El desconcierto y las rispideces en que deambula el oficialismo en torno a ANCAP se agudizaron con el informe de la diputada Lilián Galán durante la sesión en que la bancada del Frente Amplio aprobó inyectarle recursos cuantiosos para salvar al ente petrolero. El documento leído por Galán incluyó el descubrimiento histórico en materia económica de que una empresa puede ser eficiente aunque dé pérdidas. "No solo es eficiente lo que da ganancias", afirmó la diputada, ignorando que las pérdidas en cualquier empresa, pública o privada, son siempre prueba irrefutable de inviabilidad y el camino seguro a la desaparición, especialmente si se suceden sin pausa a lo largo de los años, como es el caso de ANCAP. A lo que no se exige ganancias es a una ONG, pero ANCAP no ha sido convertida en tal, por el momento.
Galán trató de justificar el dislate técnico con el argumento de que la función social del ente justifica que llegara al borde de la quiebra. Siguiendo su línea de razonamiento, UTE, ANTEL y las demás empresas estatales de servicios a la sociedad podrían acumular inmutablemente déficit año tras año, confiadas en que, como ha ocurrido con ANCAP, los uruguayos proveerán recursos inagotables con sus impuestos para financiarlas. O tal vez, como alternativa más realista, se ha encontrado la forma de llegar al cuenco de monedas de oro al pie del arcoíris.
La reversión de la lógica económica no fue el único traspié del informe. Fue redactado en el MPP del expresidente José Mujica, pero presentado como posición de todo el Frente Amplio. Bastó escucharlo, sin embargo, para que varios diputados oficialistas disintieran abiertamente en la cámara con la teoría emepepista, desgranada en el documento, de que quienes condujeron y conducen a ANCAP están libres de culpa porque el verdadero villano de la historia es el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF).
Pese a las peleas entre los dirigentes frenteamplistas, que se culpan unos a otros para evitar asumir sus responsabilidades en el desastre, los 50 diputados que le dan mayoría propia al oficialismo finalmente aprobaron el rescate financiero. Pero su enorme costo para el bolsillo de todos los uruguayos es apenas una medida de emergencia que no soluciona las claudicaciones que llevaron al ente al crítico estado actual. La condonación de una deuda de US$ 622 millones con el MEF y el préstamo de la CAF por US$ 250 millones le lavan la cara al pasivo y al balance anual de ANCAP, pero no a sus deficiencias. Las flaquezas de estructura persistirán a menos que se la reforme drásticamente, necesidad que ni se menciona. Y pone en duda la rectificación de errores el hecho de que continúen al frente de la empresa los mismos directores y gerentes que, junto con jerarcas anteriores, condujeron al desastre.
El gobierno ha prometido vigilar más de cerca a ANCAP para evitar los malos negocios y los descuidos financieros en que incurrió a lo largo de los años, comprobados por la comisión investigadora del Parlamento. Pero, aunque se controlen sus operaciones y gastos futuros, la baja productividad de su sobrepoblada refinería y los traspiés deficitarios de sus empresas laterales seguirán drenando recursos fiscales y castigando a toda la población. Es secundario el adverso impacto político de la crisis para la alianza de izquierda. Lo realmente grave es la nueva confirmación de que el sistema estatal monopólico conduce inexorablemente al fracaso por desidia e ineficiencia de gestión, lección que tantos dirigentes se niegan a aprender.
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