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Ley de acceso a libros para ciegos está estancada desde 2009
Según el Censo 2011, en Uruguay hay un 16% de personas con discapacidad, de las cuales 300.000 aproximadamente presentan alguna dificultad visual. De estos 4.219 son no videntes. De esta manera, la ceguera se ubica como la mayor incapacidad del país. Sin embargo, solamente un 1% de los libros –al igual que en el resto de América Latina– se encuentran adaptados a formato para no videntes, ya sea braile, digital o macrotipo, lo que supone una enorme dificultad para que las personas privadas de visión puedan estudiar.
Tal es así que según las cifras que maneja la Unión Nacional de Ciegos del Uruguay (UNCU), los niños ciegos terminan Primaria a los 15 años aproximadamente. El 80% comienza Secundaria y lo hacen a partir de los 18 o 20 años. De los que terminan el liceo, solo el 3% ingresa a la Universidad, pero obtiene el título un número aún más reducido, del cual no se tiene una cifra exacta.
Y es que no tener acceso a los libros representa para las personas no videntes “un problema tremendo” que imposibilita la formación. Por esta razón, Gabriel Soto, presidente de UNCU, afirmó a El Observador que los problemas de aprendizaje entre personas ciegas son muy comunes y “es muy reducido el número de quienes se pueden formar íntegramente”.
Ante este problema, la UNCU insiste desde hace tiempo en la necesidad de una ley que establezca excepciones a los derechos de autor de forma que las personas no videntes puedan tener acceso a todos los textos sin limitaciones.
En 2009 el Ministerio de Educación y Cultura (MEC) redactó un proyecto de ley, en el que se establecen las excepciones y limitaciones al derecho de autor, pero la iniciativa no prosperó.
Entre otras cosas, el proyecto de ley establece que “en aras de promover una acceso sin discriminación para todas las personas a la información, la cultura y la educación, se permite la utilización de una obra lícitamente publicada para adecuarla a formatos aptos para quienes padezcan discapacidades lectoras y sensoriales, siempre que dichos usos se realicen sin fines de lucro y no se les otorgue una finalidad distinta”.
Esto obligaría a las editoriales a facilitar la versión digital de sus textos para que éstos puedan ser transformados a formatos aptos para no videntes: braile, digital (para leer con lectores de pantalla) o macrotipo para personas con baja visión (con un tamaño de carácter mucho mayor).
Con cambios
El director de Derechos de Autor del MEC, Alfredo Scafati, reconoció que el proceso del proyecto fue “largo”. Scafati explicó que el anteproyecto fue elaborado por el Ejecutivo y organizaciones sociales en 2009 pero quedó estancado dos años. Recién en 2011 comenzó a ser tratado por una subcomisión de legisladores, donde están los senadores Rafael Michelini y Enrique Rubio.
Los legisladores trabajan en actualizar el proyecto formulado en 2009 a la realidad de tres años después. “El tema es buscar los equilibrios entre el legítimo derecho del autor y de quien tenga los derechos y el de la población de acceder al conocimiento”, dijo a El Observador. En ese sentido debe ser contemplada la normativa internacional, donde la Unión Europea y Estados Unidos se oponen a este tipo de iniciativas, señaló Scafati.
El jerarca señaló que el texto ingresará al pleno del Senado recién sobre fines de este año o principios de 2013.
Unión de ciegos cuestiona no poder acceder a textos
Reclamo. En Uruguay son pocas las editoriales que facilitan la versión digital de sus textos para transformarlos en formatos para no videntes. "Hay un tema crucial, un tema urticante y es que en general las editoriales casi no permiten tener acceso a los originales en formato digital" por un tema económico, advirtió el presidente de la Unión Nacional de Ciegos del Uruguay (UNCU), Gabriel Soto.
"Nosotros no estamos pidiendo que ellos tengan que hacerlo (traspasar el texto a formato para no videntes). Para eso están las organizaciones. El tema es que lo ven como una pérdida porque tienen temor de que los textos se difundan a personas que sí son videntes", explicó el presidente de UNCU.
Por esta razón, ante la falta de ayuda de las editoriales, hoy día las instituciones que facilitan los libros en formato para ciegos, como la UNCU y la Biblioteca Braille del Uruguay, se ven expuestas a una tarea minuciosa, que consiste en primer lugar en desarmar el libro, luego escanearlo, en tercer lugar hacer las correcciones pertinentes y, por último, realizar estas en forma manual.
"Si tuviéramos el texto en formato digital nos sería muchísimo más rápido y después lo podríamos distribuir más fácilmente a la persona que lo necesite en el formato que quiera", señaló Soto.
El trabajo que realizan estas instituciones está lejos de ser una producción industrial. Por el contrario, el titular de UNCU explicó que se trata de un trabajo manual y a demanda.
"Cuando los chicos nos piden los libros, los hacemos. No existe una producción de un stock de tantos libros por año", afirmó, al tiempo que resaltó que se trata de una tarea meramente financiada por ellos mismos y que no recibe subsidios del Estado, a no ser algunos proyectos que se trabajan con el MEC.
Este año, por ejemplo, Primaria imprimió unos 200 ejemplares de libros de textos y el Centro de Recursos de Secundaria, cuando algún alumno lo necesita, facilita libros de física, química y matemática.
