Aldo Centanaro, Félix Leborgne y Jaime Miller impulsores de la aerolínea de vuelos internos TravelAir que cerró en 2001.

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La sabiduría de capitalizar los fracasos empresariales

Pocas veces se repara en las empresas que se fundieron, sin embargo, los empresarios aseguran que salen fortalecidos de esa experiencia
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07 de agosto de 2012 a las 17:34

"Nunca confíes en un empresario que nunca se fundió”, recomienda el cofundador y director de la empresa de videojuegos PowerFul, Gonzalo Frasca.

Pocas veces se pone la mira en los fracasos empresariales, en aquello que se hizo con pasión y trabajo pero no resultó. Y lo cierto es que diferentes traspiés se han convertido en la llave maestra de muchos emprendedores para aprender de los errores y salir fortalecidos.

Este es el caso de Félix Leborgne, Jaime Miller y Aldo Centanaro quienes en el año 2000 decidieron crear una aerolínea que hiciera vuelos internos en Uruguay. Leborgne, ingeniero de profesión, contó a Café & Negocios que la idea surgió cuando los tres estaban haciendo un MBA del IEEM de la Universidad de Montevideo y como proyecto de fin de año debían crear una empresa. “Soy piloto y estoy relacionado con el mundo aeronáutico y en aquel momento no había nadie que volara al interior. Nos pareció que era una buena oportunidad hacerlo. Hicimos un plan de negocios y nos fuimos entusiasmando con la idea”, cuenta Leborgne, quien en ese momento tenía un negocio vinculado a la distribución de agua potable.

Por su parte, Jaime Miller, que es contador público, estaba trabajando en una empresa distribuidora de productos importados de alta gama; al tiempo que el ingeniero eléctrico Aldo Centanaro era gerente general de una empresa de productos eléctricos.

Juntos se embarcaron en el proyecto y TravelAir despegó. Si bien voló durante un año, el proyecto fracasó dado que la empresa no logró mantener el flujo de pasajeros y carga que esperaba, lo que la llevó a cerrar en octubre de 2001.

Para Leborgne, el fracaso se debió a muchos factores, pero la causa principal fue el bajo tráfico aeronáutico hacia el interior. “Los ómnibus van llenos y hay muchas frecuencias por día”, por lo que fue muy difícil llenar los aviones de TravelAir. A lo que se sumó la crisis económica que se empezó a gestar en 2001.

A una década de ese episodio, el empresario asegura que fue muy difícil desprenderse de un proyecto al que dedicaron “tanto cariño y dinero”. Sin embargo, reconoce que cuando los números no dan “no queda otra que cerrar”.

En este sentido, destacó el exitoso “plan de salida” que implementó TravelAir, que le permitió pagar todas sus deudas. “Pagamos desde el combustible hasta el BPS de los empleados. Y nos sentimos orgulloso de haber cerrado de una forma ordenada”, sostuvo.

Sin Touch

Otra empresa uruguaya que no funcionó fue Touch it! Su idea era implementar pantallas táctiles en las mesas de los restaurantes para que los clientes pudieran hacer los pedidos por esa vía y paralelamente ampliar datos del menú.
Los promotores del proyecto fueron cuatro estudiantes que en marzo de 2009 tenían, en promedio, 24 años. Nicolás Bistolfi y Fabrizzio Andreoli, hoy ingenieros, y Renzo Minicelli y Juan Pablo Silvera, egresados de Ciencias Económicas.

Uno de ellos vio que las pantallas táctiles se estaban implementando en Israel y sugirió hacerlo en Uruguay. Los jóvenes, que fabricaron ellos mismos las pantallas, obtuvieron un financiamiento de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) por US$ 20 mil, el apoyo del Fondo Emprender y hasta ganaron un premio internacional con su idea, sin embargo el emprendimiento no funcionó y cerró en marzo de 2011.

Nicolás Bistolfi, quien actualmente es socio de Woow, reconoció que la idea era muy innovadora y se avalaba en distintos círculos, pero que tuvieron muchos problemas, “entre ellos el costo”. Tal es así que Touch it! solo pudo colocar una pantalla táctil en La Casa Violeta.

A unos años de la experiencia, Bistolfi dijo que para el grupo la principal causa del fracaso fue que llegaron “muy temprano al mercado” con una idea muy innovadora. “Si lo hiciéramos en este momento sería totalmente diferente” ya que “ahora te comprás una tablet y tenés todo resuelto”, dijo.

Otro emprendedor que tuvo que sortear dificultades fue Gonzalo Frasca, actual director de PowerFul, una empresa que hace videojuegos, cuyo principal cliente es Cartoon Network. Si bien Frasca no quebró, durante algunos meses navegó en la oscuridad de pensar que su empresa se fundía, cuando en 2008 la crisis económica golpeó a EEUU, donde reside su principal cliente.

A tres años de esa dura etapa, Frasca afirma que de las crisis siempre surgen oportunidades “aunque suene trillado”. Contó que los empleados que en su momento despidió Cartoon Network en EEUU luego empezaron a trabajar en otras compañías importantes y lo empezaron a recomendar. “Casi como un milagro”, su cartera de clientes se empezó a diversificar .

Siempre aprender

En el IEEM están convencidos de que de los fracasos siempre se aprende. Por eso, durante los MBA se estudian casos de empresas –como Travelair– que se fundieron. Isabelle Chaquiriand, profesora del IEEM, explicó que las causas de fracaso varían en cada caso, no obstante trazó algunas generalidades.

Indicó que muchas veces se cree que lo que pasó fue “mala suerte” y quizá con “un buen análisis previo se podría haber evitado o por lo menos minimizado” el impacto. A su vez, advirtió que “en todo emprendimiento el fracaso es siempre una posibilidad”.

Ahora bien, también existen los casos donde todo se hace de forma responsable y también se fracasa. En esa situación, dijo Chaquiriand, lo importante es tener en cuenta el costo de salida “y estar seguros de que se puede resistir”.

La profesora indicó que en Uruguay el fracaso “se castiga más que en otros lados” porque es un país “donde todos se conocen”.

De todos modos, aclaró que si el emprendedor puede afrontar el costo de salida “eso lo valida a hacer otro emprendimiento y que la gente lo acompañe”.

Lo mismo opina el asistente de seguimiento a emprendedores del Programa Emprender, Santiago Aramendía, quien dijo a C&N que “toda la movida que se viene generando en torno de los emprendedores” está haciendo entender que “no es tan malo equivocarse y volver a empezar”. Asimismo, destacó todo el apoyo que reciben de las instituciones que apoyan el emprendedurismo hace que “cuenten con herramientas” para progresar en sus proyectos que antes no existían.

Volver a empezar

Lo cierto es que los emprendedores lograron salir fortalecidos de sus fracasos empresariales. En el caso de Félix Leborgne, de TravelAir, reconoce que no se planteó volver a emprender, pero actualmente está trabajando como ingeniero independiente. En tanto –sus ex socios–, Jaime Miller es gerente general de Zonamerica y Arturo Centanaro está llevando adelante un proyecto comercial nuevo en forma independiente.

Por su parte, Nicolás Bistolfi, de Touch it!, actualmente es socio de Woow, una empresa uruguaya de ventas online, a la que ingresó en la misma semana que se estaba cerrando Touch it!

Su ex socio Renzo Minicelli ingresó recientemente a Johnson & Johnson –luego de trabajar un tiempo en Mudis– al tiempo que los otros dos ex socios (Juan Pablo Silvera y Fabrizzio Andreoli) se desempeñan en diferentes compañías financieras. Bistolfi dijo que los cuatro siguen siendo muy amigos y cuando se juntan siempre están “tirando ideas”.
Es que, como dice Chaquiriand, del IEEM, “La persona debe tener claro que lo que falló fue el emprendimiento y no él como emprendedor”.

...

COLUMNA

El fracaso más grande es no haberlo intentado

Enrique Topolansky
Coordinador del CIE de Universidad ORT

Con el proverbio chino del título en mente es que quiero reflexionar sobre el fracaso empresarial. En términos generales, podemos afirmar que para nuestra sociedad el término fracaso conlleva una clara connotación negativa, la que recae de manera severa sobre aquellas personas que no alcanzan el resultado esperado.

Esta visión se contrapone con la que tienen los emprendedores exitosos, quienes prefieren correr el riesgo de fracasar que vivir la vida con el sinsabor de no haberlo intentado. Entonces es que emprender conlleva un alto compromiso e involucramiento con el proyecto que suele atar la suerte del emprendedor a los resultados del emprendimiento. Es por tanto muy difícil que, si fracasa, su participación en el proyecto pase inadvertida, sino que el fracaso afecta su imagen social, personal y su situación económica. Sin embargo, según datos del Global Entrepreneurship Monitor (GEM), la barrera del fracaso actúa como un inhibidor solamente en el 27,7% de los casos.

Esto muestra que quienes emprenden están dispuestos a pagar el precio que impone la sociedad como parte del riesgo controlado que asumen al perseguir sus sueños.

El emprendedor, como parte de su crecimiento personal, irá forjando el carácter que le permitirá sobreponerse a los momentos difíciles. Como parte de este proceso, toma conciencia de que el proyecto puede fracasar, pero que es él quien no puede fracasar en dejar de perseguir su sueño. Es en este decisivo momento cuando el emprendedor ha logrado conocerse a sí mismo, encuentra en su interior la fuerza necesaria para sobrellevar el fracaso, dar vuelta la página y levantarse tantas veces como sea necesario en busca de nuevos horizontes.

Quienes fracasan aprendiendo no se atan a los viejos paradigmas, están dispuestos a innovar, a recorrer nuevos caminos.

Ellos cuentan con la actitud correcta, la experiencia ganada y los anticuerpos necesarios para librar las nuevas batallas que les permitirán alcanzar sus sueños.





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