La argentinidad de Viggo Mortensen

Si el traje con los colores de San Lorenzo que usó para la gala de los Oscar en que fue nominado a mejor actor y sus columnas semanales en la web de dicho equipo no eran prueba suficiente de la argentinidad de Viggo Mortensen, con Todos tenemos un plan ya no quedan dudas. El actor puede haber nacido en Estados Unidos, donde consiguió la fama con la saga de El señor de los anillos y el prestigio actuando para David Cronenberg, pero su corazón es de Argentina, el país que lo vio crecer.

El debut de Mortensen en el cine argentino va acompañado del estreno de la joven directora, Ana Piterbarg, quien le entregó el guión al actor en un encuentro casi azaroso. Él no solo aceptó el papel sino que se volvió su productor, buscando financiamiento hasta que el proyecto pudo concretarse.

Por si todo esto no fuera suficiente para generar altas expectativas, el equipo de producción se completa con la gente de la oscarizada El secreto de sus ojos y la repetición de la coprotagonista de aquella película, Soledad Villamil.

Mortensen además protagoniza Todos tenemos un plan por dos. Es que interpreta tanto a Agustín, un pediatra de clase media alta cansado de su vida y pareja (Villamil), como a su hermano gemelo, Pedro, un delincuente violento que vive en el Delta. El thriller se desata cuando Agustín decide abandonar su ordenada existencia y adoptar la identidad de su hermano para salir en busca de aventuras sin medir las consecuencias.

Tras su lanzamiento en Argentina, Todos tenemos un plan recibió críticas mixtas. Por un lado los especialistas dicen que el policial deja muchos cabos sueltos, que cambia muy bruscamente de tono, que la metáfora con la colmena es muy obvia, que las referencias literarias a obras como Los desterrados de Horacio Quiroga es excesiva. Pero también opinan que la fotografía es exquisita, los diálogos son realistas y ambición internacional de la película da jerarquía al cine argentino.