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La compañía de danza que desafía las leyes de la física se presenta en Montevideo

Actuará en el Sodre con un viaje etéreo de infierno a paraíso
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24 de junio de 2016 a las 05:00

Sin importar el estilo o la tradición, la danza se define por su relación con la física, su eterna negociación con las leyes que se ve forzada a aceptar. Mientras que el ballet suele aspirar a ascender, con las puntas de las bailarinas como último hilo que las ata a las tablas, algunas manifestaciones de la danza contemporánea discurren por el suelo, aceptando la imposición y convirtiéndola en un diálogo con lo esencial.

No obstante, la No Gravity Dance Company del italiano Emiliano Pellisari pretende crear, con cada movimiento, su propio piso. En el espectáculo Del infierno al paraíso, que se estrenará hoy en el Auditorio del Sodre, los cuerpos casi desnudos de los bailarines se presentan sobre un plano negro, frontal, en el que flotan, se agrupan y se separan armando figuras, plegándose sobre sí mismos o caminando los unos sobre los otros.

Como el nombre de la compañía indica, la gravedad se convierte en quimera, pero la coreografía de los bailarines no representa una lucha por asir, por controlar el cuerpo en un entorno que hace con él lo que le plazca, sino que el movimiento se presenta suave, calculado, pulido, como si esa carencia fuera parte de su propia naturaleza.

Pese al perfeccionamiento que esto sugiere, el hombre detrás de las figuras flotantes no se describe a sí mismo como un coreógrafo, y presenta una relación con la danza inaudita para alguien que se desempeña en ese rubro. "Nunca bailé en mi vida. No tengo el cuerpo para hacerlo", dice Pellisari, al tiempo que asevera no estudiar la disciplina porque no le resulta "útil para la imaginación".

"No me gusta el ballet y la danza contemporánea me resulta muy difícil de entender... No solo para mí, para muchas personas (...). Una crítica importante en Italia dijo que soy un 'arquitecto del cuerpo'. Podría definir esto como danza escultural, pero en realidad no lo sé. Creo que soy como un extraterrestre del mundo de la danza, porque esto no es danza contemporánea, no es ballet; está lejos de esos estilos".

Con una formación inclinada hacia lo técnico, el currículum de Pellisari incluye oficios como carpintero, albañil y electricista, y él mismo admite que su llegada al mundo de las artes escénicas fue fortuito. "A mí no me gustaba el teatro, pero cuando tenía 29 años un amigo me recomendó trabajar ahí, acepté por el dinero, para sobrevivir. Luego de seis meses como productor, me sentí como un pez en el agua. Entendí que ese era mi lugar, mi trabajo", señala. Ese trabajo lo llevó a la dramaturgia, pero no llegó a montar obras. "Empecé a practicar con los actores y me di cuenta de que no quería diálogo, necesitaba el movimiento. Así, día tras día cortaba las obras, hasta que al final no había palabras, sino movimientos. Decidí cambiar todo y trabajar con bailarines".

El resultado y el trayecto mismo le resultan increíbles. "No sé por qué, no sé cómo es posible, pero empecé a trabajar en la danza", agrega. "El artista no sabe nada, es solo un títere en las manos de Dios. Eso es lo que decía Sócrates, y yo creo que es correcto. Yo soy estúpido, como cualquier artista", explica, y afirma que prefiere la inspiración a la lógica creativa.

Ese estilo que le cuesta definir se nutre de su propia faceta artesanal, que lo llevó a incorporar maquinaria y técnicas del teatro barroco para elevar los cuerpos. "Iba a usar audiovisuales y tecnología pero me di cuenta de que hay trucos muy simples con espejos, luces, telas, cuedas elásticas y gente vestida de negro que pueden permitir hacer cosas hermosas", sostiene.


De círculo en círculo

Con Del infierno al paraíso, Pellisari se inspiró en La Divina Comedia de Dante Alighieri, tomando de su narrativa los conceptos y el trayecto trazado. "Conozco muy bien a Dante porque en Italia se estudia La Divina Comedia durante tres años", afirma Pellisari. Por su interés personal en la filosofía y una naturaleza analítica, la lectura de la emblemática obra se repitió varias veces a lo largo de su vida.

Aunque admite que su primera intención fue trabajar junto a un coreógrafo, pronto la colaboración se convirtió en un problema. "Yo no uso los pies. Entonces, ¿qué puede hacer un bailarín sin los pies? Ellos tienen que volar, usar músculos diferentes, la coreografía no tiene nada que ver con lo usual", comenta. Esto fue lo que lo llevó a trabajar solo junto a los bailarines.

A la hora de llevar el Infierno a la escena, la idea fue la del vacío, la negrura, "donde todo está hecho con los cuerpos de la gente. No existe nada que no sean esos cuerpos, las puertas están hechas de ellos. Las montañas, las escaleras", explica. El Purgatorio, en tanto, es definido como un espacio en el que los condenados lloran con la aspiración frustrada de ascender hacia Dios. "Es un lugar melancólico, es muy elegante y los cuerpos no se ven fuertes. Vuelan, pero como si fuesen pájaros", explica.

A la hora de materializar el Paraíso, Pellisari tomó la abstracción de la falta de tiempo y espacio para inclinarse hacia las artes plásticas contemporáneas. Uno de los ejemplos adoptados es el del italo-argentino Lucio Fontana, conocido por obras que pretenden ir de la pintura a la escultura a través de una serie de tajos o agujeros sobre la tela. Sin embargo, los juegos visuales de M. C. Escher, la papiroflexia y la geometría de Vasili Kandinsky también encuentran un lugar en el espectáculo. La música, en tanto, transita desde la world music y la fuerte percusión tribal, a las composiciones clásicas, para concluir, en el paraísoc, con ritmos igual de contemporáneos que las pinturas que los cuerpos vehiculizan.Con los movimientos, las técnicas y la música, Pellisari explica que "los conceptos de La Divina Comedia son colocados uno atrás del otro durante la historia".

"No creo que sea posible lograr una representación de esta obra en el teatro. Las palabras son demasiado poderosas y abstractas, se volvería algo pobre".

Datos


Desde hoy hasta el domingo 26 a las 20:30 horas, con entradas de $ 350 a $ 2000

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