Maduro ha delegado prácticamente todos sus poderes administrativos al jefe del Ejército de Venezuela, Vladimir Padrino.

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La última carta de Maduro

Difícilmente el jefe del Ejército, nuevo factótum del gobierno, pueda paliar la crisis
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17 de julio de 2016 a las 05:00
E l gobierno de Nicolás Maduro se enrocó esta semana en el mando de los militares para buscar una salida a la consabida y profunda crisis humanitaria que vive Venezuela. El mandatario venezolano sorprendió el martes (si cabe una sorpresa más en Maduro) entronizando al general Vladimir Padrino como una especie de zar ministerial, a quien habrá de subordinarse todo el resto del gabinete y a quien ha confiado el abastecimiento y la distribución de alimentos.

Parece una declaración de incompetencia. Maduro ha delegado prácticamente todos sus poderes administrativos en el jefe del Ejército y ministro de Defensa ante su imposibilidad de frenar el brutal desabasto y la debacle económica en que ha sumido a Venezuela.

El hijo putativo de Hugo Chávez tira la toalla después de tres años de no dar con la tecla para enderezar el rumbo de la economía y aliviar las penurias que, un día sí y otro también, viven los venezolanos. Esto había quedado palmariamente demostrado dos días antes de la entronización de Padrino, cuando en el estado de Táchira se dispuso la apertura de la frontera con Colombia. Decenas de miles de venezolanos se precipitaron en avalancha para conseguir alimentos, medicinas y lo que pudieran en la ciudad colombiana de Cúcuta.

Fue un espectáculo dantesco, de esos que se ven en países que han sobrellevado una guerra interminable y cruenta, pero en un país en paz, que no ha tenido conflictos armados y que posee las mayores reservas de petróleo del mundo.

Maduro le achaca la escasez a lo que llama "la guerra económica de la burguesía". Según él, los empresarios dejan de producir o almacenan sus productos para provocar la caída de su gobierno. La realidad es que el desabasto se produce cuando hay controles de precios como los que él ha sostenido durante sus tres años de mandato.

No hay que ser economista para saberlo, porque la historia se repite desde la Antigüedad con las políticas de control de precios. Como se repitió en el Imperio Romano en épocas de Diocleciano, y durante el mercantilismo, luego con los Jacobinos en la Revolución Francesa, que provocó una escasez tan descomunal en la Francia Revolucionaria que hizo rodar la cabeza guillotinada de Robespierre, y en la Unión Soviética; y dondequiera que se hayan aplicado las políticas de control de precios en forma sostenida, se ha producido una brutal escasez. Porque ningún empresario puede vender por debajo de sus costos; nadie produce a pérdida. Eso es Economía I.

El cuadro desolador se completa con el control de cambio, que ha secado la plaza venezolana de dólares para adquirir productos de importación.

Maduro no lo entiende así, se mantiene en sus trece con el modelo económico, y cree que Padrino lo va a sacar ahora del atolladero. Es posible que el militar ordene un poco la cadena de distribución, pero que vaya a recomponer todo el sistema y pueda frenar la escasez sin tocar la política económica se ve difícil. En cualquier caso, con todos los poderes que le ha otorgado y con todas las carteras bajo su mando, Padrino puede hacer ahora virtualmente lo que quiera, incluso dar un golpe de timón a la política económica.

Habrá que ver si le da el rollo para tanto. Para no hablar de la imagen que da un militar haciéndose cargo del poder civil y, encima, aplicando cirugía mayor a las políticas de gobierno. Aunque bien vistas las cosas, hacer caer aun más la imagen de Maduro debe de ser tarea más complicada incluso que sacar a Venezuela de la crisis.

Para colmo, el régimen se empecina en ponerle trabas a lo que el secretario general de la OEA, el excanciller uruguayo Luis Almagro, llama "el canal humanitario". Se trata de productos básicos y medicinas que los venezolanos en el exterior han podido enviar a Venezuela a través de Lilian Tintori, la esposa del preso político Leopoldo López. Almagro acusa a Maduro de negarle a los venezolanos esta ayuda y de agravar así la crisis humanitaria.

El jefe de la OEA mantiene una firme postura con el régimen venezolano —insistiendo en que Maduro debe darle paso a la celebración de un referéndum revocatorio este año—, a pesar de que el uruguayo salió bastante magullado el mes pasado, cuando el Consejo Permanente no lo apoyó en su empeño de aplicarle la Carta Democrática Interamericana a Venezuela y tomó las de villadiego.

El escenario ha variado un poco desde que el desaguisado se trasladó al sur. Esta semana Paraguay, Brasil y Argentina se opusieron a la transmisión de la presidencia pro témpore del Mercosur, en manos de Uruguay y que correspondía ahora a Venezuela. Y el gobierno uruguayo quedó en una posición harto complicada, al insistir en solitario con entregarle la conducción del bloque a Maduro.

Finalmente el impasse se habrá de zanjar a fin de mes en el Consejo del Mercosur. Pero la recomposición del escenario ha dado nuevos bríos a Almagro para contraatacar. En una entrevista desde Washington con el canal NTN24, el exministro uruguayo dobló la apuesta: Volvió a insistir con la realización del referéndum revocatorio en Venezuela, criticó la mediación de los expresidentes Rodríguez Zapatero, Leonel Fernández y Martín Torrijos y sostuvo que, a su juicio, la Carta Democrática estaba "en pleno proceso de aplicación".

Y de paso, cañazo: Aprovechó para contestarle al expresidente Mujica, que le ha dicho adiós a quien fuera su canciller, tras el giro copernicano que este pegó respecto de Venezuela una vez al frente de la OEA. "Mujica dijo que la gente no come de revocatorio", recordó Almagro. Y remató: "Lo que sabemos es que la gente no come con Maduro. Con el revocatorio, tal vez pueda tener una solución".
Hechas las sumas y las restas, parece que el panorama se ensombrece para el gobierno de Venezuela.

Y se ve difícil que el nombramiento de Padrino como el nuevo hombre fuerte en Caracas pueda apaciguar todas las placas tectónicas que ahora mismo se mueven con fuerza bajo el Palacio de Miraflores.

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