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Karen Bruck: comunidad global

Proviene de una familia de emprendedores, ya de niña tenía cualidades de líder pero nunca tuvo un plan a seguir. En su vida las cosas se fueron dando, supo aprovechar las oportunidades y tuvo la llamada “buena suerte” de los ganadores
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02 de marzo de 2015 a las 20:29

Aguada Park es una de las tres zonas francas que existen en Montevideo, un complejo enorme que abarca varias empresas entre las que se encuentra MercadoLibre. Al llegar, previa entrega de mi documento, me dan una tarjeta que al pasar por el lector indicaba el ascensor que debía tomar: C, piso 20. Me siento a esperarla en unos pufs de colores azul y amarillo y a los pocos minutos aparece con una sonrisa y me invita a pasar. Entramos a una sala de reuniones, y aire acondicionado y café de por medio comenzamos la charla. Ella estaba relajada, serena y con entusiasmo comenzó a relatar los hechos que la llevaron al lugar en el que se encuentra hoy.

Delimitando un perfil

Todo comenzó por una casualidad. Su abuelo paterno llegó a Uruguay en el año 1939, en el último barco desde Alemania antes de que se desatara la guerra. Dice que tenía pensado bajarse en Paraguay pero, al no hablar español, escuchó y pensó que había llegado a destino. Conoció a la que sería su abuela varios años después en la Nueva Congregación Israelita, la comunidad de alemanes de origen judío en Uruguay. Ella era sobreviviente de un campo de concentración (aunque nunca quiso hablar del tema) y había llegado después de la guerra. Karen pertenece a esta comunidad hasta el día de hoy y durante su infancia y adolescencia participó activamente en Jazit, el centro judío juvenil. A los 16 años se convirtió en líder de un grupo de niños para los que organizaba campamentos, actividades y eventos. “Ya en esa época había que lidiar con temas problemáticos, hasta políticos, de cómo organizar algo alineando a todo el mundo con un mismo objetivo. El aprendizaje que te llevás de este tipo de experiencias es increíble”, comenta Karen.

En Estados Unidos tuvo que empezar de cero. El título en administración de empresas y su corta experiencia laboral no le fueron de gran utilidad para conseguir trabajo en aquel país. Empezó vendiendo cortinas, trabajando 10 horas por día, sin descansar fines de semana ni feriados

A los 18 años viajó a Israel en el marco de un programa para varios países de la región que incluía cinco meses en un kibutz y cuatro en Jerusalén. “Desde muy chiquita estuve expuesta a otras culturas, a otras nacionalidades, y eso te abre la cabeza. A los 18 años vivir en un kibutz es lo mejor que te puede pasar”, expresa con alegría al recordar esa experiencia. Trabajaba cuatro o cinco horas por día de voluntaria y el resto del tiempo era para estar con sus amigos, aprender hebreo y viajar. “Nos íbamos cada fin de semana a una ciudad diferente, de mochileros y sin un peso”. En cuanto a los trabajos, le tocaron las tareas más disímiles: desde cocinar hasta hacer tapitas para contenedores de jabón líquido en una fábrica de plásticos y limpiar pieles de avestruz en el campo.

Elegir el camino

Al regresar a Uruguay, siguió liderando el grupo de niños de Jazit y se enfrentó a la decisión de elegir qué estudiar en los cuatro años siguientes. Aunque era una líder innata y el mundo empresarial estaba en su sangre (su abuelo paterno tenía una empresa de alfombras y su abuelo materno una de importación de maquinaria de construcción), le costó un tiempo asumirlo. Finalmente, y luego de considerar varias posibilidades, optó por estudiar administración de empresas en la universidad ORT.

“Estaba en el centro del mundo, en la universidad número uno del país. Permanentemente venía a hablar gente que te daba vuelta la cabeza, los CEO de las mejores empresas. Hacíamos competencias por 100 mil dólares, nos íbamos de viaje, nos invitaban a conocer Google, Boeing, Microsoft y las mejores compañías. Fueron dos años de apertura total de cabeza”

Mientras estudiaba consiguió su primer trabajo como ejecutiva de cuentas en el call center del Discount Bank. Fue una época difícil porque entró a trabajar en 2002 y a fines de ese año se desató la crisis. Con tan solo 22 años, tuvo que lidiar con la desesperación de la gente que llamaba llorando a reclamar por su dinero, incluso de otros bancos. “Para ser tu primera experiencia laboral no tuviste tanta suerte…”, le digo. Y me contesta: “Creo que al contrario, trabajar en el Discount fue una gran universidad. Fue mi primer trabajo, me tocó un grupo humano divino y una jefa con la que todavía estoy en contacto. Para estar en un call center hay que saber un poco de todo y quién iba a decir que 10 años después iba a tener que manejar un centro de atención al cliente acá en MercadoLibre. Yo siempre digo que todo lo que hacés en la vida es como una fichita del puzle que después va a encajar con otra”.

Aires nuevos

Después llegó el momento de irse a Estados Unidos, no por motivación propia sino por amor. Su novio Roberto (a quien conoció a los 17 años en Jazit) “siempre miró al norte” y en 2003 se fue a Boston a hacer un máster. En ese entonces, Karen se encontraba en el último año de la carrera y no podía viajar, así que no sabían qué iba a pasar con su relación. La beca Fullbright que él había obtenido le otorgaba a ella el permiso para trabajar en Estados Unidos pero solo si estaban casados. “Entonces a través de Skype tuvimos una conversación y Roberto me dijo: ‘Nos casamos y te venís’. ‘Me estás pidiendo matrimonio, no entiendo…’, le contesté. Y en enero de 2004 nos casamos por civil en Uruguay y yo me fui para allá en febrero”.

En Estados Unidos tuvo que empezar de cero. El título en administración de empresas y su corta experiencia laboral no le fueron de gran utilidad para conseguir trabajo en aquel país. Empezó vendiendo cortinas, trabajando 10 horas por día, sin descansar fines de semana ni feriados. Pero la suerte entró en juego cuando llegó a su local un italiano que le ofreció ir a trabajar con él. “Cuando veo la tarjeta me doy cuenta de que la empresa era Jasmine Sola, un local de moda que amaba y que estaba en la mejor calle de Boston, como si fuera la Quinta avenida. Yo lloraba, no podía creer, era como que había un sol que me seguía”, expresó Karen y se le iluminó el rostro. Como sabía más de economía que de moda, trabajaba como assistant buyer, haciendo controles de inventario, planificación a largo plazo de lo que había que comprar, planificación de rebajas, etcétera. El puesto se formalizó luego a senior merchandise analist. A pesar de tener pocos lujos, para ella estos fueron “los años dorados”. Con su marido llevaban la vida intelectual de la universidad en la que él estudiaba, tenían una barra de amigos argentinos y uruguayos con los que vivían casi en comunidad, iban a fiestas, eventos y viajaban a Nueva York algunos fines de semana.

Apostando al futuro

A pesar de llevar una vida ideal, Karen aspiraba a más. Desde que llegó a Estados Unidos supo que iba a hacer un máster y para enfocarse 100% en esto era necesario dejar de trabajar. “El MBA (Maestría en Administración de Negocios) duraba dos años. Cuando le dije a mi jefa que iba a dejar el trabajo para empezar a estudiar me dijo: ‘¿De qué vas a vivir? ¿Del amor?’”, comenta y se ríe. La universidad costaba 45 mil dólares por año y ofrecía préstamos a una tasa muy baja de interés dando por sentado que los estudiantes conseguirían muy buenos puestos de trabajo que les iban a permitir pagarlos.

“Para mí es muy importante que el grupo humano con el que me relaciono sea un equipo del que pueda aprender algo nuevo todos los días, y en MercadoLibre es así”

Le pregunto cómo fue la experiencia de estudiar en una de las mejores universidades de Estados Unidos y me contesta: “Estaba en el centro del mundo, en una excelente universidad. Entonces, permanentemente venía a hablar gente que te daba vuelta la cabeza, los CEO de las mejores empresas. Hacíamos competencias por 100 mil dólares, nos íbamos de viaje, nos invitaban a conocer Google, Boeing, Microsoft y las mejores compañías. Fueron dos años de apertura total de cabeza. Compartí clases y grupos con personas de todas partes del mundo y tenía contactos en todas las empresas. Por ejemplo, en Uruguay me decían ‘Tenemos que ver a alguien de Pinterest’ y yo conocía a alguien de ahí’”.

Nueva ciudad, nueva vida

Una vez finalizado el máster, Karen estaba obsesionada con trabajar en la consultora Bain & Company y para lograrlo era conveniente mudarse a Atlanta debido a que Boston era demasiado competitivo (por encontrarse allí la universidad). Esta vez le tocó a su marido acompañarla en su sueño. En general los acontecimientos de su vida se fueron dando por casualidad, pero entrar en la consultora fue lo primero que planeó con anticipación. Aún no sabía a qué iba a dedicarse y creía que esta experiencia le iba a dar las bases necesarias para su futuro. Los primeros tres meses los hizo en Brasil porque no había proyectos en Atlanta. “Comencé a trabajar en 2009, que fue la época en la que Estados Unidos estaba en crisis, tengo esa suerte (risas)”. Me cuenta que en esos primeros tiempos la exprimieron al máximo y que llegar a las 11 de la noche a su casa era un placer. De todas maneras, afirma que aprendió muchísimo, fundamentalmente a pensar estructuradamente, a tomar cualquier problema y buscarle rápidamente una solución, aun sin tener experiencia en la materia.

El mundo del e-commerce

Poco después de cumplir un año en la consultora, quedó embarazada de su primera hija y desde ese momento supo que no iba a poder retomar el mismo ritmo de trabajo. Durante la época del maternity leave (cada tanto mezcla expresiones de este tipo que evidencian que continúa pensando en inglés) se enteró de que había un puesto disponible en la parte de e-commerce de la empresa Home Depot. A pesar de no tener experiencia en el rubro más que algunas compras en Amazon, se postuló sin demasiadas expectativas y a la semana la llamaron para decirle que empezaba a trabajar. Su puesto era manager de estrategia online y básicamente estaba encargada de analizar las prioridades de la empresa y definir cómo se iba a gastar el presupuesto en el área online. Estuvo allí dos años hasta que nació su segunda hija y supo que era momento de regresar a su país. “La verdad es que siempre quise volver y criar a mis hijas en Uruguay y que tuvieran una infancia parecida a la que tuve, rodeadas de primos y amigos”, comenta Karen.

Ya antes de pensar en volver, había recibido varias ofertas desde América Latina a través de Linkedin para trabajar en e-commerce. Al haber tan pocas personas especializadas en este rubro en el continente, sus conocimientos en estrategia online eran muy valorados. Una de estas propuestas provino de una headhunter de MercadoLibre Argentina. En su momento la rechazó, pero al volver una de las primeras cosas que hizo fue contactarla para averiguar si había una oferta del estilo en el país. Fue así que le ofrecieron el puesto de country manager en Uruguay.

Con la camiseta puesta

“La principal razón por la que no dudé en aceptar la oferta es porque sentía una gran admiración por todos los directores de MercadoLibre. Los tipos hace 15 años la vieron, la hicieron y no les importó perder plata en su momento”, expresa Karen y en su rostro se denota una real admiración. “Para mí es muy importante que el grupo humano con el que me relaciono sea un equipo del que pueda aprender algo nuevo todos los días, y en MercadoLibre es así”. Me cuenta que la compañía está distribuida en forma horizontal, que no tiene jefes locales y que viaja cada mes y medio a Argentina para reunirse con el directorio. La oficina de Uruguay, al encontrarse en zona franca, se enmarca dentro de lo que se conoce como Shared Services, brinda servicios a todos los países menos a Uruguay. A su vez, las actividades de nuestro país se manejan desde Argentina y Brasil.

Actualmente, la empresa se encuentra en 12 países, la mayoría de Latinoamérica. Empezó como startup en 1999 en Argentina como parte de un proyecto en el que Marcos Galperin, CEO de la compañía, estaba trabajando junto a varios compañeros para su MBA en Stanford, San Francisco. “Pensaron en grande desde el primer día, y se dieron cuenta de que era fundamental abrir sucursales en la mayor cantidad de lugares posibles. En e-commerce el principal asset que se tiene es la cantidad de tráfico en el sitio. Es fundamental lograr ser ese referente mediante el cual una persona en vez de entrar a Google a hacer una búsqueda entre directamente a MercadoLibre”, afirma Karen.

Cultura de startup

A pesar de haber crecido enormemente desde los inicios hasta la actualidad, MercadoLibre procura mantener su cultura de startup. “Ninguno tiene oficina, ni el CEO. Yo me siento en uno de estos asientos, al lado de los demás (me dice señalando a la hilera de jóvenes que trabajan concentrados en sus computadoras). Nadie tiene secretaria, yo me saco mis pasajes de avión”, afirma, y parece sentir orgullo de eso. Comenta que le dan una gran importancia a todo lo que tenga que ver con la cultura y que esta se basa en el “work hard, play hard”. Se les exige mucho a los empleados pero también se espera que la pasen bien y se diviertan. El trabajo es por objetivos y dinámico. Mientras que en Home Depot los deployments (cambios en el sitio web) se realizaban cada mes y medio, en MercadoLibre se realizan todos los días.

Además, se fomenta el emprendedurismo dentro de la empresa. “Todas las ideas que tengo las menciono, algunas las desarrollamos y otras no. Si tenés iniciativa podés hacer lo que tengas ganas, siempre pensando en el bien de MercadoLibre”, dice Karen. A propósito de esto, recuerda como su mayor hito la apertura de la oficina comercial en Uruguay que se encuentra fuera de la zona franca de Aguada Park. En uno de sus viajes a Buenos Aires, le planteó la propuesta a Marcos y él le dijo que se lo firmaba ya mismo, que hacía cinco años que estaba esperando que alguien abriera esta oficina. “Esto fue un voto de confianza alucinante, fue como un golazo de media cancha”. Aquí actualmente se atiende al top 50 de los vendedores de MercadoLibre Uruguay brindándoles estrategias para potenciar sus ventas.

Mucho por recorrer

Con tan solo 34 años, Karen dirige a las 450 personas que integran MercadoLibre Uruguay. A pesar de su larga trayectoria en el mundo empresarial, su carrera recién comienza. Hacia el final de la nota me comenta que logró tener un buen equilibrio entre su vida laboral y personal, que se define como una persona positiva y que se imagina trabajando en la empresa por muchos años más. “Una vez que entré en el mundo del e-commerce siento que estoy en medio de uno de los segmentos económicos que más va a crecer y donde está todo por hacerse. Me cuesta mucho bajarme de este tren porque me apasiona. Entré por casualidad pero va a ser muy difícil que salga de este rubro”.

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