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Los relatos son similares. Termina la película y la sala queda en silencio. Un silencio incómodo. El horror. El espanto. La pregunta que ronda en las cabezas de buena parte de la platea: “¿Qué acabo de ver?”.
La favorita es una de las trampas mortales de esta temporada de premios. Las 10 nominaciones al Oscar –entre las que se cuentan sus tres protagonistas y la de mejor película– y su apariencia de drama de época con algún toque de comedia pueden hacer pensar que se verá una de las tantas películas que tradicionalmente competían por el premio de la Academia, pero no es nada de eso.
Pobre de aquel que entró a la sala esperando una historia pacata sobre la corte, con bailes donde la gente gira, tomada de la mano, las traiciones y las motivaciones de los personajes son melodramáticas y la política es el eje de todo. La favorita tuerce todas esas expectativas, y el resultado, si bien no es apto para todos los paladares, es sobresaliente.
En el medio de todo está la reina Anne, una de las más olvidadas de la realeza británica, en contraste con monarcas como Victoria o las dos Isabel. Anne (o Ana) fue un personaje sumamente trágico: tuvo 17 embarazos y, de los bebés que llegaron a nacer, ninguno llegó a los 2 años. Llegó al trono luego de que su padre fuera depuesto, reemplazado, y su hermana y su cuñado murieran sin dejar descendencia.
En la película, la monarca es interpretada por Olivia Colman (que pronto pasará al otro extremo del espectro real para interpretar a la reina Isabel II en las temporadas tres y cuatro de la serie The Crown), y es una niña en cuerpo de adulta. Caprichosa, volátil, llorona. Se confunde cuando le hablan de política, de economía o de guerra. Vive rodeada de sus conejitos (cada uno por un hijo muerto) y dándose atracones de postres hasta vomitar. Las enfermedades la tienen postrada.
Pero, a pesar de sus miles de defectos, es la reina y es el eje de todo lo que sucede. Es el planeta en torno al cual giran los satélites. Los puntos relevantes para esta historia son dos: la primera es Sarah Churchill, lady Marlborough (la esposa del general que inspiró la canción Mambrú se fue a la guerra) su confidente y asistente personal, interpretada por Rachel Weisz.
Como buen filme de Lanthimos, es turbia y cargada de humor negro
La otra es la prima de Churchill, Abigail (Emma Stone), una noble caída en desgracia que llega al palacio buscando trabajo y acaba escalando posiciones sociales al acercarse a la monarca. Por supuesto que esto no le cae en gracia a Churchill, y lo que sigue son las dos mujeres compitiendo por el favor de la reina, sin importar los recursos para lograr esa posición, desde regalos y cumplidos hasta, llegado el caso, casarse por compromiso o masturbar a la portadora de la corona.
Los personajes de esta historia existieron, y si busca en internet, descubrirá que algunos de los hechos más sorprendentes de la película fueron reales. Las tres mujeres existieron, compitieron por el cariño de Ana, y sus relaciones terminaron como terminan al final de la película. Pero también, el guion, el director y hasta la responsable del vestuario se toman licencias artísticas, como utilizar tela de jean en los vestidos de las lavanderas y cocineras para simbolizar a la clase trabajadora.
Alguna sesentona se puede sorprender por cómo un drama de época incluye bastantes referencias sexuales, un triángulo romántico lésbico y menciones casuales sobre la violación, pero eso puede pasar por no estar prevenido de antemano. Además de los vestidos lindos y de las actrices conocidas, encima de todo en el poster hay un nombre que debería poner sobre aviso: el de Yorgos Lanthimos, el director (ver nota aparte).
Si bien es un trabajo diferente para el griego nominado como mejor director en los Oscar, ya que no se trata de un guion propio, mantiene algunos de sus rasgos, como el humor negro – realmente negro– de su obra. Un ejemplo: Abigail, el personaje de Emma Stone, está en su habitación, acostada, y entra un joven noble con el que está coqueteando. Le pregunta “¿Viene a seducirme, o a violarme?”. El hombre le responde “Soy un caballero”. Y ella, desplomándose sobre la cama con total naturalidad, le suelta: “Violación será, entonces”.
La favorita también subvierte las expectativas que el cine tradicionalmente masculino ha generado. Las mujeres mandan. Los hombres debaten en el Parlamento y comandan el ejército, pero el poder lo tienen las mujeres. Ellos están supeditados a ellas. Los maquillados y superproducidos son los hombres, las mujeres andan por la vida con la cara más lavada. De hecho, Ana estaba casada, pero en la película el rey no aparece por ninguna parte. Un bienvenido cambio para el cine, en el que la historia de “mujer fuerte en mundo de hombres” se vio hasta el hartazgo. Acá en ningún punto se refuerza ese concepto; los hombres son secundarios y punto.
Es una película estrafalaria, pero al mismo tiempo cautivante. Hay que estar preparado al momento de entrar a la sala, y saber que no es una película común. Es incómoda y es truculenta. Pero el castillo y los vestidos son preciosos, eso no se niega.
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