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Los significados secretos del TPP

Ante el cambio de la reglas de juego, ha llegado la hora de cambiar la estructura y funcionamiento del Mercosur inútil
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13 de octubre de 2015 a las 14:25

Con el fin de la guerra fría, la caída de la URSS , la convicción de Ronald Reagan, el abaratamiento de los fletes marítimos, el avance tecnológico y de comunicaciones se universalizó la apertura económica que hoy conocemos como globalización, y que estaba en embrión desde el fin de la segunda guerra.

El proteccionismo, que había causado la depresión de 1930, empezaba a revertirse. Basado en los principios más puros de teoría económica, Reagan impulsó la apertura del comercio mundial, igual que posteriormente lo hiciera Bill Clinton con la creación de la Organización Mundial de Comercio.

La globalización revolucionó la geopolítica y permitió la inserción en el mercado laboral de cientos de millones de personas que estaban fuera de toda oportunidad. También el surgimiento de nuevas potencias que dejaron de pensar en términos de comunismo o capitalismo para hacerlo en términos de progreso, empleo, crecimiento, bienestar y paz.

Lamentablemente para nuestros países, las materias primas alimenticias fueron excluidas desde el vamos de las negociaciones. Los fuertes lobbies de los agricultores europeos, americanos, japoneses, canadienses, se impusieron a las teorías de Adam Smith y David Ricardo.

Estados Unidos y Europa firmaron luego tratados de libre comercio con Canadá y Japón donde se les beneficiaba con las commodities, por razones políticas. Esos tratados en algún punto violan los acuerdos de tarifas del GATT y la OMC, ya que no aplican la cláusula de nación más favorecida al resto.

A mitad de la década pasada, Estados Unidos y Europa aprendieron que el empleo no era infinitamente elástico. El aumento del comercio producía bienestar pero también transfería puestos de trabajo a la periferia.

Los bajos salarios, las pobres coberturas sociales y la precariedad laboral de muchos países, eran sus armas para competir. Esas condiciones mejoraban dramáticamente con el crecimiento, como había ocurrido antes con Japón, que pasó de la miseria salarial a tener los empleos mejor pagados del mundo.

Un solo dato. La participación de EEUU en el PBI mundial, que era el 63% al fin de la segunda guerra y del 33% en los años de 1970, es del 22% en 2015.

La apertura comenzó a limitarse, no tarifariamente, sino por vía de reglamentaciones de salud, medio ambiente, condiciones laborales comparativas, sanciones políticas o cuotas.

Ya no se entiende como un mecanismo automático universal. Ahora el formato es el tratado de libre comercio. Como decíamos, estos tratados no respetan el principio de nación mas favorecida. Y también acotan el marco de competencia.

El TPP, Trans Pacific Partnership, se encuadra en esa línea. Una alianza comercial temática entre 12 naciones. En este caso el océano Pacífico excluido China. Con características muy especiales. Si bien se revisan a la baja 18 mil posiciones aduaneras, el objetivo es otro.

Se trata de acordar normas de salud pública, marcarias, de patentes, laborales, financieras. Por ejemplo, EEUU ha impuesto la necesidad de que se cumplan ciertas normas de trabajo y condiciones laborales en los países que le exportan.

No es un acto de generosidad hacia los trabajadores. Si EEUU no emplea menores, tiene coberturas de salud, seguro de desempleo, cargas sociales, y accesorios, considera que es desleal que Malasia, por caso, les compita con productos elaborados por niños o por trabajadores sin ninguna cobertura. No se han vuelto sensibles. Le aplican a su exportador las mismas reglas que a su mercado interno.

Lo mismo ocurre con las reglas de control ambiental. Si EEUU controla la emisión de combustibles fósiles, tiene un costo que quiere que también tengan todos quienes le vendan. No se trata de cuidar el medio ambiente. Se trata de que no se produzca una especie de dumping ambiental en su contra.

Por supuesto, ofrece compensaciones a cambio. La más importante, es seguir comprándole a los países que acuerdan. Y también se han agregado muchísimos productos que se intercambiarán dentro de la nueva zona virtual, incluyendo cambios en el proteccionismo agrícola y reducción en la vigencia de patentes.

Me imagino a los antitratados diciéndome que esto demuestra lo perverso de EEUU y lo inteligente que es no firmarlos.

No creo en la bondad de EEUU. Sí en la imprescindibilidad de participar del juego. Estos 12 países se comprarán entre ellos, y dejarán de comprarle a quienes les compran hoy. Uruguay puede perder mercado a manos de Canadá sin poder hacer nada, por la simple aplicación del TPP. Y puede estar condenado a no poder venderle a Japón, a Chile o a Ecuador.

Cumbre del Mercosur en Brasil
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Y aquí viene la esencia del planteo. Uruguay, Argentina, Brasil y Paraguay tienen un problema común. No son del Pacífico, no pueden participar de este bloque, que representa el 40% del comercio mundial, porque el bloque no está creado para negociar con países extrazona. Deben elegir entre ser llaneros solitarios o unirse para fortalecerse y negociar política y económicamente desde posiciones más fuertes, o serán mendigos.

Conclusión: ha llegado la hora de cambiar la estructura y funcionamiento del Mercosur inútil. Esto supone dos acciones políticas previas para ganar credibilidad y viabilidad. Primero, la suspensión de Venezuela por la cláusula democrática, ya que nadie nos llevará el apunte con ese socio, además de merecer con creces la sanción. Segundo, la eliminación del Parlasur, que ha transformado al Mercosur en un organismo de protección a varios gobiernos dictatoriales y corruptos que sufrimos. Además de ser una pretensión digna de Macondo.

Luego habrá que generar un acuerdo muy fuerte entre los presidentes de Uruguay, Argentina, Brasil y Paraguay para que el organismo se dedique en serio a crear acuerdos extrazona y a utilizar su mercado conjunto como prenda de negociación.

También se deben incorporar reglas claras para la negociación con países individuales, caso China. Esta Unión Aduanera de entrecasa ha mantenido privilegios inaceptables para países y empresas que no nos favorecen en el comercio. No negociar en conjunto, y no permitir que los miembros negocien individualmente es sospechoso, al menos.

De paso, habrá que elegir presidentes con el nivel intelectual , político y moral como para estar a la altura de la tarea. Haber transformado el Mercosur en una cueva de corruptos y de prebendarios va en contra de los intereses de sus miembros. Eso debe cambiarse de un tajo.

Hoy estamos dando privilegios comerciales a muchos países que nos cuotean o que ponen vallas a la venta de nuestras producciones, o manipulan los precios que obtenemos vía subsidios internos. Negociar la solución de esos casos es una tarea imperiosa que hay que llevar adelante inteligentemente y con seriedad.

El TPP redondea un cambio en las reglas de juego. La apertura seguirá, pero con otras reglas y otros métodos.

Como siempre, podemos aceptarlas o no. Quedarnos en la queja o participar. Resignarnos o competir dentro de reglas globales que no podemos controlar.

TPP también puede traducirse como “Tratado Para Pocos”. Es cuestión de elegir.

Tal vez su próximo auto, querido lector, será de una marca del país que más nos compre.

Periodista, economista. Fue director del diario El Cronista de Buenos Aires y del Multimedios América.

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