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Aprendizajes de PISA (3)

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19 de febrero de 2024 a las 05:03

Uno de los mayores y más delicados desafíos que enfrentan los sistemas educativos yace en estimular e implementar renovados modos de conversar y colaborar entre la educación, la ciudadanía, las familias, las comunidades y las asociaciones / grupos de intereses. No es cuestión sólo de llamar a la participación y al compromiso de múltiples instituciones y actores con la educación sino esencialmente de hacer mejor entender y evidenciar que la educación es, a la vez y como un todo interconectado, política cultural, social, económica, ciudadana, comunitaria y de familias. La educación requiere de voluntades, propósitos, contenidos, estrategias, soportes y recursos, que, gestionados como políticas públicas de largo aliento, impacten efectivamente en el bienestar y desarrollo de las generaciones más jóvenes.

El abordaje de los múltiples desafíos derivados del COVID-19 permitió, entre otras cosas, profundizar en nuevas maneras de empatizar, colaborar y generar confianza entre la educación y las familias, y en particular apreciar y apuntalar el desarrollo de las competencias de las familias para entender mejor y apoyar los procesos de aprendizaje de sus hijos e hijas en base a usos ingeniosos y complementarios de múltiples tecnologías – por ejemplo, radio, tv, internet y WhatsApp (Reimers & Opertti, 2021; Opertti, 2022; UNESCO, 2023).

Los padres y las madres han buscado, experimentado y aprendido renovadas formar de guiar y apoyar a sus hijas e hijos, que, en cierta medida, contribuye a fortalecer la confianza de comunidades y familias en la educación. Ciertamente, antes de la pandemia ya se argumentaba en torno a una mayor participación de las familias en los procesos de enseñanza y de aprendizaje, más allá de la ayuda a los centros educativos en tareas esencialmente no educativas. Para las familias, encontrar la motivación para ampliar sus roles, así como la orientación necesaria para hacerlo, resulta una cuestión clave de cara al futuro, y esto no es solo un efecto a corto plazo de la pandemia.

La educación ya no puede concebirse ni reducirse a enseñar, aprender y evaluar en un entorno presencial. En tal sentido, la emergencia y consolidación de los modos educativos híbridos donde se integran espacios presenciales y en línea bajo una visión curricular y pedagógica unitaria y transversal es una oportunidad por lo demás promisoria para fortalecer las sinergias entre niveles educativos, ofertas y ambientes de aprendizaje. Se puede estimular la participación de las familias en múltiples espacios y formatos flexibles y de acceso facilitado que les permita seguir estrechamente la formación y los aprendizajes de sus hijos e hijas. Los usos complementarios de múltiples tecnologías cumplen un rol clave en tal sentido.

Como se asevera en las dos columnas anteriores - Aprendizajes de PISA (1) y (2) –, las evaluaciones y los estudios realizados por el Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes o Informe PISA (por sus siglas en inglés, Programme for International Student Assessment) y coordinados por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), nos ayudan a profundizar en enfoques e intervenciones de política pública que pueden coadyuvar a mejorar la calidad y equidad de los aprendizajes para todas las alumnas y todos los alumnos por igual.

El informe producido por la OECD, titulado “From data to insights” (OECD, 2023), mapea 10 acciones con foco en fortalecer la resiliencia de los sistemas educativos. Ya hemos abordado cuatro de estas diez acciones. Continuamos con su análisis.

La cuarta de las acciones tiene que ver con fortalecer los partenariados entre la escuela y las familias, así como mantener a madres y padres involucrados en los aprendizajes de los alumnos. Ya no se trata de convocarlos para que escuchen, solicitarles su apoyo o trasladar demandas y necesidades desde los centros educativos, sino de hacerlos efectivos partícipes y que puedan incidir en los procesos de enseñanza y de aprendizaje.

El dato preocupante que nos comparte el estudio de PISA refiere a que el involucramiento de madres y padres en el aprendizaje de sus hijos e hijas decreció entre las evaluaciones 2018 y 2022. Concretamente, entre los países de la OECD, la proporción de estudiantes en centros educativos donde la mayoría de los padres y/o las madres discuten el progreso de sus hijos con los educadores, por su iniciativa o por la de sus hijos, disminuyó entre ocho y diez puntos. Ciertamente este hallazgo nos enfrenta al desafío de hacer mejor entender a las familias el valor de involucrarse y conocer en profundidad los desafíos que enfrentan sus hijos en los aprendizajes, y en particular, entender que los mismos son el resultado de una constelación de factores donde las actitudes y los comportamientos de madres y padres resultan fundamentales.

Asimismo, el informe de la OECD confirma la fuerte incidencia del apoyo familiar. En efecto, los alumnos que son apoyados en sus hogares manifiestan un alto grado de pertenencia al centro educativo, satisfacción con sus vidas, mayor confianza en sus capacidades para el aprendizaje autodirigido y un sentimiento de menor ansiedad respecto a las matemáticas. Un círculo virtuoso de relacionamiento entre padres y madres, e hijas e hijos, refuerza la confianza del alumno en enfrentar múltiples desafíos individuales y colectivos y crucialmente, remarca la relevancia de los aprendizajes socioemocionales inextricablemente vinculados a los cognitivos.

El especialista en educación Héctor Ruiz Martín (2020) nos recuerda que “las emociones que el estudiante experimenta durante una actividad educativa pueden favorecer o menoscabar su capacidad de aprender o recordar lo aprendido, con independencia del tiempo o esfuerzo que invierta”. En efecto, la consideración de las emociones en las propuestas educativas no es garantía de condiciones y procesos que conduzcan a aprendizajes relevantes y sostenibles; sin embargo, no considerarlas o subvalorarlas es un pasaporte seguro a que lo pretendidamente enseñado no se traduzca en los aprendizajes deseados.

Importa sobremanera que padres y madres dispongan de las referencias y evidencias de cómo las emociones impactan en los aprendizajes que tiene que ver, entre otras cosas, con la apreciación del alumno como persona, y cuestionar la presunción que el apoyo que eventualmente tiene que recibir un alumno de parte de sus familias, es “machacar” solamente en los contenidos y en la exigencia per se.

Por otra parte, el informe de la OECD asevera que los alumnos se desarrollan muy bien cuando las familias se interesan activamente en ellos y en sus aprendizajes. La interacción frecuente entre familias e hijos juega un rol clave en los aprendizajes. Resulta por lo demás elocuente la constatación que los alumnos de alto desempeño, que aseveran que sus familias comparten la principal comida, una o dos veces a la semana o bien todos o casi todos los días, registran puntajes en matemáticas de 16 a 28 puntos más altos que aquellos alumnos que afirman que no hacen estas cosas frecuentemente. Interesa, asimismo, resaltar que estas diferencias de puntaje se mantienen con independencia del perfil socioeconómico de los alumnos y de los centros educativos. Los efectos positivos de las familias sobre los aprendizajes no están en función solamente de sus recursos materiales, sino de valorar el compartir espacios que refuerzan la cercanía y los entendimientos recíprocos entre sus integrantes.

Claramente el informe de la OECD nos permite profundizar en los impactos que el involucramiento familiar y parental puede tener en lograr aprendizajes equitativos de calidad, relevantes y sostenibles bajo el entendido que se trata de cuestiones debatibles sobre los apropiados balances y la naturaleza de su involucramiento. En gran medida esta discusión tiene que ver con que las familias se involucran considerablemente más cuando sus hijas e hijos asisten a la educación primaria que en relación a la media.

Precisamente habida cuenta que las redes de protección y apoyo son menores en educación media que en primaria, sumado a la menor atención de parte de padres y madres hacia sus hijas e hijos, se tendría que indagar como estas situaciones de vacíos o insuficiencias no solo pueden impactar en el desempeño de los alumnos sino crucialmente en sus identidades, confianza, aspiraciones y desarrollo, entre otros aspectos fundamentales. El informe de PISA nos recuerda que actividades que pueden aparecer como inocuas, como compartir una comida familiar o simplemente conversar, están fuertemente asociadas al bienestar y desempeño de los alumnos.

La constelación de los factores que de una forma u otra están asociados al desempeño de los alumnos en alfabetizaciones fundamentales tales como las matemáticas, nos hace ver la necesidad de pensar la educación en clave intersectorial, interinstitucional, intergeneracional, comunitaria y familiar. Los aprendizajes se sostienen y concretan en aspiraciones y metas compartidas por instituciones y actores que conforman un sistema educativo de puertas vaivenes con la sociedad y bajo marcos colaborativos y de responsabilidades vinculantes.

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