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Larrañaga a Mujica: "Sus razonamientos someten a las instituciones al desprestigio"

En una carta abierta, el líder blanco dijo que el mandatario intenta "amedrentar" opositores
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18 de marzo de 2013 a las 18:52

El líder blanco Jorge Larrañaga (Alianza Nacional) divulgó una carta abierta al presidente José Mujica en la que acusa al mandatario de intentar “amedrentar” opositores y “apagar voces ciudadanas” al descalificar las posiciones ajenas con un lenguaje ofensivo.

“No estamos ante una excentricidad, su conducta, por la desproporción entre su posición y la del resto, supone colocarse en las antípodas de la pretendida humildad que proclamara”, escribió el senador blanco.

A continuación transcribimos la carta completa de Larrañaga:

"La democracia “participativa” se construye, no sólo con elecciones libres de los gobernantes cada tanto tiempo, sino con la discusión pública y permanente de los temas nacionales que debe ser, a la vez, transparente en los datos, objetiva en los argumentos y libre en su expresión. Así, de ese modo, se va construyendo la conciencia colectiva, la moral general y la convivencia en paz. En el desarrollo de esa discusión pública tienen un rol fundamental los gobernantes, los dirigentes políticos y sus Partidos, la prensa libre y las organizaciones sociales como los sindicatos y sus dirigentes, los empresarios, los grupos profesionales y los “colectivos sociales”.

Universalmente se ha establecido en las democracias que se precian de ser realmente “participativas” que deben cumplirse determinadas reglas en la elaboración de la discusión. Una de ellas, quizás la primera, es guardar la debida consideración y respeto hacia los otros actores sociales.

Y bien, Usted Sr. Presidente, quien tiene por el cargo que ocupa y el poder público que ejerce, la responsabilidad de comportarse ejemplarmente, en la discusión (en la elaboración del “discurso racional”) es quien – violando esa regla básica – ha reiteradamente recurrido a la descalificación personal de quienes no piensan como Usted o quienes por alguna circunstancia le molestan en el desempeño de su cargo.

El respeto, supone la propia extensión de la idea de tolerancia, de conocer y aceptar la condición "del otro", y asumirla con el valor de ser tan valiosa como la propia, y por tanto, básica para la coexistencia armónica y pacífica.

Las afirmaciones ligeras, extralimitadas, pero sobre todo ofensivas, a las que usted es cada vez más recurrente, erosionan el lenguaje, pero sobre todo, entrañan una suerte de violencia moral, destinada inexcusablemente a dividir a nuestra sociedad, generando estériles visiones maniqueas.
Sr. Presidente, considero que cuando Usted agravia a los demás no lo hace por inadvertencia, no se extralimita por distracción, es una estrategia diseñada que le rindió sus frutos en el debate político desde que ingresó al Parlamento.

Es más fácil descalificar al contradictor que defender racionalmente las ideas.
Ahora, cuando el que agravia es el Presidente de la República, despierta una gran injusticia para los demás ciudadanos. Sabe muy bien, que el agraviado de turno no está en igualdad de condiciones a la hora de responderle. Contestarle con otro exabrupto, significaría ir contra la institucionalidad y en este país la gente no fue educada para eso.

No me corresponde ni quiero ser el censor del ciudadano, pero sí me corresponde señalarle que Usted, no "habla mal", Usted obra mal.

No estamos ante una excentricidad, su conducta, por la desproporción entre su posición y la del resto, supone colocarse en las antípodas de la pretendida humildad que proclama.

Es una actitud de mala utilización del poder, que amedrenta la conciencia de quienes discrepan, que pretende apagar voces ciudadanas, cuando es Usted, quien precisamente, tiene el deber constitucional de proteger y a quienes debe garantizarles la más amplia libertad de expresión.

Si usted considera que con esas actitudes se aproxima al pueblo, se hace entender mejor, que transitando sinuosamente por los caminos linderos a la chabacanería, se acerca a nuestro pueblo, se equivoca y es, a la vez, despreciativo del valor de nuestra gente.

Pero no pretendo la exégesis de su comportamiento. Sí la atención, por la afrenta a que nos somete al hundir a la institución Presidencia en las oscuras aguas del mar de la procacidad y la vulgarización.
Sus razonamientos públicos, colocan a algunos uruguayos por debajo de la dignidad que se merecen, someten a las instituciones al desprestigio, y en definitiva, propician estériles, mentirosas e inexplicables divisiones entre los uruguayos.

Qué noción de respeto pueden impartir nuestros maestros, y profesores, los padres uruguayos, si es Usted Presidente, quien a diario, contribuye con sus dichos y hechos a socavar la cultura de los uruguayos.

El ciudadano Mujica puede tener la indulgencia, hasta la impunidad para hacer y decir cuanto quiera y en el modo que prefiera. Pero el Señor Presidente no. El Señor Presidente nos debe, a todos los uruguayos, respeto y consideración.

Le pido, como ciudadano y padre, no que se abstenga de sus opiniones, no le solicito posiciones impostadas ni que pierda autenticidad o coherencia, no le reclamo que se silencie ni que diluya las polémicas, al contrario, esperamos que acentúe la discusión pública sobre cuáles son para Usted las soluciones a los grandes problemas de nuestros compatriotas.Pero con argumentos de fondo, expuestos con claridad y siempre respetando a los contradictores y al auditorio absteniéndose del agravio, de la descalificación, que transgreden la línea del respeto por la dignidad de las personas.

El literato español Armando Palacio Valdéz, señalaba que "la oratoria política es el arte de decir vulgaridades con corrección y propiedad", esta frase, no es enteramente compartible pero se aplica a esta situación en cuanto, la corrección hoy falta, y la propiedad en los razonamientos, ha sido sustituida por retórica vacía y diminutoria.

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