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Juan Pablo Culasso: perseverancia extrema

Muchas son las trancas que pueden aparecer en la vida de una persona, él aprendió a sortearlas todas y logró llegar a lugares que nunca imaginó. Amante del sonido y la zoofonía, sus grabaciones de aves son conocidas en varios países y se dedica a trabajar en lugares exóticos, a pesar de ser ciego
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08 de junio de 2016 a las 05:00

Fotos Andrés Silveira

Por Anabella Aparicio

Conocer a Juan Pablo marca un antes y un después en la vida de todas las personas que comparten experiencias con él. Lleva a la reflexión, a la revisión de ciertos valores y a derribar algunos mitos sobre el trato con la gente.

A sus casi 30 años, ya posee 13 años de experiencia en el reconocimiento y grabación de sonidos de aves. A pesar de ser totalmente autodidacta, publicó una decena de discos con material capturado en varios puntos de la selva brasileña y colombiana, así como de Argentina, Uruguay, Estados Unidos y la Antártida, su último desafío concretado a fines de 2015. Su oído reconoce el sonido de unos 3.000 tipos diferentes de aves. Esto le permitió ganar el concurso SuperCerebros Latinoamérica de National Geographic y brindar conferencias en universidades de varios países.

Querer vs poder

¿Por qué en su currículum no tiene un título universitario o un posgrado? Porque es deficiente visual de nacimiento, lo que le generó una incansable lucha contra la Academia. Pero esto no le impidió cumplir sus metas y conocer numerosos lugares exóticos con sus micrófonos en mano.

"Mi lucha con la Academia fue, es y creo que será la peor posible, creo que estamos en un ring y nos estamos dando palo, me están matando a palos y diciéndome 'vos vas a estudiar lo que te imponemos'. ¿Y qué se le impone a un ciego? Derecho, psicología o filosofía, por ejemplo", comenta Juan Pablo. Y si bien durante su adolescencia pensó en estudiar abogacía, tener en sus manos el primer grabador le cambió la vida.

"Eventualmente en mi camino se cruzaron personas muy buenas que me han ayudado, enseñado y compartido su conocimiento. Pero jamás nada formal y no porque no lo quisiera. Siempre lo intenté", agrega. Pero la respuesta que ha obtenido al intentar ingresar a una universidad o a hacer un curso técnico sobre sonido, es que no entienden o no saben cómo evaluarlo y adaptar la currícula a sus necesidades.

El estudiante

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Primaria y secundaria para Juan Pablo fueron "un parto". Estudió en la Escuela Bélgica junto con sus hermanos. Intentó ingresar al Colegio Clara Jackson de Heber pero no lo aceptaron. Terminó el liceo también en una institución pública. Germán, su maestro de 5º año de escuela, fue quien marcó su época de estudiante. Fue el único docente que en veinte días aprendió braille para corregir sus trabajos. "Mi padre se quedaba hasta las tres de la mañana pasando los deberes que yo hacía en braille. Él escribía arriba las letras, incluso con faltas de ortografía, para que la maestra pudiera corregirlos", relata.

Fue un niño como cualquier otro. Jugaba, rompía cosas, andaba en bici, incluso recuerda que jugando con sus hermanos se quebró un diente. Y agradece que sus padres se lo permitieran y no lo dejaran "sentado en una silla escuchando la radio" por temor a que le pasara algo.

En tanto el liceo fue, palabras textuales, "una reverenda porquería". Ahí su adaptación dependía más de la voluntad de los profesores que del sistema. No solo se le dificultaba el acceso a los materiales didácticos, sino que, además, no contaba con computadoras con los programas de lectura necesarios para trabajar. Cuando hacía las pruebas, algunos profesores se la tomaban de forma oral, pero otros lo hacían escribir, ya que consideraban que debían evaluar su forma de redactar.

"Cuando no tenía computadora tenía que llevar mi vieja máquina Olivetti y a veces pasaba que la tinta se acababa y no me daba cuenta. Entonces cuando terminaba, el profesor venía a ver y me decía: 'La hoja estaba en blanco, escribió tres líneas. Empiece de nuevo'. O cuando tenía una PC, se me salía el puntero, seguía escribiendo y pasaba lo mismo", agrega Juan Pablo.

También quiso estudiar inglés e informática, pero no pudo ir a un instituto. Aprendió de forma autodidacta y certificó sus conocimientos on line, "porque ahí nadie sabe que sos ciego".

Intentó entrar a la Facultad de Ciencias, pero obtuvo una respuesta negativa, cosa que también le pasó en Brasil, donde vivió varios años. "No tener un diploma y seguir luchándola para ser alguien es muy complicado", comenta.

Lo paradójico es que once años después de empezar a dedicarse a capturar sonidos de aves, la Facultad de Ciencias lo homenajeó por su trabajo y lo invitó a dar una charla en un congreso uruguayo de zoología. "Y es muy loco, generalmente uno estudia primero y cuando está medio decrépito da esas charlas de una hora, pero conmigo no fue así", dice en tono de broma.

Estas situaciones no solo reflejan su historia sino la de muchos jóvenes como él, que han sorteado estas y otras dificultades al momento de estudiar, según relata. "La persona ciega sufre mucho la falta de una política de Estado que contrarreste las deficiencias del sistema educativo. Pero pasa en toda América Latina, se va por el facilismo que a la larga perjudica porque después te exigen un conocimiento y no lo tenés", agrega.

Uno de los temas que le preocupa, es que al momento de buscar un trabajo sabe que está en desventaja porque, por más conocimiento que tenga basado en su experiencia, al no tener un diploma que lo avale no puede competir contra alguien que sí lo tiene. De todas formas, Juan Pablo cree que esto es culpa de "ambas partes", porque la sociedad no está informada y las personas no videntes "no salen a mostrarse", incluyéndose a sí mismo.

Amor a primera vista

A los 8 años su padre le hacía juegos de memoria, poniéndole sonidos de aves para que los adivinara. A los 16 años, su ahora colega, el licenciado en ciencias biológicas Santiago Claramunt, lo invitó a grabar sonidos en el río Uruguay, le indicó cómo funcionaban los botones del grabador y entonces comenzó la aventura. "Cuando tomé en mis manos ese grabador y ese micrófono, fue como amor a primera vista", comenta y se ríe por la ironía de la frase. Él no le teme a bromear o a hacer "chistes negros" respecto a su condición. Muchas veces cuando se integra a un grupo, le gusta romper el hielo a través del humor, con frases que no fallan como: "Ah, disculpame que no te vi".

En 2005 se mudó a Brasil junto a su familia, ya que a su padre le surgió una oportunidad laboral. Allí conoció al ornitólogo francés Jacques Vielliard, docente de la Universidad de Campinas, quien lo invitó a conocer su laboratorio y lo formó en la disciplina por casi dos años, también por la vía informal.

Poco después su padre le regaló su primer equipo de grabación y en 2011 le propusieron dar su primera charla en Campinas en un evento sobre observación de aves. "Yo me tiré a la piscina, no sabía que había ahí abajo, pero a partir de eso empecé en un in crescendo formidable del que no me puedo quejar. Di charlas en la Antártida sobre sonidos de la naturaleza, así que ya está", comenta.

La llegada de internet le permitió asesorarse mejor acerca de qué tipo de equipos usar, conseguir información académica y conocer colegas de otros países que lo asesoran e incluso le hacen críticas para corregir y mejorar la edición de sus trabajos.

"El proceso de edición de sonido, masterización y mezcla lo hago de manera autónoma. El software Mac tiene un lector de pantalla y los programas son bastante accesibles. Vos ves sonido en la pantalla, ves la frecuencia y sabés dónde tenés que arreglarlo. Yo tengo que descubrir eso con el oído, pero llegamos al mismo resultado por caminos distintos", explica.

Llegar a Cornell

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La Universidad de Cornell tiene el laboratorio con sonidos de la naturaleza más grande del mundo. Por curiosidad, Juan Pablo empezó a contactarse con la institución y logró poner sus grabaciones de Uruguay entre las más de 200.000 que tiene esta biblioteca. Poco después obtuvo una beca para participar en un workshop anual organizado por la Universidad de California, en el que entró como estudiante y terminó siendo instructor de una de sus compañeras. Este curso se repitió en Brasil y allí lo invitaron a dar clases. "Para mí eso fue increíble. Todo lo que aprendí en este tiempo, sea de la forma que sea, tiene su sentido, porque esa gente no te llama porque le gusta tu cara. Es de las más prestigiosas universidades en la materia. Digamos que esa podría ser la primera vez que me amigué con la Academia", comenta sonriendo.

Greg Budney es uno de los referentes mundiales en la materia y fue uno de los fundadores del laboratorio de Cornell. Cuando Juan Pablo viajó a Estados Unidos, el experto lo invitó a grabar el amanecer en las montañas. "Había dos grados bajo cero, estuvimos como tres horas escondidos escuchando el amanecer entero, pero fue de las cosas que más me marcó. No podía creer que yo estaba al lado de una bestia como es él en el sonido de aves, fue un honor. Me preguntó cuántos sonidos reconocía, le dije 3.000 y me dijo: 'Ah todavía te falta', él llega a los 8.000".

Sonidos invisibles

La discografía de Juan Pablo está compuesta por doce discos que contienen sonidos del bosque atlántico de Brasil, la selva del Amazonas, el oeste y sur brasileño, Ecuador, Colombia, Argentina, California y Minnesota (Estados Unidos). Algunos de sus trabajos se pueden escuchar en su página web o comprar a través de iTunes o CD Baby.

Sonidos invisibles es el nombre de su próximo trabajo y en él plasmará la captura del paisaje sonoro de la Antártida. Recolectar estos sonidos le llevó un mes de grabación y con su visita a la Base Antártica uruguaya se convirtió en la primera persona no vidente en estar allí y en el primer experto del país en realizar este tipo de registros del paisaje sonoro antártico. Esta experiencia fue el máximo desafío que tuvo como profesional y como persona. Él cree que después de grabar allí está preparado para trabajar en cualquier parte, ya que los fuertes vientos y las bajas temperaturas complican la grabación de audios de buena calidad. Pero lo logró y está conforme con lo que obtuvo. Durante su viaje, lo que más extrañó fue a su perra guía, Ranya, una labradora dorada que es su fiel compañera. Pero debido a las restricciones que hay en suelo antártico, no se permite llevar animales a la isla.

"Me traje sonidos muchos, pero lo que más me traje, y que nadie me puede sacar, son experiencias, amistades y cosas lindas que viví. Pude apreciar las cosas más simples de la vida", recuerda.

Entre las cosas que grabó, está el sonido de las olas del mar pegando contra la costa, el hielo derritiéndose, los pingüinos nadando hacia la costa, aves y la contaminación sonora. En este sentido, comenta que vuelve "con un trago amargo" porque encontró una importante afectación del ambiente producida por el hombre, principalmente por aviones o helicópteros que sobrevuelan la isla Rey Jorge. "Realmente hacen que uno tenga la percepción de que el hombre llegó a la Antártida y tiene su impacto", comenta.

Entre los recuerdos, menciona reiteradas veces la ayuda que recibió de la dotación a cargo de la Base Científica Antártica Artigas: "Les debo absolutamente todo lo que obtuve". Para ellos también fue toda una experiencia convivir con una persona no vidente en un lugar tan riesgoso, pero ambas partes lograron adaptarse.

A pesar de que esta fue su máxima experiencia en su carrera, tiene más desafíos pendientes a futuro. "Ahora mi objetivo es África". Planea viajar al Parque Nacional Serengueti, ubicado entre Kenia y Tanzania, y al Parque Nacional Virunga en el Congo para grabar diferentes sonidos, entre ellos el trompeteo de un elefante, algo que confesó que le encantaría escuchar.

Otro de sus desafíos actuales es poder comenzar a vivir de estos trabajos, independizarse de sus padres y tener su propia casa. Uno de los aspectos difíciles de esta profesión es que su trabajo no es algo fijo y agrega que le falta "un poco de marketing" para vender sus discos.

Llegar a la tele

Muchos recordarán el famoso aviso publicitario de la Fundación Braille difundido en 1994, en el que un niño leía de un libro la frase: "Vaya, vaya— dijo la tortuga gigante". Veinte años después ese niño ganó el concurso SuperCerebros en su edición Latinoamérica, de la cadena National Geographic.

Juan Pablo fue convocado por productores para aportar sonidos y ayudar en el montaje de la edición Brasil de este concurso. Al conocer su trabajo, le recomendaron que se presentara en la versión latinoamericana que también se grabaría allí. En 2014 se presentó y ganó. El premio de 45.000 dólares le permitió comprarse equipos profesionales con los que hoy trabaja. Además de haber vivido una experiencia increíble.

"Algo que quiero dejar muy claro, porque se habló mucho de que gané porque era ciego, es que dentro de las grabaciones los conductores jamás hicieron hincapié en mi discapacidad visual. No hubo lástima, siempre se dedicaron a preguntarme acerca de mi trabajo y solo al final el conductor preguntó cuál era la principal dificultad que tiene hoy una persona con discapacidad visual", expresa y deja claro que su talento va más allá de sus dificultades.

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El arte del sonido

La zoofonía consiste en el registro de los sonidos de la naturaleza, el paisaje sonoro de un lugar, hoy conocido también como bioacústica. Este arte tiene su origen en Hércules Florence, un pintor francés que acuñó el término en 1829, llamando así a una publicación en la que describió los sonidos de animales y del ambiente del Amazonas brasileño. Fue así el primero en ver la relación entre estos sonidos y la música, siendo un precursor de esta materia que combina la biología y la acústica.

La no magia del cine

"Me divierto viendo películas. Por ejemplo, en Casino Royale de James Bond, cuando va a África, se nota en el sonido que baja todo embarrado cuando va a saludar a un guerrillero, pero de fondo el sonido que se escucha es el de una charata o pava de monte. Un género de aves exclusivo de Sudamérica", agrega, explicando por qué disfruta su trabajo. Para él, de esta forma descubre todo un mundo que la gente tiene alrededor pero muchas veces no se da cuenta. Su habilidad le permite identificar esos descuidos o engaños de locación que utiliza la industria audiovisual y se divierte haciéndolo. "El otro día estábamos mirando la serie Vikingos y me preguntaban si podía saber cómo era el sonido. Yo les decía que eso tenía sonido de aves de Norteamérica y no de Noruega, eran truchos", comenta riéndose.

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