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"Innovar en condiciones de escasez nos pone en una ventaja comparativa"

La coordinadora académica de la Comisión Sectorial de Investigación Científica charló con El Observador sobre su visión de la interacción que tiene que haber entre Estado y sector empresarial para desarrollar innovación y tecnología
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03 de agosto de 2020 a las 05:00

La coordinadora académica de la Comisión Sectorial de Investigación Científica (CSIC) de la Universidad de la República, Judith Sutz, habló con el El Observador sobre la evolución del apoyo a pequeñas y medianas empresas a través del Centro de Extensionismo Industrial (CEI) después de seis años de creado. La profesora titular grado 5 también compartió su visión del rol que tiene que tener el Estado en políticas públicas para acercar innovación y tecnología al mundo empresarial y privado. Jutz es ingeniera electricista, con un master en Planificación del Desarrollo y doctora en Socio-Economía del Desarrollo. A continuación un resumen de la entrevista. 

¿Qué balance hace a seis años de creado el CEI para apoyo a las pequeñas y medianas empresas?  

De las cosas más interesantes que se hicieron fue una mezcla de política industrial y de innovación basada en evidencia, vinculada a las Pymes industriales. En 2011 se hicieron unas 100 entrevistas en profundidad con empresarios, para preguntarles como percibían que la tecnología podía colaborar con el mejor desempeño de sus empresas. El resultado en que derivó esa investigación fue que se tenían dificultades significativas para identificar estos aspectos y también de autoinvisibilización de las innovaciones que se hacían.

¿Autoinvisibilización? 

Muchas veces la respuesta era: “No, nosotros no innovamos”. Pero cuando se indagaba y profundizaba muchos no se daban cuenta que habían innovado, o les parecía que era una pavada. Resultó que no, que era una cosa significativa. Había un conjunto de desencuentros, algo que no es nuevo en el caso de las Pymes, que cuentan en general con poco personal calificado en muchas partes del mundo. Ayudó a visualizar aquellas políticas que en otros países se habían llevado a cabo. Dinamarca, por ejemplo, que el 95% de las empresas son Pymes al igual que en Uruguay, tenía una problemática parecida. En ese país en el orden del 80% de las Pymes carecen de personal calificado, lo que hace más difícil para las empresas llegar a utilizar políticas públicas. Las políticas públicas de apoyo a las empresas las usan los que saben que la necesitan y esto se ve claro en la última encuesta de innovación. El porcentaje de empresas que usa el apoyo público para innovación es marginal, bastante menos del 10%. Pero cuando cortas por tamaño de empresa, las Pymes son el 2% y las grandes el 35%. El argumento es de sentido común, primero necesitas identificar la tecnología como un apoyo.

Las grandes manejan mayor y mejor información.

Exactamente. A partir de ese diagnóstico fue que se planteó la creación en 2014 del CEI, que tiene una filosofía similar a lo que ocurre en el sector agropecuario, que hace más de 100 años ese tipo de extensionismo existe.

¿Cómo funciona?

Alguien conoce una solución y pone en contacto a esa persona con quien la necesita. Esto permite diálogo, porque además nunca una solución está totalmente hecha para un caso particular. Se da una polinización cognitiva por medio de intermediarios y facilitadores. Mientras en el sector agropecuario siempre se consideró imprescindible, jamás se reconoció como necesario en el industrial. Se generó así un triángulo interesante entre gobierno, sector empresarial y académico. Desde el CEI por intermedio de facilitadores se les acercó a los empresarios ofertas en donde se trabaja aquellas cosas que le interesan y que creían que no había, pero después con el boca a boca fueron los propios empresarios los que comenzaron a llamar. Primero se hace un primer diagnóstico y después se elabora de manera conjunta un plan de acción.

¿Algún ejemplo?

Un caso puede ser una empresa del interior que quería llegar a Montevideo y se encontraba con barreras significativas para hacerlo. Para levantar esas barreras, hay un conjunto de cosas para hacer y muchas se pudieron llevar a cabo.

¿Qué perspectivas hay al respecto a los recortes presupuestales que se vienen en un futuro?

Mantener el CEI es fundamental, aunque sabemos que en este momento está complicado porque los salarios los paga el ministerio -de Industria, Energía y Minería- y con los recortes se puede tener dificultades para mantenerlo. En este momento desde Paraguay y Panamá se está consultando por el modelo . Igualmente, la respuesta que se les da desde acá y muy modesta, es que cada país debe construir su modelo. Depende de cada idiosincrasia. Hay reglas básicas de buen sentido, documentar todo, o hacerle seguimiento a las empresas, no perderlas. Y también hay que tener paciencia. Una herramienta de este tipo no solo sirve si a todas las Pymes que atendió les va bien. También depende del contexto económico. Hay que hacer el máximo esfuerzo por no tomar decisiones que impliquen la destrucción de cosas muy valiosas que necesitan de mucho tiempo. 

¿Cómo ve la situación con esta crisis inesperada que llegó con el covid-19?

Cada empresa es un mundo. De la misma manera que hay un comité científico de la pandemia, tendría que haber uno industrial, que analice como puede responder la capacidad de producción. Los hisopos, las máscaras, los respiradores. Todo hay que producirlo y esto llegó para quedarse. ¿Por qué no nos preparamos? Ahora van a venir cuestiones vinculadas con la esterilización, que va a ser un problema. Hay que generar espacios de producción alternativos, como es el de un uruguayo (Marcel Betancor) que le escribieron desde un hospital en Estados Unidos ahora en 2020 para preguntarle cómo estaba usando luz ultravioleta para esterilizar su laboratorio, porque en este contexto ellos no podían pagar el costo de los esterilizadores del mercado. Este muchacho de Facultad de Ciencias inventó una forma barata de esterilizar su laboratorio hace unos años, porque no tenía dinero.

Innovó desde una carencia.

¿Por qué tratamos de competir en aquello que no somos capaces? Hay que tratar de competir en lo que nadie, salvo nosotros, somos capaces. Hacer lo que hizo este chiquilín. Crear soluciones baratas adaptadas a nuestras necesidades. Sabemos innovar en condiciones de escasez y ellos –el mundo desarrollado- saben innovar en condiciones de abundancia. Entonces, hay que saber hacer cosas que otros no saben porque nunca se tuvieron que enfrentar a esas dificultades. Innovar en condiciones de escasez en un mundo que tiene que ir a la frugalidad por el cambio climático, nos pone en una situación de ventaja comparativa. Si fuésemos capaces de reconocer donde está realmente nuestra fortaleza, podríamos tener políticas que nos permitieran traducir esa fortaleza real y potencial a términos económicos.

Uruguay tenía ciertas capacidades instaladas que se dieron a conocer por la llegada del coronavirus, por ejemplo. 

La respuesta y la capacidad para hacer un test en un mes como apareció es apenas una punta del iceberg que hay que pensar en: ¿Cuánto hay hundido abajo del agua? Son décadas desde la reconstrucción democrática, que lo único que había en el país eran unos pocos biólogos sueltos. En diciembre de 1986 se firmó el decreto de la creación del Pedeciba (Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas) y a comienzos de los 1990 se hace la Facultad de Ciencias.

El éxito en las empresas de tecnología de la información también viene de décadas atrás.

El Pedeciba además de física, química, matemática y biología, incluyó la informática. En ese momento es cuando se empezó a hacer investigación en informática en serio en Uruguay. El Pedeciba no solo tuvo a las ciencias básicas clásicas, sino que tuvo a la informática desde 1986. Eso fue clave porque permitió el desarrollo de posgrados en informática y la generación de investigadores que fueron los que formaron a los empresarios de hoy. 

¿Se puede mejorar el vínculo sector público y privado?

No tengo ninguna duda que se podría. Las empresas tienen que sobrevivir, por lo que su mirada suele ser de corto plazo. Las que tienen miradas de largo plazo son las gigantes, que contratan premios Nobel para adelantarse décadas. Por supuesto que esas empresas son absolutamente excepcionales y están todas en los países desarrollados.  En América Latina los espacios de largo plazo están en las universidades. El ejemplo de covid-19 una vez más es paradigmático. El punto es que hay que activar las capacidades y las que lo hacen son las demandas. En el caso del covid-19 apareció la demanda y la academia respondió. Pero para eso hay que tener confianza. El espacio donde ocurren los eventos más complejos tienen que ver con el Estado. Hay que recorrer los espacios de responsabilidad pública y te das cuenta que los elementos científicos y tecnológicos pasan por el Estado, como es el control en la calidad del agua. Pero además, tiene que haber efecto demostración. Para que el resto de la sociedad apueste y crea en la ciencia y la tecnología nacional tiene que haber posibilidad de que se muestre. ¿Cómo se mostró? Con el covid-19. Eso en general no pasa por muchas razones, entre otras, por la percepción de que si es uruguayo capaz que no sirve.

¿Se puede incentivar que el sector privado invierta más en I+D en Uruguay?

El único país del mundo que invierte el 1% de su PIB desde lo público es Holanda.  A diferencia del resto del mundo en Uruguay al hablar de I+D hablamos de lo público. En el resto, cuando se habla de I+D las tres cuartas partes es privado y una cuarta parte proveniente de lo público. Pero, si sos realmente un estadista tenés que saber que generar la comprensión del sector privado acerca de la necesidad de invertir en I+D lleva tiempo. Hay un ejemplo de una empresa muy innovadora en Uruguay que un buen día contrató a tres gurises de la Facultad de Ciencias. Ese empresario de productos veterinarios me dijo: “Me cambió todo. No sé qué hacer, tengo 20 líneas posibles de trabajo que no me había dado cuenta”. Y ya era una empresa muy innovadora.    

¿Hay que apostar a generar capacidades locales?

Está el caso más paradigmático que es el de Ericsson en Suecia. El gobierno de ese país que podía apelar a Siemens en Alemania para modernizar su sistema, pensó que tenía una empresa chica nacional que podía ser capaz de solucionar ese tema, exigiéndole unos niveles específicos de calidad, plazos y precios. Pensaron: te voy a dar la chance, te lo voy a comprar a vos. No voy a decidir antes que el único que me puede proveer es Siemens, solo porque es Siemens. No jugaron al subdesarrollo. Le dieron la oportunidad y ahora existe una empresa como Ericcson. Otro caso es el de Finlandia, que tuvo 30 años con la industria electrónica dando pérdida. El argumento era que no les interesaba tener una industria electrónica que dé ganancia, sino que que ayudara a la modernización del resto de la industria. De paso cañazo después de todas esas décadas tuvieron a Nokia. Pero su visión no era queremos tener Nokia, sino complementar a sus sectores competitivos. Cuando uno trabaja así, le pasa lo que le pasa a esos países. Históricamente Uruguay compra afuera lo que no hay derecho a comprar afuera. Es ridículo decir que todo se pueda hacer en Uruguay, pero las políticas de jardinería implican que siempre que se pueda se deje jugar en la cancha al local.

Hay que tener espalda para eso en la gestión.

Lo que pasa que el gerente lo que necesita es demostrar en muy pocos años que fue eficiente. Tiene que haber una política que respalde a los gerentes que toman decisiones, que banquen la tomada política y si nos equivocamos, nos equivocamos, pero lo hicimos. Tratamos de generar espacios de aprendizaje. Porque incluso si algo fracasa, si se hizo en serio, algo va a quedar. Y es sobre ese algo que va a quedar que vamos a poder construir.

 

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