Médico administrando ketamina

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Ketamina, de droga a antidepresivo

Famosa como alucinógeno, ahora se experimenta con ella para enfermedades mentales
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08 de febrero de 2016 a las 05:00
SARA SOLOVITCH - THE WASHINGTON POST

En noviembre de 2012, Dennis Hartman, un ejecutivo de negocios, logró levantarse de la cama, ducharse por primera vez en varios días y abordar un avión que lo llevaría a una prueba clínica en el Instituto Nacional de Salud Mental estadounidense.

Luego de una vida de profunda depresión, 25 años de terapia, y pasar por 18 antidepresivos y estabilizadores del humor, Hartman, entonces de 46 años, se fijó una fecha y un plan para acabar con todo eso. Esa prueba clínica sería su último intento de salvación.

Durante 40 minutos permaneció sentado en una habitación de hospital mientras un intravenoso le transfería ketamina a su sistema. Varias horas pasaron antes de que se diera cuenta de que todos sus pensamientos suicidas se habían evaporado.

"Mi vida estará dividida para siempre entre el tiempo antes de esa primera infusión y todo lo que sucedió después", dice hoy Hartman. "El sufrimiento y el dolor iban desapareciendo. Estaba sorprendido por la ausencia de dolor".

La ketamina, popularmente conocida como una droga psicodélica, ha existido desde comienzos de los años 1960. Es un anestésico común en las salas de urgencia, regularmente usado en niños con fracturas u hombros dislocados. Es una herramienta importante en los centros de quemados y hasta en la medicina veterinaria, pero también como una droga que utilizan violadores, por su poder para rápidamente atontar y dejar inmóvil a alguien.

Desde 2006, docenas de estudios han reportado que también puede revertir un tipo de depresión severa que los antidepresivos tradicionales no suelen tratar.
Los expertos lo consideran el avance más significativo en la salud mental en más de medio siglo. Señalan a estudios que muestran que la ketamina no solo produce un rápido y robusto efecto antidepresivo; también pone fin a los pensamientos suicidas.

Los antidepresivos tradicionales, en comparación, pueden tomar semanas o meses en funcionar. En 2010, un estudio de la Asociación de Salud Mental estadounidense reportó que las drogas más utilizadas en los antidepresivos no eran más que placebos para la mayor parte de tipos de depresión.

"Este es el próximo gran avance en la psiquiatría, dice Alison McInnes, una psiquiatra de San Francisco que durante el último año trabajó con 58 pacientes en una clínica de esa ciudad. Dice que su tasa de éxito a largo plazo del 60% para personas con depresión resistente a los tratamientos que prueban la droga la ha persuadido de expandir el tratamiento a otras dos clínicas de la región. La alegría proviene del hecho de que está funcionando para los pacientes que han pasado años circulando por diferentes antidepresivos, y varias terapias.

McIness es integrante de un grupo que está analizando el uso de la ketamina. Los lineamientos que utilizan, que se basan en los protocolos aplicados en la prueba clínica a la que se sometió Hartman, requieren seis transfusiones a lo largo de un período de dos semanas. La dosis es muy baja, cerca de un décimo de lo que se usa para las anestesias. Y cuando funciona, lo hace en un plazo de minutos y horas.

"Es realmente obvio que va a ser efectivo", dice Enrique Abreu, un anestesista de Portland que comenzó a utilizarla para tratar a pacientes depresivos en 2012. "La tasa de respuesta es increíble. Esta droga es efectiva en un 75% de los casos. Nada dentro de la medicina tiene esas cifras".

Hasta el momento, no hay evidencias de adicción a las bajas dosis que se pasan en las transfusiones. La ketamina tiene, sin embargo, una importante limitación: su alivio es temporal. Las pruebas clínicas han determinado que las recaídas se producen usualmente una semana después de una simple infusión.

La ketamina funciona de una forma diferente a la de los antidepresivos tradicionales, que apuntan a los sistemas cerebrales que emiten la serotonina y la noradrenalina. Esto bloquea a un receptor cerebral que se activa con el glutamato, un neurotransmisor. En cantidades excesivas, el glutamato se convierte en excitocina, lo que sobreestimula las células del cerebro.

"La ketamina modifica el funcionamiento de la sinapsis y los circuitos, apagando y prendiendo algunos de ellos", explica Carlos Zárate Jr, jefe de neurobiología del Instituto Nacional de Salud Mental. "El resultado es un rápido efecto antidepresivo".

Incluso una dosis baja puede causar alucinaciones intensas. Los pacientes suelen describir un estado de sueño lúcido o estado disociativo en el que pierden la noción del tiempo y se sienten separados de su cuerpo. Muchos lo disfrutan; otros no. Pero algunos estudios muestran que esta experiencia psicodélica puede tener un pequeño pero significativo rol en la eficacia de la droga, fomentando el sentido de conexión con otras personas y con el universo.

Aunque los problemas de vejiga y los defectos cognitivos se han reportado entre los que abusan de la ketamina, ninguno de esos efectos se ha observado en las pruebas con dosis bajas. Además, se maneja el uso en otros trastornos psiquiátricos. El efecto de remisión de la droga ha llevado a muchos pacientes a buscar transfusiones que los mantengan. Hartman, por ejemplo, comenzó su búsqueda incluso antes de abandonar la sala de hospital.

Le llevó nueve meses encontrarlo, pero localizó a un anestesista en Nueva York que estaba tratando a sus pacientes con ketamina. Comenzó a recibir una dosis idéntica a la que recibía antes: seis transfusiones a lo largo de dos semanas. Cada vez, el alivio duraba un poco más. Ahora, dice que sus períodos sin recaídas entre las inyecciones se extienden hasta seis meses. Dice que ya no toma otra medicación para su depresión que no sea ketamina. "No me considero curado, pero ahora es algo que puedo manejar", dice Hartman. "Como la diabetes o la artritis. Antes, era completamente inmanejable. Dominaba mi vida y me impedía funcionar".

No hay registros para calcular el número de pacientes que son tratados con ketamina para la depresión, la frecuencia de esos tratamientos, las dosis, como se sigue el tratamiento y los efectos adversos.
"Claramente necesitamos una mayor estandarización en su uso", dice Zárate. "Aún no sabemos cuál es la dosis correcta. Necesitamos hacer más estudios. Y aún sí, en mi opinión, debería ser usada predominantemente en la investigación o en una clínica altamente especializada.

Como una droga una vez utilizada casi de forma exclusiva por anestesistas, la ketamina ahora cae en una zona gris.

"La mayor parte de los anestesistas no se ocupa de la salud mental y no hay forma de que un psiquiatra se sienta cómodo inyectando algo en un brazo", dice Abreu.

Pero la ketamina ha florecido desde la nada con poco o nada de publicidad. La demanda viene principalmente desde los pacientes y sus familias; Zárate, por ejemplo, dice que ha recibido "al menos 100 emails por día" de parte de pacientes. Y casi todos ellos quieren saber dónde la pueden conseguir.

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