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Montevideo Comics: 10 fines de semana a viñetas y disfraces

La convención de historietas cumple su primera década consolidada como el lugar para un grupo de fanáticos de la lectura, el juego de rol y la ciencia ficción que cada vez crece más en gente y en proyectos
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18 de mayo de 2012 a las 18:41

En los albores del nuevo siglo, en Montevideo, varios jóvenes se juntaban a intercambiar historietas. Algunos escribían, otros dibujaban, a algunos les gustaba disfrazarse de sus héroes de ciencia ficción. Muchos más seguramente querían compartir y no sabían dónde. Tenían una pasión y se sentían solos en ella.

Este año Montevideo Comics cumple su primera década, y la efeméride se presta para conocer su recorrido, no solo atendiendo a su propia cronología, sino acercando la historia desde algunos de sus protagonistas. Montevideo Comics cumple 10 años, y es gracias al trabajo y a las ganas de mucha gente, pero sobretodo es el fruto de una pasión.

Amigos e historietas

Cuando distintas personas comparten un mismo interés puede pasar que quieran hacer algo en conjunto. Fue así como a principios de 2002 Matías Castro, un periodista de 25 años que coleccionaba cómics y escribía alguna historieta decidió junto a su amigo Carlos Boquete, “sacarse las ganas de hacer algo”.

Sin ninguna experiencia, y con dos meses de antelación, juntaron amigos y familiares para alquilar el mítico boliche Pachamama, situado en la plaza Independencia, recorrieron librerías y promovieron su idea. En mayo de aquel año nacería el primer Montevideo Comics.

Uno de los primeros participantes fue el “Gordo” Mario. Este historietista oriundo de Santa Catalina, Soriano, que por aquel entonces tenía 25 años, ya llevaba un buen tiempo explorando una sensibilidad conmovedora, poética y siniestra a través de fanzines autopublicados.

Mario recuerda como entonces, El Gargajo Diabólico (su sello independiente de cómic que aun hoy se puede jactar de ser el único del interior de Uruguay) y Guacho ocuparon una angosta mesita de bar donde expusieron sus revistas sin ningún tipo de decoración. A pesar de ello, cuenta, ahí dio con un contacto que le permitió dibujar para El País Cultural durante un año y medio.

Montevideo Comics nació con vocación de convención, y eso implicaba ir más allá de la simple exposición y venta de historietas. Querían charlas, talleres, películas y disfraces. La gente de la convención sabía que algo se movía en la ciudad, y quería hacer un evento que atrajera a públicos diversos no necesariamente vinculados con la historieta.

Los juegos de rol

Con la vocación de integrar el juego dentro del evento, la organización invitó a participar, desde sus inicios, a Magnus Von Tesla. Entonces Magnus tenía 22 años. Era conocido en los círculos cercanos a la historieta por ser aficionado, pero también por ser uno de los fundadores de Caballeros de Montevideo, un evento dedicado exclusivamente a juegos de rol.

Su interés por acercar este tipo de juegos le valió el derecho de estar al frente de esta sección durante años, pero también ha sido parte del jurado del concurso de disfraces e historietas. Sobre los inicios, Magnus recuerda que la expectativa sobre todo lo relacionado al Montevideo Comics era grande: “No había habido nada igual en Montevideo”, afirma.

Los primeros pasos

Cuando arrancó el primer Montevideo Comics, Marcel Sirer era un joven de 20 años aficionado a Star Wars (La guerra de las galaxias), que se enteró del evento por un volante de menos de cinco centímetros que estaba colgado en la cartelera de un colegio.

En aquella primera ocasión, movido por su amor a la saga, Marcel se disfrazó de Sith (uno de los villanos) utilizando una capa negra y algunas tachas en la ropa. Aunque en un principio no esperaba demasiado, –”era un lugar de bailes”– recuerda, se sorprendió gratamente, y cuenta cómo fue allí donde se hizo amigo de algunos integrantes del club de fans de Star Trek (Viaje a las estrellas).

Tras aquel encuentro se enamoró de la serie, y en sucesivos años su disfraz pasó a ser el de científico de Star Trek.

En principio, recuerda el productor Matías Castro, se esperaba una concurrencia máxima de 100 personas, pero el éxito fue rotundo. Al primer Montevideo Comics llegaron más de 600 y hubo gran interés de parte de la prensa y la televisión, lo que hizo pensar que el evento podía ir a más. La segunda edición, que se realizó también en el clásico boliche, estuvo “pasada por agua”, y el Gordo Mario recuerda cuánto valió la pena venir desde su pueblo hasta la capital haciendo dedo bajo la lluvia.

En la puerta de la convención se encontró a Solano López, dibujante del clásico argentino El Eternauta. Más tarde pudo charlar con él e incluso hacerle una entrevista para Inconexo/a, un fanzine que editaba. “Fue muy fuerte, Argentina era inalcanzable”, recuerda. Mario aún atesora el original que le dibujó Lopez, quien murió en 2011; un día después de su cumpleaños.

La consolidación

El año siguiente marcó el fin de una etapa: Carlos Boquete, uno de las dos principales cabezas, se fue a México por trabajo y en su lugar quedó un amigo suyo, Marcelo Sánchez, quien aún sigue en la organización. Aquel año, además, –cuenta Castro– cerró Pachamama, y el Montevideo Comics se trasladó por una edición a la estación central de AFE para tomar como hogar, ya en 2005, el teatro Plaza.

Ese cambio fue significativo y la organización apostó a generar un encuentro más profesional, dejando atrás aquel dejo under y alternativo que tuvo desde el principio. Eso terminó generando pérdidas, pero el Montevideo Cómics se consolidó como evento cultural. De hecho, recuerda Castro, muchos creen que esa fue la primera edición, “porque ahí logramos llegar a mucha más gente”.

Marcel Sirer, que asistió a todas las ediciones, recuerda como todo se fue profesionalizando e internacionalizando. Por ejemplo, la asistencia al concurso de disfraces, que pasó a llamarse Cosplay por estar más enfocado al anime y al manga, se multiplicó.

Gustavo Farías, un apasionado de los disfraces que empezó a participar en el concurso de Cosplay en 2009, cuenta que hoy se puede ver en la convención más de 500 personas disfrazadas. Algunos de ellos habrán sido sus amigos y familiares, entre los que se encuentra Marcel, que serán recordados por haber ido disfrazados de Cazafantasmas (foto) aquel año.

Cuando se les pregunta por qué se disfrazan, Farías responde que es por “el cariño y el apoyo de la gente. Te felicitan, te sacan fotos, y te apoyan a la hora de la actuación. Incluso esperan a ver con qué vas a aparecer cada año”. A ello añade que, aunque existe la competencia lo más importante es pasarlo bien. Eso sí, sin olvidar que “ver que a la gente le gusta lo que uno hace alimenta el ego”.

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