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¿Qué pasó con nosotros?

Columna de opinión publicada en El Observador Agropecuario
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19 de enero de 2018 a las 05:00

Por Carlos María Uriarte, especial para El Observador

En los últimos tiempos hemos sido testigos de un deterioro pausado pero continuo en los valores que rigen nuestra sociedad. La responsabilidad de esta realidad es de todos los uruguayos, y a todos nos compete hacer algo para tratar de corregirla.

El agro, habiendo sido un bastión de valores morales como el respeto a las personas y a la naturaleza, como el cultivo de la vida sencilla en familia, hoy está cambiando, y también está sufriendo un deterioro en la valorización de estos principios, base fundamental para una sociedad en paz, armónica y fraterna.

En el campo fuimos criados con principios morales comunes, independientemente del valor patrimonial de nuestros padres. Hemos sido enseñados a respetar a todos, tanto como a nosotros mismos. Porque todos se lo merecen, madres, padres, hijos, profesores, abuelos, tíos, conciudadanos, todos son dignos de nuestro respeto y consideración.

Pero desde hace un tiempo, en nuestro campo la familia rural va siendo sustituida por nuevas instituciones basadas en principios como el de "todo es por dinero" y "nada que no sea rentable conviene hacer".

Hoy, aprovechándose de nuestra debilidad para defendernos, públicamente se nos desprestigia frente al resto de la ciudadanía para obtener réditos políticos, mientras se avasallan nuestros principios constitucionales básicos, sin que medien disculpas ni explicaciones.

Hoy en nuestro campo rigen nuevos marcos laborales promovidos por gente que no conoce nuestra realidad rural y actúa con preconceptos. Peor aun, estos marcos fueron impuestos ignorando la opinión de la gente de campo. Como consecuencia la relación casi familiar entre patrón y empleado, tradicional orgullo de nuestro campo, ya no es como antes y peligra desaparecer.

Esta nueva realidad ha generado desconfianza, falta de apego al campo, y los ha expuestos a ambos al interés económico de inescrupulosos profesionales, que como cuervos rondan los juzgados en busca de clientes, y son cuñas que dividen para siempre.

A quienes hemos aprendido a caminar casi a la misma vez que a andar a caballo, se nos hace imposible entender la razón por la cual se impide a jóvenes menores de 18 años trabajar a caballo en predios rurales. De esta forma se complica enormemente su inserción en el medio rural, y sin esa oportunidad estos jóvenes buscan iniciar su vida laboral en otros ámbitos. Educamos forasteros en sus propios pagos.

Hoy en nuestro campo, a pesar de estar pasando por un buen momento histórico en cuanto a los precios que logran sus productos, en vez de favorecer la radicación en los predios, a los trabajadores se les insta a no vivir en el campo. Cada vez vive más gente en los centros poblados, muchos de ellos bajo el amparo de mecanismos que promueven la vida fácil e irresponsable.

La realidad hace que incluso muchas familias dueñas de la propiedad, también opten por los centros urbanos. Los viejos cascos, orgullo de otrora, hoy son olvidados. Las escuelas rurales cierran por falta de niños.

¿Cuál es el país que queremos? Hoy vivimos un momento en la clase política, que con honrosas excepciones, predominan los intereses personales y partidarios, sobre el interés nacional.

El tratamiento de las leyes en el Parlamento en los últimos tiempos, es un clarísimo ejemplo. Donde lo que se dijo no cuenta, donde lo que cada uno piensa no cuenta, lo que manda es la disciplina partidaria, sin el menor sentido de culpabilidad. Donde reina la soberbia de la ignorancia. Donde se ignora lo que piensa la otra mitad de los uruguayos.

Hoy y desde hace demasiado tiempo, una minoría encapsulada dentro del partido de gobierno, decide el destino de la mayoría imponiendo su ideología.

Hoy en nuestro querido país que fue ejemplo por su esfuerzo educativo, se cultiva la ignorancia y la vagancia con el único propósito de obtener votos.

Hoy quienes tendrían que ser el ejemplo, son lo contrario, lo que no debemos ser.

Hoy existen ladrones, que pasan menos tiempo en la cárcel que la gente honesta.

Hoy los profesores son maltratados en las aulas, los comerciantes son amenazados y/o muertos por casi niños.

Hoy los corruptos se vanaglorian de su poder.

¿Cuándo fue que ser correcto se hizo ridículo?

¿Qué pasó con nosotros?

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