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"El nuevo gobierno de Uruguay intenta ser tan vanguardista como conservador"

Vázquez está regresando a los fundamentos básicos, mientras el país se prepara para el fin del auge de los precios de los productos básicos.
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09 de agosto de 2015 a las 11:33

Por Benedict Mander/Financial Times

Cuando Uruguay se convirtió en el primer país en legalizar la marihuana hace dos años bajo el liderazgo del excéntrico exguerrillero José “Pepe” Mujica, el mundo comenzó a notar a esta pequeña república sudamericana.

Aunque Uruguay ha sido conocido durante mucho tiempo como “la Suiza de América del Sur” y como un centro confiable para la banca extraterritorial, la sobria reputación del país como la democracia más estable en una región más conocida por su extravagancia y volatilidad se vio sacudida por Mujica, cuyo inconformismo y comentarios extravagantes frecuentemente llamaron la atención.

Pero el sucesor más moderado del expresidente, Tabaré Vázquez, un oncólogo de cabellos plateados de 75 años de edad perteneciente a la misma coalición Frente Amplio, quien regresó al poder en marzo después de haber llevado la alianza de izquierda a una victoria electoral en 2005, está regresando a los fundamentos básicos conforme Uruguay se prepara para el fin del auge de los precios de los productos básicos.

“Vázquez va a encabezar un gobierno más predecible, más cauteloso y ordenado”, dice el analista político Gerardo Caetano.

Señala que no solo la demanda china de exportaciones agrícolas uruguayas está disminuyendo, sino que las economías de sus dos vecinos gigantes de los cuales también depende, Brasil y Argentina, se tambalean al borde de la crisis.

“La gran prueba para el Frente Amplio comienza ahora. Debe demostrar que todavía puede tener éxito ahora que la bonanza ha terminado”, añade Caetano.

Lo más difícil para Vázquez es cómo mantener las reformas sociales progresistas promovidas por Mujica y al mismo tiempo los niveles sin precedentes de inversión extranjera de los que Uruguay ha disfrutado en la última década, a pesar de contar con un gobierno de izquierda.

Vázquez anunció la semana pasada un histórico programa de inversión en infraestructura de US$ 12 mil millones en los próximos cinco años para reactivar la economía de Uruguay.

Su gobierno también está insuflando nueva vida a las decaídas negociaciones para un acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur, el bloque comercial sudamericano que también incluye a Brasil y Argentina.

El deseo de Vázquez de realzar las credenciales progresistas del Frente Amplio, y su propia imagen, como lo que el economista Ernesto Talvi describe como “un presidente de traje y corbata", exponen las contradicciones fundamentales en el corazón de la naturaleza de Uruguay.

A veces parece ser uno de los países más conservadores de la región, y a veces parece estar a la vanguardia del cambio.

“La sociedad uruguaya siempre ha sido notablemente conservadora”, dice Germán Cardoso, un legislador del opositor Partido Colorado. Sin embargo, señala que la elite política de Uruguay ha puesto el país a la vanguardia desde el comienzo del siglo XX, cuando se convirtió en el primer país de la región en introducir el estado de bienestar, el sufragio universal y en separar la Iglesia del Estado.

Talvi, quien es director del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social, sostiene que Uruguay es fundamentalmente un país progresista.

“Es un mito que Uruguay es un país conservador. Es un país sensato, lo cual es sutilmente diferente”, dice Talvi, señalando la vibrante democracia de Uruguay, con su fuerte oposición, el Poder Judicial independiente y la libertad de prensa.

“No es fácil aplicar los cambios porque se necesita consenso, lo cual da la falsa impresión de ser conservadurismo. Simplemente se trata de que tenemos controles y equilibrios que funcionan”.

Entre los ejemplos más confusos de las actitudes de Uruguay se encuentra su aparentemente contrastante enfoque hacia la marihuana, el alcohol y el tabaco.

Aunque da la impresión de ser liberal por haber legalizado la marihuana –aunque el gobierno prefiere hablar de su “regulación” para sacar del negocio a los narcotraficantes y así hacer frente a la delincuencia– al mismo tiempo adopta una postura estricta hacia la salud pública.

“Es un mito que Uruguay es un país conservador. Es un país sensato, lo cual es sutilmente diferente”, dice Talvi

Las leyes que limitan la venta y consumo de alcohol y tabaco han provocado protestas, y el gigante del tabaco Philip Morris incluso demandó a Uruguay en un tribunal internacional por la violación de un tratado bilateral de inversiones al limitar la marca y la publicidad en las cajillas de cigarrillos, en lo que se considera una prueba de fuego para la industria del tabaco.

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