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La sanación teatral de Coco Rivero

Tras 13 años, el director retorna a la interpretación con Temporada Amarilla, en el Teatro Alianza
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29 de abril de 2016 a las 05:00

Montándose los viernes en el teatro Alianza, Temporada Amarilla surgió durante el tratamiento de quimioterapia de Rivero, que se enfrentó a un cáncer a mediados de 2014. Tras realizar un curso de autoficción con el dramaturgo Sergio Blanco, su colega y compañero Leonardo Martínez le propuso a Rivero la posibilidad de convertir aquello en algo más: "Vos, que sos lo que sos, tenés que hacer algo con este dolor".

"Vos, que sos lo que sos, tenés que hacer algo con este dolor", repite Alberto "Coco" Rivero fuera y dentro del escenario, volviendo a la interpretación por primera vez en más de una década. Sin embargo, la proeza no está solo en el retorno ni en los años pasados, sino también en el relato mismo, Temporada Amarilla, que conjuga humor, drama y poética para hablar sobre una enfermedad que no muchos se atreven a mencionar.

Luego de un año de trabajo, construcción y ensayos, el resultado es una obra unipersonal, escrita y dirigida por Martínez, en la que un personaje, José (Rivero), recorre un camino de fuertes transiciones narrativas que, aunque esté signado por la enfermedad, es atravesado por la luminosidad del personaje, su necesidad de lograr "que le nazcan células nuevas".

Aunque el drama pueda parecer el único tono para una temática de tal delicadeza, la obra opta por explorar el humor con el lenguaje verbal y corporal de Rivero, e incluso en las mismas postales que propone, con el actor cantando Azuquita pal café o arengando a jugadores de fútbol imaginarios en el entretiempo, en un partido casi perdido.

"Lo del humor fue una mirada muy lúcida de Leo. Los que me conocen saben que soy más bien de voz grave, y soy más aburrido. José tiene una enorme simpatía, una mirada luminosa y optimista de la vida. Es un personaje de enorme aceptación e inteligencia, y eso me ayudó a trabajarlo desde ese lugar, a reírme. Esa época de mi vida la he aceptado para mí, la he ganado con mucho humor", agrega Rivero.

No obstante, como es fundacional para la autoficción, José es Rivero y, concomitantemente, es una ficción en sí mismo. "José es una creación artística de Coco Rivero trabajando con Leonardo Martínez", señala el actor. "Él es una pieza artística que tiene todo lo que le dimos, que se encarna en mi cuerpo y en mi voz, pero que es un evento artístico. Yo lo he hecho pulsar a consciencia. José es 100% Coco y no tiene nada de mí. Lo que tiene es en general cosas que no muestro en mi vida cotidiana, cosas que son parte más secreta, que las reservo".

Desde un principio, el trabajo entre Rivero y Martínez incluyó conversaciones sobre Hamlet y Primo Levi, así como "deberes" para el actor, como los menciona Rivero: escribir lo que sucedía en cada una de las sesiones de quimioterapia, armar una arenga, preparar un recital de música e identificar 10 momentos que lo emparentaran con Hamlet.

"Fue un lugar intenso, un año y pico de convivir todo el tiempo con el tema, pero desde otro lugar. Eso me ayudó también a poetizarlo durante la quimioterapia. Fue muy inspirador pensar en que uno tiene que poetizar una situación de esa forma. También hacerlo para que sea algo fuerte, pero que no se asocie solo con la muerte y sea un tabú".

Como soportes, la obra utiliza voz en off y proyecciones de fotografías y visuales en una de las paredes de la escenografía, que funcionan de forma orgánica otorgándole nuevas dimensiones a la interpretación, un oficio con el que Rivero se estaba vinculando solo desde la dirección.

Su rol anterior como actor fue en 2003, con La cinta magnética, una experiencia "increíble, maravillosa", pero con una última función sin público. "Eso fue un mensaje claro: no te quiso ver nadie. Me enseñó a buscar la forma de querer compartir. Porque a veces en el teatro queremos que nos vengan a ver, no compartir. Estuvo buenísimo ese momento. Nadie te quiere ver. Vas a tener que salir desesperadamente a encontrarte con alguien si querés ser escuchado".

Gracias a esta obra, poniéndose nuevamente en el lugar del dirigido y no del director, Rivero corroboró también la necesidad de la confianza entre el equipo y el rol empático del teatro. "Cuando lo que decís te gusta, te mueve, habla de vos... Eso es lo que yo quiero hacer, y lo que quiero transmitir cuando doy clases, reivindicar ese lugar. Porque si no se genera la empatía, no hay teatro. Más allá de la técnica, si no está ese primer lugar, todo es una gran mentira demasiado expuesta

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