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Los hechos alternativos del Frente Amplio

La coalición parece estar usando hasta la ofensa muchos de los recursos de Donald Trump
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04 de julio de 2017 a las 05:00

El desopilante presidente americano llama hechos alternativos a las mentiras que dice, al incumplimiento de sus promesas de campaña, a los retrocesos continuos en su discurso y a todo lo que afirma o niega que termina chocando con la realidad. Lo que quiere decir con ese eufemismo es que mintió, engañó al electorado, ocultó información, apeló a recursos baratos dialécticos y, en definitiva, se burló de la sociedad como un niño travieso se burla de sus maestros.

Pese a que el Frente Amplio y su coalición de estado-gobierno está en las antípodas del pensamiento –para darle un nombre– del líder republicano, parece estar usando hasta la ofensa muchos de sus recursos. Lo que la inefable Cristina Fernández llamó relato, Marx materialismo dialéctico y Maduro un pajarito –que en definitiva consiste en negar la realidad y reemplazarla con una invención propia que se impone a pura repetición– ha pasado a ser casi un sistema de gobierno y hasta un estilo de vida.

La Rendición, el primer hecho alternativo, como es sabido, no es tal cosa ni siquiera es en serio un acto ante la Asamblea, sino ante la coalición partidaria, donde un sistema misterioso de votos internos, con una ponderación desconocida para los mortales, toma ciertas decisiones, casi siempre de aumento de gastos y reparto de costos entre los indefensos que han apostado a Uruguay. Para colmo, en un nuevo hecho alternativo, ya se sabe que el sablazo impositivo más fuerte vendrá el año que viene, pese al compromiso presupuestal trianual. Es cierto que eso no parece haber merecido ningún repudio contundente de la sociedad, pero no cambia la naturaleza de la mentira.

Ya que estamos, también es un hecho alternativo la promesa de campaña de no aumento de impuestos o creación de nuevas gabelas, un tipo de promesa que ni siquiera Trump, que maneja el botón rojo, se atreve a incumplir.

Los hechos alternativos se suceden en toda clase de aspectos. La basura no se recoge porque la empresa del Estado que debe hacerlo tiene un conflicto con sus trabajadores, dice el candidato a presidente e intendente, como si el problema no fuera suyo. Pero la culpa es de la gente que tira basura en donde no debe. Ni siquiera de los hurgadores. Está evidentemente demasiado ocupado tratando de explicar que una ganancia no es ganancia sino un superávit, para poder usarla como quiera. El Haber contable alternativo.

Una irresponsable huelga deja sin nafta a toda la población y sin supergás a las clases más humildes, pero se debe a una discusión por las horas extras y a la falta de personal, que libran el sindicato y la empresa –estatal– petrolera. Que se resolverá aumentando la plantilla, es obvio. Y que todos saben que se volverá a repetir una y mil veces, que termina en algún otro aumento, otro gasto u otro déficit, pero lo dan como un hecho natural, como el granizo.

Las PPP son la gran solución para la incorporación de la inversión privada a la obra pública del Estado, fue lo que se escuchó durante años. Como si nadie hubiera sabido que iba a pasar lo que pasa: es imposible en la práctica la coexistencia de capital privado con el Estado, mucho menos con este último tomando todas las decisiones y poniendo todas las piedras. Es decir, fue un ensueño, un pase de magia más. Las obras no están. El resto es excusa.

Las sisas propias de viajante de comercio del ahora indignado vicepresidente y exlicenciado Sendic son evidentes, pero ahora surgen hechos alternativos y se han transformado mágicamente en una reivindicación política de persecución por quién sabe qué trilateral, qué Protocolo de los Sabios de Sión, qué contubernio secreto al estilo Dan Brown. ¡Si hasta el licenciado auténtico Amado Boudou, su colega cisplatino, tiene seis procesos por descuidos similares y ya ha empezado a ser condenado por algunos! Claro, Boudou es juzgado por jueces. Por jueces argentinos, acepto, pero no por sus correligionarios y amigos.

Peor, en igual línea de pensamiento, es lo que se ha llamado diferencia contable, mala decisión, manejo poco profesional, inversiones desafortunadas y otras denominaciones alternativas, el faltante de US$ 600 millones, US$ 800 millones o US$ 1.000 millones, peso más, peso menos, de ANCAP. Habría que usar todo el materialismo dialéctico de Marx de una sola vez para digerirlo. ¿Habrá en semejante tema una investigación independiente, judicial y seria sobre la fuga, o se transformará en una ridícula explicación trumpeana?

Tal vez la más relevante y grave de las mentiras –perdón, de los hechos alternativos– sea el discurso de que se está viviendo una situación de excepcionalidad, casi de emergencia, porque las commodities ya no valen lo que antes y en ese escenario los trabajadores no pueden perder las legítimas conquistas alcanzadas.

Aquí correspondería una respuesta grosera que el diario no me permite incluir, pero que es la justa respuesta que deberían dar los sectores productivos a semejante bolazo conceptual y político. Ensayaré entonces otra. Los empleados del Estado, es decir los cromosomas del déficit, se vieron beneficiados gratuitamente y sin ninguna prestación adicional ni en calidad ni en cantidad, por una situación excepcional en los precios de los bienes que producen y venden otros. Se gravó a esos productores y generadores de riqueza con nuevos impuestos, que se repartieron alegremente como una piñata. La inflación así creada produjo luego una presión sobre los salarios y costos privados, que amenaza hoy la ecuación económica. Los impuestos no se rebajaron al bajar el precio de las commodities. Los salarios tampoco.

Ante la reversión del milagro, lo que correspondería sería dar marcha atrás en todo ese proceso de apoderamiento e ir retrogradando los términos al formato histórico, sueldos e impuestos, para que las relaciones y los estímulos se recreasen de acuerdo a la nueva realidad. Para eludir eso, se inventa lo de mantener y aumentar las conquistas legítimamente obtenidas, con el respaldo de una ley cada vez más retrógrada. Y al notar que tal pretensión no será posible por la falta de recursos, se le da carácter de emergencia, como si la soja hubiera valido US$ 600 la tonelada toda la vida y no solo por un ratito. ¿Para qué? Para justificar la aplicación de nuevos impuestos.

Con una inocencia de corderos que ya he ponderado en esta columna, los sectores productivos aceptan en silencio estos hechos alternativos, o sea estas mentiras conceptuales que se transforman en las ideas fuerza del expolio. Lo grave es que la actividad productiva, es decir la inversión, se retrae aunque la opinión se silencie.

El hecho alternativo equivalente al muro con México es la nueva planta de UPM. A estar de lo que dice el gobierno-Estado y mucha de la opinión publicada, pareciera tratarse de la construcción de El Dorado. Desconocedor de las realidades profundas uruguayas, he consultado con varios economistas y conocedores sobre este tema. No he recibido una sola opinión en favor de la viabilidad de esta aventura que se da por hecha y por rentable con tanta soltura. Cuando se habla en privado, la opinión es distinta a cuando se escribe o se habla sobre la planta. ¿Será una versión del síndrome de Estocolmo de los hechos alternativos? Ya querría Trump tener igual consenso sobre sus ensoñaciones nocturnas. No importa. Consumados los hechos, ya aparecerá una excusa adecuada, un hecho plunaalternativo que lo justifique.

Y acaso el peor hecho alternativo es lo que se dice, se piensa y se hace sobre educación, empezando por la presión de todo tipo para aumentar los presupuestos, léase los sueldos docentes. Pero eso es tema de otra nota.

Para gobernar en estos tiempos es importante hablar en el idioma de la verdad. La hipocresía, el verso, el engaño, el humo, la diatriba y la dialéctica baratos no son aceptables en una sociedad que quiere ser moderna. El peor hecho alternativo es tolerar que se llame así a la mentira. Y creerlo.

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