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Los catalanes franceses temen perder más que su nombre

La región del centro-sur fronteriza con España se llamará Occitania
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24 de septiembre de 2016 a las 05:00
Por Raphael Minder
New York Times News Service

Qué hay en un nombre? Mucho, al parecer; al menos si se le pregunta a los catalanes franceses que viven en el rincón sur del país, alrededor de Perpiñán.

Cuando el Parlamento francés aprobó un plan para consolidar a las regiones del país para poder incrementar su influencia y reducir los trámites, hizo más que disminuir la cantidad de 22 a 13.

Enardeció una crisis de identidad catalana que se ha propagado como un fuego incontrolado desde el otro lado de la frontera con España, donde ya es ardiente.

De acuerdo con el cambio, esta región, la de Languedoc-Rosellón, combinada con la vecina Mediodía-Pirineos, tendrán un nombre nuevo: Occitanie (Occitania en español), que se escogió después de que las autoridades regionales le pidieron a la gente que votara en internet a partir de una lista de posibilidades.

Bastante simple. Si tan solo fuera así.

Los más o menos 450.000 catalanes franceses –o catalanes del norte, como la mayoría de las personas se hacen llamar aquí– consideran que el nuevo nombre borra del mapa su presencia. En Perpiñán, que alguna vez fue una importante fortaleza militar, los oponentes al nombre Occitania están determinados a resistir.

Conforme se acerca la fecha límite del 1° de octubre para realizar el cambio formal, se han intensificado las protestas. Se había planeado una gran manifestación en las calles de Perpiñán, así como una apelación para oponerse al nuevo nombre con el argumento de la discriminación ante el Consejo del Estado, el principal tribunal administrativo.

Identidad propia

Los catalanes también quieren agregar al menos dos palabras al nombre Occitania: País Catalán.

"Un nombre da identidad, así es que esta reforma ha hecho que estemos más conscientes de quiénes somos realmente, en especial porque se nos está diciendo que enterrarán nuestra cultura bajo un nombre que nunca ha sido nuestro", notó Sylvia Andolfo, quien colocó una bandera catalana fuera de su pastelería en esa ciudad.

Las protestas por el cambio de nombre han recibido cierto apoyo institucional. Algunos alcaldes locales estuvieron de acuerdo en añadir letreros que digan: "el Catalán" debajo de los nombres de las ciudades a lo largo de los caminos.

Los catalanes en esta parte de Francia se convirtieron en súbditos del rey Luis XIV de Francia de conformidad con un tratado de paz en 1659, por el cual se agrandó el país y se creó una nueva frontera con España a lo largo de los Pirineos.

El replanteamiento más reciente del mapa administrativo de Francia y la disputa que ha causado coinciden con un conflicto territorial no relacionado en el lado sur de los Pirineos, sobre si el gobierno regional catalán, con sede en Barcelona, se puede separar de España.

La mayoría de los habitantes, no obstante, definen a su identidad catalana como cultural más que política. Por ejemplo, Andolfo, la dueña de la pastelería, si bien siente simpatía por los catalanes que se quieren separar de España, no expresó ningún deseo de ver a los catalanes franceses hacer lo mismo con Francia.

También existe cierto descontento por los cambios de nombres en otras regiones, como Alsacia, Lorena y Champán-Ardenas. "Hay muchas personas por todo el país que no están contentas con los nuevos nombres, pero nuestro caso es más serio porque el nombre ha desencadenado no solo un sentimiento de exclusión, sino también una situación de discriminación", arguyó Hélène Legrais, una escritora de Perpiñán cuyas novelas históricas se tratan, en su mayor parte, sobre los catalanes franceses.

No obstante, algunos emprendedores catalanes creen que era poco realista esperar que sus conciudadanas, que ahora representan menos de una décima parte de la población de la región más grande, persuadieran a otros habitantes para que reconocieran completamente a la cultura catalana.

En lugar de mencionar a Occitania o Catalán, dicen, para la región agrandada se pudo haber optado por Pyrénées-Méditérranée, un nombre que es culturalmente neutro, pero resalta las montañas y el mar de la región. "En un entorno de globalización, deberíamos habernos aprovechado por completo de nuestros dos increíbles activos naturales, por los que todos nos envidian y nadie disputa", dijo Bernard Guasch, el dueño de una compañía de carne y de un club en la liga de rugby, llamado Catalans Dragons.

El primer ministro (catalán) no ayuda

Occitania es un término más bien cultural que político, que data de la Edad Media y se refiere a una vasta zona del sur de Europa, donde la gente habla occitano, una lengua romance derivada del latín.

Pero Occitania "no significa nada para nosotros", dijo Brice Lafontaine, el presidente de un partido llamado Unitat Catalana. "Somos los catalanes del norte y queremos seguir existiendo como tales".
Algunos también están molestos porque Manuel Valls, el primer ministro, se ha mantenido al margen del debate. Valls nació en Barcelona y habla catalán.

De hecho, Lafontaine llamó "traidor" a la causa catalana a Valls. "¿Se puede imaginar a un francés que vaya a Quebec y luche en contra del reconocimiento de la cultura francesa allá?", dijo Lafontaine. "Eso es justamente lo que ha hecho Manuel Valls aquí".

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