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Muerte del líder talibán reaviva lucha interna en ese movimiento

Distintas facciones del grupo extremista pujan por la sucesión
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24 de mayo de 2016 a las 05:00
La muerte del jefe de los talibanes afganos en un ataque aéreo con drones estadounidenses en Pakistán podría tener fuertes repercusiones en esa inestable región, según los expertos. La desaparición del mulá Mansur, un dirigente rebelde y hostil a las negociaciones de paz, fue confirmada el domingo por altos responsables del movimiento talibán y por las autoridades de Afganistán, y abrió la lucha de sucesión en el movimiento islamista.

El mulá Mansur tomó las riendas de los talibanes en julio de 2015 tras el anuncio sorpresa de la muerte, dos años antes, de su fundador, el mulá Omar. Muchos de sus rivales de entonces podrían estar de nuevo en las filas para sucederlo. Entre ellos figuran, como favoritos, el hijo del mulá Omar, el mulá Yacub, considerado por entonces demasiado joven e inexperto, así como el hermano de Omar, el mulá Abdul Manan Akhund.

Pero los adjuntos del mulá Mansur, como el influyente líder religioso Haibatullah Akhundzada o Sirajuddin Haqqani, actualmente a la cabeza de la red Haqqani, un grupo aliado de los talibanes, también podrían ser potenciales sucesores.

La red Haqqani está considerada por Washington como responsable de algunos de los atentados más espectaculares y mortíferos perpetrados en Afganistán en los últimos diez años.

"El momento de intentar apoderarse de todo el movimiento podría haber llegado para los Haqqanis", sostuvo el analista paquistaní Amir Rana.

¿Más división?

Es muy probable que los talibanes se dividan todavía más tras el fallecimiento de su líder. Mansur se mostró capaz de someter a los disidentes y de eliminar a sus rivales.

El año pasado, el mulá Dadullah, un importante jefe disidente, fue abatido durante un tiroteo con partidarios de Mansur. Otro rival, el mulá Rasul, creador de una facción talibán disidente, habría sido detenido por las Fuerzas Armadas paquistaníes, aunque sus partidarios continúan luchando en su nombre.

Si se confirma la muerte del mulá Mansur, es muy probable que estas disputas se reaviven, según los expertos.

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, confirmó ayer la muerte en un bombardeo de drones estadounidenses del mulá Mansur. Obama fue optimista sobre que la desaparición del jefe talibán pueda facilitar las negociaciones de paz en Afganistán.

"Hemos eliminado al líder de una organización que sigue conspirando y atentando contra estadounidenses y contra las fuerzas de la coalición (internacional), haciendo la guerra contra el pueblo afgano y alineándose con grupos extremistas como Al Qaida", afirmó Obama en un comunicado, en referencia al bombardeo llevado a cabo por drones norteamericanos en Pakistán.

Impacto para la seguridad

"Si esto permite emerger a la facción moderada, podría ayudar en los procesos de paz", considera el autor Ahmed Rashid, especialista paquistaní.

Una reanudación de las luchas internas podría aportar un respiro a las fuerzas de seguridad afganas, actualmente bajo una fuerte presión, pero también podría tener consecuencias a largo plazo.

"Primero, el mulá Omar, ahora Mansur. Cuando se elimina el núcleo de un movimiento, éste pude comenzar a desquebrajarse", afirmó Imtiaz Gul, director del CRSS, un instituto de investigación paquistaní especializado en seguridad.

Según Rana, la muerte del mulá Mansur también podría suponer el fortalecimiento de grupos como el Estado Islámico o el Movimiento Islámico de Uzbeksitán.

Pero el precedente del anuncio de la muerte del mulá Omar, y después la designación del mulá Mansur también hace temer una nueva ola de atentados.

Consecuencias para Pakistán

Pakistán fue uno de los principales aliados de los talibanes cuando dirigieron Afganistán entre 1996 y 2001 y mantiene una fuerte influencia sobre el movimiento. El pasado mes de marzo, el consejero de Asuntos Exteriores, Sartaj Aziz, reconoció por primera vez públicamente que su país daba asilo seguro a los dirigentes de los talibanes afganos, afirmando que esto permitía empujar a la negociación a los insurgentes islamistas.

Pero las conversaciones de paz parecen estancadas pese a la entrada en enero de Estados Unidos y de China junto a Afganistán y Pakistán.

Al contrario que la mayoría de los anteriores ataques con drones en Pakistán, el ataque estadounidense se produjo en el centro del territorio paquistaní y no en la zona fronteriza con Afganistán. Lo que hace especular sobre una posible autorización de Islamabad.

La última ronda de las conversaciones, que se desarrolló en la capital paquistaní el miércoles, terminó sin ningún avance claro. La obstinación del mulá Mansur podría haber provocado su caída.
"Había un acuerdo que establecía que si los talibanes rechazaban negociar, entonces Pakistán cooperaría en las operaciones contra ellos. Algo a lo que se comprometió", considera el analista Amir Rana.

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