Algunos dirigentes de los partidos tradicionales se lamentan tras las elecciones municipales como doncellas magreadas a las que nadie advirtió del peligro. Mientras, en el oficialismo frenteamplista, vaya uno a saber si por temor al futuro de la Intendencia de Montevideo o debido a una preocupación genuina por cuidar las instituciones de peligrosos advenedizos, en vez de lamentarse han optado por el ninguneo.
“Como la democracia se basa en las instituciones, vamos a hablar con las instituciones”, dijo el triunfante frenteamplista Daniel Martínez en relación a qué importancia le dará al candidato de la Concertación, Edgardo Novick, que obtuvo el 21% de los sufragios, o sea más de 200 mil votos.
Martínez, quien hizo una campaña perfilándose como un caballero que no agredió ni entró en ninguna provocación, con estas declaraciones que insinúan que ignorará al empresario se ubica en el peor de los lugares en el que un político puede posicionarse en relación al resultado de una elección: negar la voz de la gente, en este caso, quizás, porque él cree que Novick, el outsider, puede ser un peligro para el sistema de partidos.
En los partidos tradicionales, que ante un gobierno que un día te decía una cosa y otro otra, ejerció una oposición vacilante y sin peso, ahora ven a Novick como sapo de otro pozo.
Que pescó adentro, que no mejoró la votación, que es un recién llegado que vaya a saber con qué se sale. Si es así, entonces habrán demostrado que la Concertación más que un boniato era un queso, con una cara que vendía un proyecto político en serio con ansias de futuro, y otra cara electoralista, de alianzas entre quienes no se pueden ver pero con tal de embromar a un tercero apelan a la promiscuidad electoral.
No parece un político, tiene actitudes antipáticas para con posibles socios, para con los adversarios, para con los periodistas; metió, dicen, mucha plata para llegar adonde llegó (como si el resto no metiera también, con la diferencia que Novick puso de la de él y el resto pone la de la caja pública y la que logran de beneficiarios anónimos) y que se encamina a revivir la derecha reaccionaria.
Será lo que será, pero 200 mil uruguayos le dieron su voto y lo único que se espera es que el sistema de partidos le tenga el respeto que tal logro le da. Lo demás es politiquería, ninguneo barato, trampas a quienes votaron por el empresario, actitudes todas que son un peligro institucional mucho peor que cualquier outsider.
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