La prioridad es la atención médica

La atención a los niños enfermos de cáncer por el cuerpo médico de la desmembrada Fundación Peluffo Guiguens (FPG) es el factor primordial para definir la crisis creada en esa institución. Graves enfrentamientos entre la Comisión Directiva y los médicos estallaron hace siete meses por desacuerdos sobre el manejo de la FPG. El tema puntual, aunque no el único, que desató la crisis fue la objeción del cuerpo médico a la creación del Centro de Telemedicina en vez de volcar esos recursos a servicios asistenciales que consideraba más necesarios. La disputa se centró en el presidente de la fundación, Jorge Bartesaghi, y el respetado oncólogo Ney Castillo.
Este especialista acusó a Bartesaghi de ignorancia en el tema asistencial, de no tomar en cuenta las opiniones de los médicos y de haberse adueñado de la institución para manejarla como un club deportivo. Los médicos reclamaron la renuncia de Bartesaghi, pero el presidente de la FPG se negó y respondió destituyendo a Castillo en marzo. Debió restituirlo, sin embargo, bajo presiones de los demás médicos de la FPG y de los propios familiares de los niños que la fundación atiende. Igualmente ha acusado a Castillo de buscar poder personalista. Luego del fracaso de mediaciones para solucionar las profundas divergencias, 15 médicos de la fundación anunciaron finalmente su renuncia en masa a partir del 15 de julio y adelantaron que armarán una nueva estructura para seguir cumpliendo su función.
El camino aún no está claro. La FPG es una institución privada pero vinculada funcionalmente al Estado ya que, bajo un acuerdo operativo y de financiamiento parcial con el Ministerio de Salud Pública vigente desde el año 2000, atiende a los niños con cáncer en el Hospital Pereira Rossell. Los recursos que recibe del gobierno se complementan con aportes privados de diferentes fuentes para sus actividades, que incluyen un centro donde se internan niños del interior y se aloja a sus familiares. La fundación, que se ha convertido en símbolo de la lucha contra el cáncer infantil, maneja unas 8.500 consultas por año. Pero esta importante institución se ha fracturado, en medio de incertidumbre sobre lo que ocurrirá a partir del mes próximo, tema en cuya definición intervienen ASSE, el Sindicato Médico y la Facultad de Medicina.
Si la fundación desaparece o queda reducida a una operación menor sin su cuerpo médico es penoso pero secundario. Son igualmente secundarias las razones que puedan asistir a una u otra parte en esta larga disputa. Lo primordial es que no se resienta la atención a los niños, lo cual marca el camino a seguir. Al margen de los argumentos que puedan esgrimirse, la realidad ineludible es que los únicos capacitados para atender a los niños enfermos de cáncer son los médicos especializados en esa área. La conclusión obvia es que a quienes tienen diferentes formas de intervención en la dilucidación de la crisis no les queda otro camino que respaldar a un cuerpo médico de probada eficacia, por encima de un órgano directivo que, así sea o no competente como administrador, ciertamente no puede asistir a niños cuya supervivencia depende de la atención de los especialistas.