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La mejor gestión sobre seguridad pública desde el fin de la dictadura

OPINIÓN. GABRIEL PEREYRA. La situación no es para nada buena pero ahora hay más policías, mejor pagos, menos fugas e intentos por medir la eficiencia policial
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12 de noviembre de 2012 a las 09:52

Últimamente, y sobre todo en relación a la recolección de firmas para bajar la edad de imputabilidad penal, más de un dirigente opositor ha salido a decir “que la gente siempre tiene razón”. Una afirmación peligrosa, pero seguramente alentada por encuestas que muestran que esa iniciativa que se plebiscitará con las próximas elecciones ganaría con aire y, de rebote, sería un golpe para el oficialismo que no está de acuerdo con esta medida.

A estar por estas afirmaciones que ensalzan la posición de esa entelequia denominada “la gente”, la cosa funcionaría así: la seguridad es la principal preocupación de la gente, o sea, la gente se siente insegura y como la gente siempre tiene la razón, hay inseguridad, ergo , el gobierno es responsable y la gente le está diciendo que no tiene razón en gobernar como está gobernando.

Este gobierno ha cometido en ciertas áreas algunas de las patinadas más aparatosas de la historia reciente y en otras no ha cometido nada porque pecó de una inacción en la que incluso incumplió promesas electorales, como en la educación.

En la seguridad se le pueden endilgar algunas patinadas, como la bochornosa conferencia de prensa en la que iba a anunciar varias medidas pero trató de sorprender con la legalización de la marihuana (algo que no lo tenían ni siquiera bien programado) y luego los conferencistas se quejaron de que la prensa enfatizó solo en eso (¿no tienen un vocero mejor que el ministro Olesker?).

Pero si hay algo que al gobierno no se le puede señalar en torno a la inseguridad es inacción. Incluso se le puede decir que reaccionó tarde, luego de que las firmas se venían arriba y la oposición vio la veta, pero reaccionó.

Hay muchos ciudadanos que ven la foto y no la película, y no se los puede culpar por eso. Ellos no viven repasando datos, estudiando expertos, comparando con otras realidades. Solo viven su cotidianeidad asumiendo como pueden los cambios sociales en los que poco inciden, y llegan del trabajo a mirar la TV, y a ver políticos que le dicen que lo que ellos sienten y piensan es la verdad, porque en definitiva eso es tener la razón.

Los que están todo el día hurgando en datos y viendo de cerca qué hacen los hombres públicos son, entre otros, son los periodistas; y yo, que llevo décadas viendo no la foto sino la película, pecaría de deshonestidad intelectual sino contribuyera a recordar que esto no comenzó hoy y si no llevara la contra, convencido de que la razón no está donde algunos dicen que está, aunque no sepa a ciencia cierta dónde es que está o incluso que alguien puede arrogarse la potestad de creer que sabe dónde cuernos está.

Que dirigentes blancos y colorados digan que no hay herencia maldita en el área de la seguridad solo se entiende en un intento por obtener réditos políticos. Y eso vale aunque la izquierda lleve gobernando más de siete años.

Y no hablo de la herencia maldita en lo social donde vamos por la cuarta o quinta generación del cantegril o la herencia maldita en la educación que se viene cayendo a pedazos desde hace medio siglo, ambas cuestiones que tienen una incidencia directa en la inseguridad.

Me estoy refiriendo a lo estrictamente policial. Muchos piensan que la seguridad es un asunto esencialmente o solamente policial y aunque nada hay más alejado de la realidad, sigamos por un momento ese razonamiento.

Blancos y colorados hicieron de todo con la Policía y la mayoría de las cosas de dudosa eficacia. Y no hablo solo de organizarla de una manera un día y de otra manera al día siguiente, sino, por ejemplo, de permitir que la corrupción campeara en sus filas. Por décadas todos sabían que la dirección de Investigaciones de la jefatura de Montevideo era la cueva de Alí Babá y que la dirección antidrogas era un antro impresentable.

Recién en los últimos gobiernos colorados y con Guillermo Stirling como ministro se empezó a poner un poco de orden con el nombramiento del inspector Roberto Rivero, primero en Drogas y luego al frente de la Policía Nacional, un camino similar al que siguió en los gobiernos frenteamplistas Julio Guarteche, actual director nacional de Policía. Policías preparados, estudiosos, honestos.

¿Hay corrupción en la Policía? Solo un tonto diría que no, pero está muy lejos de lo que era hace décadas. Tenemos la Policía más limpia de los últimos años y si bien dista de ser buena, esa es una base necesaria.

La Policía se ha propuesto medir sus resultados ¿Cuándo antes se había planteado eso? Las cárceles siempre fueron un centro de delitos y corrupción, ¿por qué otros gobiernos no pusieron escáneres o militares a controlar como se va a hacer ahora? ¿Por qué no construyeron más cárceles? ¿Por qué no separaron a los primarios de los reincidentes?
¿Por qué por décadas mantuvieron a los policías muriendo de hambre mientras repartían el dinero público entre los ñoquis que juntaban votos en campaña a cambio de trabajo en el Estado? En el año 2000 un agente de segunda ganaba $ 4.300, en el 2005 estaba en $ 5.622 ($ 1.300 en los cinco años de gobierno colorado), y este año el sueldo es de $ 18.167 (más de $ 12.000 en los más de siente años de gobierno frenteamplista).

¿Fugas y descontrol en el Inau? Durante los gobiernos blancos y colorados ocurrieron los peores motines, con fugas y policías violando con palos a los internos.

¿Por qué todos estos políticos que apuestan la solución de la seguridad a una reforma que es a todas luces una improvisación impresentable, no enfrentaron cuando eran gobierno a ese gremio lleno de corruptos del Inau? ¿Por qué no rehabilitaron? Le hicieron perder décadas al país y recién en los últimos tiempos, durante este gobierno, las fugas bajaron casi a cero. La película, por favor, no solo la foto.

Hace tres meses que las rapiñas no aumentan y el gobierno debería tomar con mesura ese dato porque en seguridad los datos son muy frágiles y a veces quieren decir muy poco o sencillamente nada. Pero hacía 30 años que esto no ocurría. Con el primer gobierno colorado tras la dictadura las rapiñas no hicieron otra cosa que aumentar; durante el gobierno blanco las rapiñas no hicieron otra cosa que aumentar; durante el siguiente gobierno colorado las rapiñas no hicieron otra cosa que aumentar; durante el último gobierno colorado las rapiñas no hicieron otra cosa que aumentar. Todos los que ahora parecen tener la fórmula para bajar los asaltos ¿qué esperaban que ocurrieran con los gobiernos frenteamplistas y las rapiñas? ¿Magia?

La foto de ahora es mala y borrosa, ok, pero la película, que es una de las de terror, termina por completarla.

La izquierda tenía el preconcepto de que con benevolencia social se controlaba el delito. El ministro Bonomi se ha cansado de decir que ya no lo piensa más; o por lo menos no lo piensan quienes tienen que ejecutar las políticas públicas y que han recibido el mote de fachos de los trasnochados que no son pocos en el Frente Amplio. Incluso en ese cambio de postura el oficialismo ha bordeado medidas típicas de la mano dura, de las que están dispuestas a recortar libertades en aras de la seguridad, algo impensable hace años para la izquierda. Porque también el Frente Amplio parece por momentos tentado a caer en este nuevo dogma de que la gente, si pide mano dura, tiene la razón.

Algunos en este debate que a veces bordea el absurdo dicen que nunca hubo 14 mil rapiñas al año como ahora. Está bien que lo usen en campaña porque en política vale todo, pero a cualquiera que haya estado siguiendo este tema en las últimas décadas el comentario suena risible y linda con la deshonestidad intelectual.

Si uno agarra el gobierno con 2 mil rapiñas y lo deja con 4, otro agarra al siguiente con 4 y lo deja con 7, otro lo agarra con 7 mil y lo deja con 9.500, otro lo agarra con 9.500 y lo deja con 12 ¿qué le toca al que sigue? Y ahora el argumento es que nunca hubo 14 mil rapiñas. Claro porque para llegar a 14 mil hubo quienes antes colaboraron con que hubieran mil, dos mil, tres mil, cuatro mil, cinco mil, otro puso lo suyo para que llegaran a las seis mil, siete mil, ocho mil, no pudieron con ellas y llegaron a las nueve mil, diez mil, once mil, doce mil, y así. Pero no, parece que lo que dejaron los que manejaron el país en los últimos 30 años es una herencia bendita. ¿Será por eso que la gente, esa que siempre tiene razón, los sacó del poder por dos períodos y todo indica que los mantendrá afuera al menos uno más?

Si la gente tiene razón en querer castigar a la izquierda, ojalá sea por cuestiones tales como la educación o por su inacción en mejorar la infraestructura tras años de bonanza, por mencionar dos debes evidentes del gobierno.

Pero si la castiga por cómo la izquierda manejó la seguridad, será la demostración más patente de lo obvio (por suerte lo obvio puede obviar la demagogia): “ la gente” no siempre tiene la razón, porque lo que muestra la película, no la foto, es que en materia de seguridad, la gestión de este Ministerio del Interior es una de los mejores, sino la mejor, de la era post dictadura.

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