javier Milei, recién llegado a Roma con dos sacerdotes que lo saludaron al llegar.
Fernando González

Fernando González

Director de El Observador España

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Antes de ver al Papa, Milei decide en Argentina: “Giordano se va primero y con bonete”

Horas antes de ver al Papa Francisco y Giorgia Meloni, el presidente argentino define cambios en su gabinete después del retiro de la Ley Omnibus. El titular de la Anses, el cordobés Osvaldo Giordano, será el primero en irse.
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09 de febrero de 2024 a las 20:35

(Enviado especial a Roma) Se trata de dos realidades paralelas pero diferentes. 

Javier Milei llegó a Roma en la tarde del viernes haciendo equilibrio entre ambos universos. Todavía conservaba la emoción de los rabinos y religiosos que lo habían levantado en andas durante la noche anterior, cerca del Muro de los Lamentos. 

En una danza de alegría, clásica de la historia judía, y de agradecimiento por la apuesta del presidente argentino respaldando sin dejar lugar a dudas la posición del estado de Israel en el conflicto de Medio Oriente.

Marcando un antes y un después tras los asesinatos, los secuestros y las violaciones del fatídico 7 de octubre que perpetraron los terroristas de Hamas en la frontera de Gaza.

Contrastando, el sorprendente Milei, con la postura vacilante (y a veces cobarde) de la izquierda argentina y gran parte de la izquierda europea. Comparando al grupo armado con lo que es, una versión sofisticada del nazismo.

De las emociones en Jerusalén, y del intercambio de lisonjas con el gobierno israelí de Benjamin Nietanyahu, Milei pasó en unas pocas horas al descanso en Roma y a los preparativos para el Vaticano.

La agenda internacional sigue en la liturgia de los impactos religiosos. Cambia la kipá y las barbas rabínicas por la canonización de una beata jesuita y santiagueña (Mama Antula) y la reconciliación con el Papa Francisco.

Aquel que, en el fragor de la campaña, era el representante del maligno en la tierra. Todo eso está olvidado (al menos por ahora) y sellado con el encuentro que tendrán este lunes, apenas comenzada la mañana en el Palazzo Apostólico.

Después de los abrazos y las promesas de buena gestión con el Papa, Milei continuará surfeando la ola del glamour internacional que despierta lejos de la Argentina.

Primero será el presidente de Italia, Sergio Matarella, y después del almuerzo el postre tan esperado.

La reunión cumbre con Giorgia Meloni, la primera ministra que también se elevó impulsada por la sorpresa y el desencanto de los italianos con la política tradicional.

La rubia de carcajada fácil, pero de decisiones políticas muy duras, que acaba de llamarlo “un uomo affascinante en el prime time de la televisión italiana.

La reunión con Meloni será el ultimo eslabón de una gira inaugural rutilante que se topó con una crisis inesperada: la caída de la Ley Omnibus en el áspero parlamento argentino. Ese fue el otro universo de Milei. El de las tensiones, el de los insultos entre cuatro paredes de las habitaciones de hotel, el del primer desencanto en el poder.

Porque el presidente de la Argentina se subió al avión de línea que lo llevó a Oriente Medio pensando que la aprobación de los artículos de su ley fundamental sería apenas un trámite.

Que, si la norma había atravesado la barrera de los diputados para la media sanción en general, la discusión punto por punto no le llevaría más de tres días para poder pasarla al Senado la semana próxima y darle velocidad a los cambios que quería impulsar. nada de eso sucedió.

Los votos en contra, en especial los de algunos de los diputados que se suponían aliados, impactaron fuerte en el presidente argentino.

No lo sorprendió el voto de radicales como Facundo Manes, ni de peronistas federales como Florencio Randazzo o de lilitos como Paula Olivetto, porque ellos ya habían expresado sus diferencias con algunos puntos de la Ley Omnibus en la discusión previa en las comisiones. Pero a Milei lo enfureció el desafío cordobés.

Los tres nombres que lo hicieron insultar en tierra hebrea fueron los del presidente del Banco Nación, Daniel Tillard; el del secretario de Transporte, Franco Mogetta; y especialmente el del economista Osvaldo Giordano, el titular del Anses, que ingresó al gobierno después de un pedido especial del ex gobernador Juan Schiaretti y de una recomendación del mismísimo Domingo Cavallo.

Es conocido el respeto que Milei tiene por Cavallo y el efecto que le produjo una definición sobre Giordano en especial.

Es uno de los economistas con mayor experiencia y con mejor formación técnica como para manejar el Anses”, le habían dicho.

Además, ayudaba a consolidar el vínculo político con el cordobesismo, esa ficción política que va desde el histórico Schiaretti al actual gobernador, Martín Llaryora, y que reconoce un padrinazgo en la huella política e intelectual que en todos ellos dejó José Manuel De la Sota.

Pero el voto de la diputada Alejandra Torres, esposa de Giordano, en contra de la ley maestra de Milei quebró la línea de confianza que había con los antecedentes de Giordano.

“Llevamos a los cordobeses al Gobierno para tener a los cordobeses de nuestro lado y no nos votan a favor ni los familiares”, es la explicación que dio uno de los funcionarios del Gobierno. Y de eso no se vuelve.

Giordano es el primero que se va y con bonete”, es la frase que se escuchó retumbar en Roma.

Las horas de Giordano en el gabinete estaban contadas y se esperaba su salida del Gobierno para cuando Milei regresara a la Argentina.

El descenlace se produjo poco antes de la medianoche en Roma.

Fiel a su estilo, Milei le hizo publicar a la cuenta de la Oficina del Presidente que les pedía la renuncia a Osvaldo Giordano, pero también a Flavia Royón, la secretaria de Energía que se había mantenido en su cargo por un pedido especial del ex candidato del peronismo, Sergio Massa, y del gobernador de Salta, Gustavo Sáenz.

 Los votos en contra de la Ley Omnibus de los diputados salteños precipitaron la salida de Royón.

La señal política estaba dada: se está con Milei o se está contra Milei.

Tillard y Mogetta tienen defensores dentro de la Casa Rosada y es posible que sobrevivan a la furia presidencial.

En Israel y en Italia se evaluó si era razonable romper todos los puentes con los cordobeses. Tampoco es cuestión de revolear aliados por el aire y terminar consolidando en vez de una mayoría circunstancia una minoría definitiva.  

La estrategia de resistir cualquier condicionamiento para formar un nuevo bloque más numeroso y consistente en 2025, explicitada el viernes en CNN Radio por Martín Menem, choca con un inconveniente que los ansiosos no alcanzan a ver. 

Faltan dos años para los próximos comicios y decenas de votaciones en el Congreso. Se volvería una pesadilla querer gobernar la Argentina en medio de un ajuste feroz con derrotas sistemáticas en el Congreso.

El comunicado de AmChan (la poderosa cámara de empresas estadounidenses) llamando a la reflexión tanto a los oficialistas como a los dirigentes opositores enfrío los ánimos bélicos de los más exaltados. “Es la economía, estúpido; pero también la gobernabilidad”. Bill Clinton revisited.

En el frío de una Roma con pronósticos de lluvia para el domingo de su cita con el Papa Francisco, Milei intenta despegarse de las cadenas de la incertidumbre argentina que tiran hacia abajo.

Y empieza a rearmar su gabinete a dos meses exactos de convertirse en presidente. Se sabe. Volverá con toneladas de combustible espiritual tras su paso por Jerusalén y el Vaticano.

Las necesitará para para ordenar el tablero y retomar la ofensiva.

La Argentina es ese laboratorio del fracaso que pone a prueba a todos aquellos que quieran cambiar la historia.

Ahora es el turno de Milei. Y allí va, con el mandato de romper el maleficio.

 

 

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