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Macri entre la crítica a la herencia K y la seducción al peronismo

El presidente inaugura este martes el período legislativo ante un Congreso opositor
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28 de febrero de 2016 a las 05:00
El discurso de cada 1° de marzo, cuando le toca al presidente inaugurar el año legislativo, genera en Argentina la expectativa de los acontecimientos políticos de primer orden. Aunque rara vez se dicen cosas que sorprendan, aparecen allí definiciones sobre las prioridades de agenda del gobierno y sobre su visión del momento económico y social.

En el caso de Mauricio Macri, hay motivos para que esa expectativa se vea aumentada. Primero, naturalmente, porque es el debut ante el Congreso de un presidente que ha prometido cambios radicales de forma y fondo en su estilo de gobierno.

Pero ahora ya no se trata de un discurso de inauguración de mandato, sino que es la evaluación política de un presidente que ya ha transcurrido 80 días intensos y ha quemado buena parte de lo que se supone es la "luna de miel" que goza cada nuevo gobierno.

En esas semanas, fue evidente el objetivo de tratar de resolver la mayor cantidad de problemas pendientes que fuera posible, sobre todo los más urgentes de la agenda económica. De manera que, cuando se enfrente a los 72 senadores y 257 diputados, Macri cargará ya con el peso de haber iniciado un ajuste, que incluyó la devaluación del 60%, un tarifazo en el servicio eléctrico, una ola de despidos en el Estado y una política monetaria contractiva.

Pero acaso la mayor originalidad de este discurso consistirá en que será el primero, en 14 años, en ser pronunciado por un político no peronista. Y que, además, no cuenta con el favor de la mayoría de los legisladores a quienes les dirigirá el mensaje.

Hora de hablar de la herencia

"Es ahora o nunca", fue el diagnóstico que hicieron aquellos políticos del PRO que le aconsejan a Macri centrar su discurso en castigar al gobierno anterior con un detalle de la "pesada herencia".

La cuestión de si cargar las tintas en las culpas de Cristina Fernández o si centrarse en una mirada optimista hacia el futuro ha sido el gran tema de debate interno que vivió el oficialismo.

Se filtró la opinión de Jaime Durán Barba, el gran "gurú" que ayudó a Macri a llegar al poder, en el sentido de que habría que evitar hablar de herencias, porque "un presidente no debe dedicar ni un día a revolver en los basureros".

"No sé qué hará Mauricio, él tiene sus puntos de vista y sé que ahora ese tema lo están discutiendo en el gabinete, pero yo creo que no debe perder ni un minuto con el pasado. La gente no eligió presidente a Macri para ver a quién le echa la culpa. La gente lo eligió para vivir mejor", señaló el asesor estrella en una entrevista televisiva.

Pero la sensación que existe en el ámbito político es que, por más respeto que sienta Macri por la opinión del ecuatoriano, esta vez no seguirá su consejo.

Son muchos los dirigentes políticos oficialistas, incluyendo al jefe de gabinete, Marcos Peña, que han insinuado la necesidad de explicar que la seguidilla de medidas desagradables que ha tenido que tomar el nuevo gobierno –desde el tarifazo eléctrico hasta la ola de despidos en el Estado– son responsabilidad de la gestión anterior.

Por lo pronto, es una demanda que han hecho explícitamente los socios de la coalición Cambiemos: en la reunión de Olivos a la que se invitó a los legisladores de la Unión Cívica Radical se deslizaron críticas por la comunicación de algunas decisiones, y el diputado Mario Negri reclamó "denunciar a viva voz la herencia kirchnerista".

Criticando al que se quiere persuadir


Pero está claro que no todo se reduce a repartir culpas. Porque Macri sabe que debe transitar un difícil equilibrio. Por un lado, explicar que el origen de la inflación estuvo en el exceso de gasto público del gobierno anterior, y que eso obliga al ajuste tarifario o a la postura "amarreta" respecto del Impuesto a las Ganancias.

Pero, al mismo tiempo, hará la nómina de las leyes urgentes que necesita para salir de la situación de crisis. O, para ser más precisos, hablará sobre leyes que deben ser derogadas, como las llamadas Cerrojo y Pago Soberano, cuya anulación es una condición previa para que el país pueda superar el default y regresar al mercado de crédito.

Si Macri fuera un presidente con mayoría propia en el Congreso, podría darse el gusto de criticar "a piacere" al gobierno previo. Pero ocurre que esa no es la situación, por lo que deberá persuadir a los legisladores peronistas que presten sus votos para anular las mismas leyes que ellos habían aprobado.

Será, sin dudas, un desafío a su capacidad oratoria y a su "cintura" política. Porque esa dualidad que implica criticar a los mismos a quienes se les pedirá el apoyo político será la tónica de todo su mandato.

Un extensa y variada lista de temas –que incluye la política de austeridad fiscal, el nombramiento de jueces y fiscales, la aplicación del protocolo anti-piquetes, las modificaciones al Impuesto a las Ganancias, el nuevo endeudamiento de la Nación y las provincias– estarán cruzadas por esa necesidad de acompañamiento opositor.


Clima distendido y discurso breve

Es notorio el fuerte contraste respecto del clima que hubo en los últimos discursos del período de Cristina Fernández. En el del año pasado los días previos al 1° de marzo estuvieron marcados por un clima político enrarecido, en el cual Elisa Carrió advertía sobre la posibilidad de que la ex Presidenta diera una especie de "autogolpe". En comparación, este discurso de Macri parece un acto mucho más ligado a las rutinas institucionales normales de las repúblicas, al aparecer despojado de la tónica militante que el kirchnerismo imprimía en cada 1° de marzo. O, por lo menos, esa es la sensación existente en la previa. A lo sumo, el tema más picante, políticamente hablando, consiste en saber si toda la bancada peronista dirá presente. O si pueda producirse algún contrapunto con algún legislador que no resista la tentación de gritar alguna consigna. Acaso el único punto en el que todos los legisladores –desde el kirchnerismo hasta el PRO–, los periodistas y el público en general tienen una expectativa de consenso es la referida a la extensión del discurso. En los últimos años, Cristina Fernández parecía haberse determinado a superar una marca, porque cada año el discurso duraba un poco más que en el anterior, llegando a una extensión de más de tres horas.

El papa Francisco se reunió con Macri

El papa Francisco recibió ayer por primera vez en el Vaticano al presidente de Argentina, Mauricio Macri, un encuentro de tono muy formal y frío durante el cual abordaron temas como pobreza, narcotráfico y reconciliación social. Durante el encuentro fueron "abordados temas de mutuo interés, tales como la ayuda al desarrollo integral, el respeto a los derechos humanos, la lucha a la pobreza y al narcotráfico, la justicia, la paz y la reconciliación social", indicó en un comunicado el Vaticano. El encuentro de 22 minutos de duración, fue relativamente breve con respecto a otras citas con mandatarios latinoamericanos

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