Douglas y Kubrick, durante el rodaje de Espartaco

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Los milagros de Kirk Douglas

Acaba de salir publicado en español el libro ¡Yo soy Espartaco!, donde el longevo actor Kirk Douglas, protagonista y productor de aquella película épica, cuenta cómo fue filmarla
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24 de septiembre de 2014 a las 18:15

El primer milagro de Issur Danielovitch, ese hombre que se hace llamar Kirk Douglas, a esta altura, es su propia vida. Con 97 años cumplidos, respira, está lúcido, su cabeza funciona bien y su cuerpo se mantiene erguido.

Luego, claro, hay que hablar de cine. De mucho cine. Su carácter potente y camaleónico le permitió actuar como joven boxeador lleno de esperanza, como un vaquero rudo en el lejano Oeste, como un productor despiadado de Hollywood, como un apasionado músico de jazz, como un Vincent Van Gogh lleno de conflictos y talentos, como un soldado francés en las trincheras. También fue el esclavo rebelde más famoso de la historia del cine, Espartaco…

A poco de comenzada su carrera, los éxitos en los que participó le permitieron abrir su propia empresa productora, permitiéndole un mayor grado de independencia con respecto a las normas férreas del sistema de grandes estudios. “En una sola película ganaba más dinero que mi padre en toda su vida”, escribió Douglas en su autobiografía El hijo del trapero.

Para 1959 y luego de no poder entrar en el elenco de la monumental Ben Hur, Douglas quería una superproducción de época con la que pudiera conmover a las audiencias del mundo. Llegó a sus manos la novela de Howard Fast Spartacus, sobre la historia de un esclavo libertario que se rebela ante el imperio romano y lo desafía a pesar de la diferencia de tamaño y dimensión entre las dos fuerzas.

Douglas quedó cautivado por la historia y decidió filmarla. Para escribir el guión tomó una decisión valiente: eligió a Dalton Trumbo, uno de los nombres más importantes de la llamada “lista negra de Hollywood”, o sea personas que en la década de 1950 tenían afinidades con el Partido Comunista y por lo tanto se les prohibió trabajar en Estados Unidos.

La prohibición a Trumbo no significó que el obsesivo guionista dejara de escribir. Continuó haciéndolo e incluso con gran éxito, ya que consiguió un Oscar por Vacaciones en Roma, bajo un seudónimo.

A pesar de que los procesamientos, algunos de ellos con prisión, se habían producido en esa década, en 1960 las cosas estaban demasiado frescas y la decisión de Douglas tuvo mucho arrojo. Todo esto queda de manifiesto en el libro ¡Yo soy Espartaco!, que publicó Douglas en 2012 y recién ahora se encuentra disponible en su versión en español, con prólogo de George Clooney.

Allí Douglas cuenta cómo fue la filmación de una sus películas emblema y cómo se respiraba en un ambiente que no siempre era armónico.

El actor tenía el control absoluto del filme, y así como eligió guionista también eligió al director inicial, Anthony Mann, y convenció a sus amigos actores Lawrence Olivier, Peter Ustinov y Tony Curtis, para que lo acompañaran en el proyecto.

Mann era un nombre que provenía del western y sabía filmar grandes paisajes al aire libre. Pero por algún motivo Douglas no le vio uñas para guitarrero y lo despidió a la primera semana de trabajo.

Ante la ausencia de director, Douglas echó mano a Stanley Kubrick, entonces con solo 30 años, con quien el actor ya había trabajado en La patrulla infernal. Eso también le permitió a Douglas tener el control final y la última palabra sobre las decisiones en la película.

Es una maravilla ver hoy Espartaco en su versión remasterizada: la poesía de las palabras escritas por “el comunista” Trumbo, la actuación genial de Douglas y un personaje que parte de la brutalidad para luego encontrar un camino hacia la libertad, cuya redención fatal solo encontró en la muerte.

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