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Los famosos de Halloween

Las figuras míticas asociadas con Halloween han encontrado su origen en el miedo más antiguo: lo desconocido
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31 de octubre de 2015 a las 05:00

El conde de los colmillos

Dracula
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Antropólogos e historiadores han identificado las raíces de los míticos vampiros en culturas antiguas alrededor del mundo, a través de leyendas romanas, hebreas, indias, griegas, egipcias y chinas, en las que muertos vivientes eran capaces de chupar la sangre de los mortales. Las causas para que estas historias surgieran se han rastreado en la religión, la medicina y los conflictos sociales, así como en la incapacidad de comprender sucesos inexplicables e incluso conceptos como la descomposición y las infecciones.

La autora e investigadora Susannah Clements resume que las leyendas de vampiros emergieron como una mezcla de creencias primitivas, folclore europeo e influencias cristianas. Sin embargo, las diversas historias no siempre atribuían a los vampiros las mismas habilidades o características, aunque algunos elementos sobrevivían de una cultura a otra. La figura del vampiro se robusteció en los siglos XVII y XVIII en el este europeo, con historias de campesinos que retornaban de la muerte para sembrar el temor entre los pobladores. El miedo se tornó masivo y se difundió a lo largo de Europa, fomentando la superstición.

El impulso definitorio provino de la literatura: The Vampyre (1819) fue la primera historia moderna, mientras que Drácula (1897), de Bram Stoker, se consolidó como la más popular. Esta tomó como inspiración al príncipe de Valaquia, Vlad III (1431-1476), conocido como "Vlad el Empalador". Así, el vampiro campesino fue dejado de lado y relució el aristócrata galante que conocemos hoy.

La reina de lo oculto

Bruja
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Pese a la antiquísima presencia de la magia y de seres de extraños poderes en las leyendas de diversas culturas, la brujería como se la conoce hoy en día comenzó a tomar forma gracias a la visión aristotélica cristiana de la Edad Media, según la cual la magia solo podía ser realizada con la ayuda del diablo. Hécate, Circe y Medea, pertenecientes a la mitología griega, eran hechiceras destacadas por su control sobre pócimas mágicas y tuvieron un rol importante en la feminización de la bruja. La Biblia, en tanto, también ayudó a demonizar la brujería, con versículos en Éxodo ("no dejarás con vida a la bruja") y en Deuteronomio que brindaron justificación a las cazas de brujas que se realizaron en la Edad Moderna. El primer libro de Samuel, por su parte, presentó a la figura de la bruja de Endor, una mujer adivina y capaz de contactar con los muertos que colaboró con el rey Saúl en su batalla contra los filisteos.

La adivinación, la astrología y la magia cimentaron su mala reputación de la mano de los códigos de leyes romanos, pero la formalización final fue otorgada por el papa Inocencio VIII, quien reconoció la existencia de la brujería en 1484. La publicación del libro Malleus Maleficarum dos años después tuvo un impacto aun mayor, y se constituyó en una suerte de manual que sirvió luego a protestantes y católicos en la persecución de las brujas.

El esclavo resucitado

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En contraste con las otras cuatro figuras, los zombis tienen un origen más preciso, identificado en las tradiciones que los esclavos africanos llevaron consigo a Haití. Según este folclore, los zombis eran personas muertas revividas por hechiceros bokor a través de actos de necromancia. Opuesto a los sacerdotes y sacerdotisas de la religión vudú, el bokor se asemejaba más a un brujo y mantenía al zombi bajo su control total, privándolo de libre albedrío. Como "hijo lógico de la esclavitud del Nuevo Mundo", según la investigadora Amy Wilentz, el zombi haitiano comenzó a llamar la atención internacional al iniciar la ocupación estadounidense en la isla (1915-1934), cuando un cúmulo de historias de zombis comenzaron a surgir y a ser trasladadas al contexto norteamericano.

Pero la verdadera difusión vino de mano del escritor de viajes William Seabrook, quien en su libro La isla mágica (1929) afirmó ver cultos zombis en Haití y transcribió pasajes del código criminal de la isla como reconocimiento oficial de la figura del muerto viviente. La antropóloga Zora Neale Hurston contribuyó al mito al registrar su viaje a Haití, en el que afirmó conocer un caso auténtico de cerca. No obstante, la imagen también se constituyó gracias a las escrituras de H. P. Lovecraft y Edgar Allan Poe, así como el Frankenstein (1818) de Mary Shelley. Pese a que el monstruo creado por Shelley no fuese estrictamente un zombi, contribuyó a la creencia de los muertos vivientes como seres más violentos y degradados que los mortales. Aunque el filme Zombi blanco (1932), de Victor Halperin, utilizara las raíces vudú de la figura, con La noche de los muertos vivientes (1968) el tropo comenzó a ser vinculado a la cultura del consumo.

La piel de la bestia

Hombre Lobo
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El origen de los hombres lobo no se ha identificado satisfactoriamente: mientras que algunos historiadores consideran que el mito surge a partir de los abrigos de piel utilizados en el inverno, otros optan por el totemismo primitivo. Sin embargo, las teorías no logran explicar de manera unificada la amplia difusión de la figura. Incluso si el continente no contaba con la existencia de lobos, el folclore reemplazaba al animal con el mamífero carnívoro más despiadado y feroz que encontrara. Mientras que los alemanes, ingleses y nativos americanos tenían al hombre lobo, en África el temor provenía de los leones y los leopardos.

Según la investigadora Caroline Taylor, la leyenda más antigua es la de Licaón, un rey de Arcadia que fue castigado por Zeus con una metamorfosis por sus sacrificios humanos. La autora agrega que el concepto común debe haber surgido del hombre primitivo que, enfrentado a la naturaleza, utilizaba el pelaje de animales muertos para acercarse a los vivos y cazarlos. A medida que ese mismo uso fue copiado por ladrones, las creencias sobrenaturales comenzaron a asentarse y la forma del animal pasó a ser la de un enemigo. El frenesí de la rabia y la literatura también cumplieron un rol fundamental y pronto los hombres lobos eran los segundos juzgados durante las cazas de brujas. Para cuando se logró conceptualizar la rabia, ya era demasiado tarde.

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