a los 40. Con el hurto sucede algo similar, si bien el descenso de la actividad es mucho menos marcado en las mujeres.
Otra de las observaciones de la socióloga es que el hombre empieza a delinquir a los 18 y a los 30 suele ser procesado, mientras que la mujer se inicia a los 23 y marcha presa, en promedio, a los 34. La participación de las mujeres en el delito es minoritaria, advierte el estudio. En 2008, el año en que se registraron más procesamientos femeninos de todos los años analizados, las mujeres cometieron el 11% de los delitos. Igual, su involucramiento viene en aumento sostenido: en 1985 se procesó a 106 mujeres; en 2008, a 1.267.
Vigna también señala que, independientemente del sexo, el número de procesamientos registró un “notable aumento” en las últimas décadas. En 1985 hubo 2.921, en 1988 superaron los 6.000, y a partir de 2002 superan los 10 mil (salvo en 2005, que hubo un descenso por la aplicación de la ley de humanización de cárceles).

La especialista concluye que si bien la curva de edad clásica del delito se mantiene para el caso uruguayo, “no puede ser considerada, de modo alguno, como representando a los distintos tipos de inserciones delictivas existentes”, y “esconde tras de sí lo que ocurre con el comportamiento femenino, así como con otras modalidades menos frecuentes de delito”.
Al final, y sin mencionarlo explícitamente, la socióloga vincula los hallazgos al debate sobre la baja de la edad de inimputabilidad. “Este trabajo busca alertar sobre las explicaciones simplistas que vinculan de modo determinista la etapa vital de los individuos con una serie de comportamientos esperados, e intenta remarcar la necesidad de acercarse al estudio del fenómeno desde un enfoque que permita hacer visible su complejidad”.