Mundo > DESESPERACIÓN
Inglaterra o la muerte
Los migrantes que intentan cruzar desde Francia lo arriesgan todo
Tiempo de lectura: -'
31 de julio de 2015 a las 05:00
Ayer unos 300 migrantes que pretendían cruzar desde la ciudad francesa de Calais hacia Gran Bretaña fueron detenidas por los agentes, que se desplegaron en mayor número debido a los 2.500 intentos que se habían registrado los días anteriores. Pero en la villa portuaria francesa hay otros miles de personas que seguirán intentándolo, en su búsqueda desesperada por encontrar un futuro mejor.
Esta semana ocurrió una nueva muerte –la novena en dos meses- de un africano que se introdujo en el túnel subterráneo que comunica a Europa con Gran Bretaña. El hecho dio nuevas dimensiones a una situación que existe desde hace meses pero que se agravó en las últimas semanas, después de que las autoridades francesas sellaran mejor el acceso de polizontes al puerto y no les dejara otra opción que intentar el camino más riesgoso, el de los camiones que cruzan bajo el mar.
En general, los migrantes viven en campamentos en Calais y todas las noches hacen una caminata de unas dos horas hasta la zona de la terminal del paso fronterizo. Allí intentan saltar la valla o cortar el alambrado para acceder a la zona restringida, subirse a un camión y esperar que este se mueva. Pocos logran no ser detenidos ni accidentarse.
"Es un juego. Pero con un precio muy caro: es Inglaterra o la muerte", contó al corresponsal del periódico británico The Independent Ismat Amir, un sudanés de 22 años.
"Hace dos semanas estaba con Ahmed, un amigo, y tratamos de saltar a un tren que se metía en el túnel. Él no vio que venía otro tren, se quebró el cuello y murió ahí. Otro señor se quebró la pierna hace como un mes. Estuvo en el hospital pero ahora está otra vez con nosotros saltando la reja", prosiguió.
Sus palabras, como las de tantos otros en igual situación, explican por qué alguien parece tan poco acobardado ante lo incierto.
"Me fui de mi país debido a la guerra civil, una guerra donde las mujeres y los niños eran baleados en plena calle, en mis narices. Lo mismo mis amigos y mis primos. Vi gente ahogarse, vi desnucados. ¿Crees que tengo algo que perder?"
Un poco menos locuaz, Abdul, eritreo de 17 años, comentó algo similar al cronista del Guardian. "Muchos han muerto aquí, en el campamento todo el tiempo escuchas algún cuento. Pero ya tenemos bastante muerte y guerra en nuestro país, así que eso no nos frena. Volveré mañana e intentaré cruzar otra vez. Acá no tengo otras perspectivas". Lleva seis semanas de ensayos.
John, etíope de 26 años, está hace una semana en Calais pero ya entendió el juego. "Tratar de cruzar el túnel es nuestra rutina diaria, jugamos al gato y al ratón cada noche con la policía", comentó a El País de España.
"Pagamos mucho dinero para pasar el desierto libio. Cruzamos el mar en un barco muy pequeño, éramos 500 personas. Llamamos a salvamento marítimo y nos rescataron. Pero el barco que iba detrás nuestro se hundió".
Atravesó Europa y llegó al límite del norte. Se está recuperando de las heridas que sufrió hace cuatro días, pues cayó de un camión cuando los policías dispararon "un gas que quemaba mucho". Anoche no lo intentó otra vez, pero explicó que hoy sí probará. Y si no le sale, mañana también.
Esta semana ocurrió una nueva muerte –la novena en dos meses- de un africano que se introdujo en el túnel subterráneo que comunica a Europa con Gran Bretaña. El hecho dio nuevas dimensiones a una situación que existe desde hace meses pero que se agravó en las últimas semanas, después de que las autoridades francesas sellaran mejor el acceso de polizontes al puerto y no les dejara otra opción que intentar el camino más riesgoso, el de los camiones que cruzan bajo el mar.
En general, los migrantes viven en campamentos en Calais y todas las noches hacen una caminata de unas dos horas hasta la zona de la terminal del paso fronterizo. Allí intentan saltar la valla o cortar el alambrado para acceder a la zona restringida, subirse a un camión y esperar que este se mueva. Pocos logran no ser detenidos ni accidentarse.
"Es un juego. Pero con un precio muy caro: es Inglaterra o la muerte", contó al corresponsal del periódico británico The Independent Ismat Amir, un sudanés de 22 años.
"Hace dos semanas estaba con Ahmed, un amigo, y tratamos de saltar a un tren que se metía en el túnel. Él no vio que venía otro tren, se quebró el cuello y murió ahí. Otro señor se quebró la pierna hace como un mes. Estuvo en el hospital pero ahora está otra vez con nosotros saltando la reja", prosiguió.
Sus palabras, como las de tantos otros en igual situación, explican por qué alguien parece tan poco acobardado ante lo incierto.
"Me fui de mi país debido a la guerra civil, una guerra donde las mujeres y los niños eran baleados en plena calle, en mis narices. Lo mismo mis amigos y mis primos. Vi gente ahogarse, vi desnucados. ¿Crees que tengo algo que perder?"
Un poco menos locuaz, Abdul, eritreo de 17 años, comentó algo similar al cronista del Guardian. "Muchos han muerto aquí, en el campamento todo el tiempo escuchas algún cuento. Pero ya tenemos bastante muerte y guerra en nuestro país, así que eso no nos frena. Volveré mañana e intentaré cruzar otra vez. Acá no tengo otras perspectivas". Lleva seis semanas de ensayos.
John, etíope de 26 años, está hace una semana en Calais pero ya entendió el juego. "Tratar de cruzar el túnel es nuestra rutina diaria, jugamos al gato y al ratón cada noche con la policía", comentó a El País de España.
"Pagamos mucho dinero para pasar el desierto libio. Cruzamos el mar en un barco muy pequeño, éramos 500 personas. Llamamos a salvamento marítimo y nos rescataron. Pero el barco que iba detrás nuestro se hundió".
Atravesó Europa y llegó al límite del norte. Se está recuperando de las heridas que sufrió hace cuatro días, pues cayó de un camión cuando los policías dispararon "un gas que quemaba mucho". Anoche no lo intentó otra vez, pero explicó que hoy sí probará. Y si no le sale, mañana también.
