“Pintar en tránsito es mi estilo.
Poner mi oído contra la tierra para escuchar el corazón de los pueblos y que sus latidos se impriman en mis telas”
Carlos Páez Vilaró.
Las obras de Carlos Páez Vilaró fueron diseminadas en murales callejeros y colecciones privadas al rededor del mundo. Pero el artista uruguayo, pintor, ceramista, escultor, muralista, escritor, escenógrafo, diseñador gráfico, guionista de cine y constructor autodidacta que perteneciera al emblemático Grupo 8, sentía una fascinación especial por la cultura africana y la exploración del continente terminó de definir su arte. “África se despertaba y yo asistía al concierto de su liberación”, recordaba el artista sobre su estadía del otro lado del Atlántico.
“La práctica pictórica, definida por su pasión por África y su cultura, constituyeron la columna vertebral de su accionar como creador”, considera el curador Manuel Neves en el texto curatorial de la exposición Fantasías africanas, con la que el Museo de Artes Visuales en colaboración con el Museo Taller de Casapueblo, homenajea al artista en su centenario.
“No olvido mi taller en Camerún, donde participé de un momento africano afiebrado por tormentas revolucionarias cuanto pinté los murales del Hotel des Cocotiers y La casa del soldado”, dice la voz del artista en un audiovisual sobre su vida itinerante. Tampoco Camerún lo olvida. Ahora, cuando se cumplen cien años de su nacimiento, tendrá una calle en la ciudad de Duala. Pero, ¿cómo llega el nombre de Cárlos Páez Vilaró al cartel de una calle en Camerún?
El escritor Javier Volonté, asesor de la embajada de la República de Camerún concurrente al Uruguay dijo a El Observador que en el centenario del artista las autoridades de la gobernación de Duala decidieron denominar una calle con el nombre de "Maestro Carlos Páez Vilaró". "Fue el artista más importante que visitó Camerún en aquellas épocas. Duala tenía una gran vida cultural, era una ciudad preciosa con calor todo el año sobre el Océano Atlántico y don Carlos Páez Vilaró la quiso muchísimo", sostuvo.
"Se contactaron conmigo, investigaron la historia de papá en el África que fue mucha y él tuvo mucha influencia africana. Cuando papá fue al África en los años 60 dejó muchísimos murales y muchos cuadros", dijo su hija, la artista Agó Páez, a El Observador.
"Mucho más allá de su contacto con el Conventillo, la negritud en Uruguay, los tambores y el Carnaval. Papá quiso investigar las raíces africanas y allá se fue a África. Se metió en la selva, vivió con las tribus e investigó, porque la cultura africana era algo muy profundo en su sentir. Para él sería una enorme alegría y desde donde esté lo debe estar vibrando así", agregó la artista, y recordó que durante el período en el que su padre se internó en la selva sus hijos se comunicaban con él por medio de radioaficionados.
Volonté señala que había varios puntos que atraían a Páez Vilaró hacia África central. En primer lugar, recuerda el impacto que tuvo en el artista la visita de André Malraux a Montevideo, cuando un grupo de personas lo detuvieron en las inmediaciones de Plaza Independencia para exigirle que se le pusiera fin a la colonización en África. “Llamó mucho la atención de don Carlos Páez, se lo pregunté hace unos 11 años y él me dijo a mí que ese tema lo atrajo poderosamente”, recordó.
A comienzos de la década del 60 la República de Camerún daba sus primeros pasos como país independiente. Entonces Fulgons Charpentier, embajador de Canadá en Montevideo, fue trasladado a la capital de aquella novel nación africana: Yaundé. El embajador invitó entonces a Páez Vilaró y le ofreció su primer trabajo artístico en el continente: un mural en una de las paredes del puerto para conmemorar el primer aniversario del destacamento militar de la ciudad de Duala.
Duala, explica Volonté, es una ciudad en la República de Camerún sobre el Atlántico cuyo puerto mira hacia América del Sur. No solo por su ubicación geográfica, sino por la vinculación histórica: su puerto se conectaba con el puerto de Montevideo, cuando nuestro país era la puerta de entrada para el comercio de personas esclavizadas en el Cono Sur. “Era una unión muy triste entre los dos países, desde lo canallesco y desde el horror, pero hubo un punto de unión. Es parte de la triste historia de nuestros pueblos”.
El interés del artista por la historia de la "negritud", como llamaba a la historia vinculada a los africanos y sus descendientes en América, era un motivo para conocer el alma de una cultura que lo fascinaba. Cuando el embajador le plantea la posibilidad de hacer un mural por encargo en ese mismo puerto decidió viajar a Camerún con la ayuda del doctor Albert Schweizer, ganador del Premio Nobel de la Paz, que le consiguió hospedaje en uno de los hoteles más lujosos de aquel momento. "Le dice 'en el Hotel des Cocotiers te consigo una habitación para que tengas un atelier y para dormir. Ahí tenés donde pintar y donde vivir. Y ahí mismo la dueña lo va a contratar para hacer otro mural enorme'", dice Volonté.
Senegal, Liberia, Congo, República Dominicana, Haití, Nigeria, en ese periplo en el que recibió inspiración de sus paisajes y sus habitantes pintó centenares de obras, realizó múltiples exposiciones y dejó su firma en grandes murales. Pero también acompañaba a Schweizer en el leprosario de Lambaréné en Gabón y recorría los pueblos casa por casa avisando había un médico que podía curar la enfermedad. Páez Vilaró se sumergió en las diferentes aristas de la vida en el África de comienzos de los 60.
"Va a hacer, según los documentos que él pone en sus memorias, 100 obras en la República de Camerún. Ahí están los dos murales, cuadros, dibujos en cantidad y máscaras. Va a terminar haciendo murales y cuadros por casi todos los países africanos, pero el primer mural que hace es en Camerún", señala el diplomático que estuvo encargado de la investigación. El artista uruguayo comienza a tomar una relevancia en el ambiente cultural del país y la región que lo lleva, por ejemplo, a hacer obras por encargo para el Palacio de la Nación de Congo.
Su hija, la artista plástica Agó Páez, está pintando una replica de ese primer mural titulado La casa del soldado que será enviado a Camerún en la segunda mitad de noviembre, cuando quedará inaugurada la calle con el nombre del artista. “No existen más esos murales porque el tiempo ha pasado, el hotel se vendió y ha sido modificado el puerto porque el país empezó con su actividad comercial. Como ya no existen, vamos a estar llevando una copia hecha por la hija del pintor realizada en Casa Pueblo”, sostiene el diplomático.
"Años después volvía África con la expedición francesa Dahlia. Ahí contraje paludismo pero eso no detuvo mi idea de hacer un film de homenaje al negro. En territorios tribales, samburus, masais y turcanas con un equipo de aviones, camiones y jeeps durante medio año filmamos Batouk, montándola en los laboratorios de París", relató el artista en sus memorias.
Entonces, Páez Vilaró se vinculó con las tribus y los pueblos originarios, con las poblaciones rurales y sus expresiones culturales, con las que entabló una relación profunda que lo acompañó durante todo su desarrollo artístico y la maduración de su simbología.
Pero un día caluroso de sonó el teléfono en su habitación de Duala y del otro lado de la línea le dieron una noticia que no esperaba. "Mi sorpresa fue muy grande cuando el jurado eligió a nuestra película para clausurar el Festival Internacional de Cannes en una noche de gala inolvidable", recordaba el artista que acompañó el rodaje de la película y participó como guionista. Brigitte Bardot, símbolo del cine francés, fue quien los acompañó en la ceremonia como "madrina" del filme que clausuró el festival.
Desde este mes, algún camerunés va a tener en su puerta el nombre de Carlos Páez Vilaró. Transitará su calla, doblará en su esquina, caminará sobre ella. "Que una calle lleve el nombre de Carlos Páez Vilaró en África es fuerte", consideró su hija.
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