El Tribunal de Apelaciones de 1o Turno confirmó la condena de un joven que, a fines de 2019, cuando tenía 18 años y junto a su novia, que en ese momento tenía 13, obligaron a una amiga de ella de la misma edad a ejecutar actos sexuales. Fue condenado a tres años y medio de prisión por abuso sexual agravado, según consta en la sentencia a la que accedió El Observador. La otra agresora ya había sido condenada por la Justicia de Adolescentes en 2021.
El hecho ocurrió el 30 de noviembre de 2019. Las dos adolescentes de 13 años, que eran amigas, estaban haciendo una pijamada en la casa de quien después resultó condenada. En la madrugada, llegó el novio de ella —el otro agresor, de 18 años— y comenzaron a jugar al juego "verdad o reto" en el dormitorio. La pareja estaba sentada en la cama y ella en el piso.
En determinado momento, a la víctima le tocó cumplir una prenda. Allí es que su amiga la reta a realizarle un acto de naturaleza sexual a su novio. Pero pensó que le estaba haciendo un chiste, por lo que se rio y le pidió que le dijera qué prenda en serio le quería poner. “No, dale, decime el reto de verdad”, le repitió ella varias veces.
Cuando vio que la pareja se ponía insistente quiso irse, pero quien era su amiga se puso por delante y le impidió que saliera. Incluso trancó la puerta. Igualmente, la víctima continuó haciendo fuerza para irse, pero vino el joven por detrás. De golpe, sintió algo que le quemaba en la pierna. Una patada de electricidad. Hasta que se dio vuelta y se dio cuenta de que le habían dado con una picana. Eso la asustó mucho y además su amiga le gritaba que si intentaba volver a salir, le darían otro picanazo.
Por eso es que la adolescente finalmente accede, forzada, al pedido de la pareja. Según contaron varios testigos que declararon en el juicio, la víctima quedó muy consternada por lo sucedido y dos semanas después del hecho disolvió su amistad con la otra adolescente. Por vergüenza, no contó lo que había sucedido hasta enero del 2020, cuando se lo pudo relatar a un primo que tenía en otro departamento. Él la convence de contarle a sus padres, quienes inmediatamente realizaron la denuncia.
La Justicia condenó al joven a mitad del año pasado, pero apeló la sentencia que finalmente el tribunal confirmó el 2 de marzo de este año. Las pruebas para la condena fueron los mensajes de texto, que probaban que esa noche los tres —agresores y agredida— estaban en esa casa y la declaración de los peritos (psicólogos y psiquiatras) que evaluaron a la víctima. Todos concluyeron que tenía un relato fluido, detallado y espontáneo.
A su vez, siempre mantuvo la misma versión de los hechos y lo que pasó tuvo un impacto directo en su desarrollo escolar. Además, la Fiscalía logró comprobar que la adolescente no tenía ningún motivo para falsear la situación. De hecho, sufrió mucho por la disolución de su amistad con la otra adolescente.
Por su parte, la defensa del acusado no logró aportar prueba que desmintiera la teoría del caso de la Fiscalía y varios elementos de prueba que quisieron introducir fueron declarados como incompetentes o inoportunos por el tribunal.
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