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La nueva Argentina

Columna de opinión publicada en El Observador Agropecuario
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11 de diciembre de 2015 a las 05:00

Por suerte ganó Macri. El proceso K fue una imagen viva del populismo más berreta, con su saga de corrupción y patoterismo rampantes. Macri es diferente. Como empresario sabe que las cosas tienen su costo; que hay que invertir algo para conseguir algo; que regalar plata para conseguir votos es mal negocio porque pronto uno termina sin la plata y sin los votos.

Por Luis Romero Álvarez, especial para El Observador

A diferencia de lo que la mayoría cree, yo pienso que Macri se va a lanzar a una política de shock en cuanto resuelva un solo tema: el financiamiento externo. Con financiamiento abierto, Argentina crece y con crecimiento paga todo, lo viejo y lo nuevo. Si Macri arregla afuera y le abren el grifo por unos US$ 20 o 30 mil millones, de inmediato va a levantar las detracciones, liquidar los ROE, terminar con los subsidios a la energía y al transporte, eliminar planes sociales absurdos y terminar el control de cambios.

Con esta revolución, Argentina se pondrá en marcha aunque se produzcan turbulencias; pero serán pasajeras y se resolverán bajo el empuje de las fuerzas productivas enfocadas a invertir, crecer y exportar. Y como los de afuera también juegan su partido, querrán que a Macri le vaya muy bien para que se compare positivamente con el desastre K.

Este escenario tendrá repercusiones en Uruguay. En primer lugar, esa visión cortita que piensa que al Uruguay le va bien si a Argentina le va horrible, es absurda. A Uruguay le va bien si al mundo le va bien, si a la región le va bien y si acá hacemos las cosas bien. Con Argentina y Brasil en el suelo a Uruguay no le puede ir bien.

En segundo lugar, lo que nos golpeó mucho fue el acuerdo de intercambio de información fiscal dado a un gobierno que usó el fisco para hacer política (recuerden que al padre del alumno de Harvard que le hizo preguntas difíciles a Cristina le llegó la DGI al otro día). La Argentina K debió ser el último país al que Uruguay le aceptaba compartir información fiscal.

En nuestro sector agropecuario es posible que perdamos algunos buenos empresarios argentinos que vinieron a trabajar aquí, pero quedará su aporte que ya está incorporado a las mejores prácticas de nuestro agro; también es posible que resurja una competencia fuerte de Argentina en nuestros principales productos, lo que es parte del proceso normal y fecundo de crecer: hay que competir siempre y hacerlo contra los mejores nos hace bien, no mal.

Y también es buena para Uruguay la lección argentina en materia política: no sirve el populismo; no sirve el desparramo de planes sociales; no sirve mentir en las estadísticas; no sirve agrandar el Estado para dar más puestos de trabajo que no producen nada; no sirve sacarle más plata a los empresarios y a los trabajadores aunque sea "un poquito más"; no sirve pensar que lo político es más importante que las instituciones o sea lo jurídico.

De este lado del charco, a la mitad del país le caían bien muchas malas ideas K, pero el descalabro del fin de la era Cristina espero que haga reflexionar a varios. Y si a eso le sumamos el desastre de Dilma y el hundimiento del PT en un pantano de corrupción inexcusable, sumado al fracaso económico, entonces hay buen material para nuestra reflexión progresista. Y buena falta nos hace a nosotros también enderezar el rumbo. Si no, nos vamos a transformar en un país de cuidacoches, cuya única actividad es correr 20 metros para pedir una moneda.

Pero claro. ¿Quién quiere un trabajo formal si se pierde el sueldo solidario y uno puede pedir monedas sin rendirle cuentas a nadie? Esa es la visión progresista que achica nuestros países y los empobrece. Precisamos exactamente lo contrario: nada de vagancia; nada de sueldos de regalo a personas sanas y fuertes que pueden trabajar; nada de subsidios más o menos encubiertos; nada de inversiones públicas para producir perdiendo fortunas lo que el sector privado produce bien (como el portland); nada de disculpas y excusas para evitar que cada cual asuma sus derechos pero también y sobre todo sus obligaciones. Un país de primera es seriedad, excelencia, respeto a las leyes, trabajo duro de todos y honestidad siempre.

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