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Arte en la piel

Entre pigmentos y agujas, dos periodistas de Seisgrados se meten de lleno en el mundo artístico del tatuaje para contarles mitos y verdades, adicciones, estilos, historias, prácticas y precios
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28 de julio de 2015 a las 05:00

Por Valentina Longo y Pedro Dutour

Aclaración: este reportaje fue realizado por dos periodistas no tatuados que se interesaron en la temática debido al auge existente en el país de este arte. Luego de adentrarse en el mundo del tattoo, estos cronistas quedaron pensando en la posibilidad de romper el invicto.

Un saludo para Marcelo

Autodidactas en su mayoría, se muestran encantados al observar cómo ha crecido el tatuaje en Uruguay y el entusiasmo que muestra el público en general, a cualquier edad, estado y profesión. También se sienten orgullosos por su trabajo, una labor artística en toda su expresión.

Si bien persisten prejuicios frente a las personas tatuadas y al tatuaje en sí, pronto lo raro será no tener una imagen impresa en el cuerpo para toda la vida. La mayoría quiere un tatuaje para recordar algún hito de sus vidas. "Todos mis tatuajes tienen un significado", dice Diego Stratta (33) de Atipiko Tattoo. Muestra un indio en un brazo: "Es mi filosofía de vida", asevera. "De acá para abajo tengo toda mi niñez en simbología abstracta", afirma al mostrar parte de la pierna; "y acá, por ejemplo, tengo una máquina de tatuar" y se señala la pierna derecha. "Voy plasmando cosas personales que me han pasado en la vida". Los tatuadores coinciden en que el tatuaje masivo en el país comenzó hace una década o, quizá, menos. El punto de inflexión, también concuerdan, fue cuando la estrella televisiva de Argentina, Marcelo Tinelli, decidió hacerse un tattoo y mostrarlo ante las cámaras.

"Cuando Tinelli empezó a mostrar el tatuaje chiquito de la rosa, la gente empezó a ver que no había relación entre el tatuaje y la cárcel", cuenta Martín Padilla (29) de Dermis Tattoo. "Cambió mucho el público. El tatuaje en Uruguay es muy nuevo. Acá se consume masivamente hace cinco años. No creo que encuentres a un tatuador con 40 años de profesión. No hay trayectoria tan vieja. El más veterano falleció hace poco y tenía 25 años en esto", continúa este tatuador que se inició en este arte a los 17 años, aunque a los 13 ya había hecho su primer tattoo –se hizo una estrella y un sol– que provocó el enojo de sus padres. "Pasé un mes en penitencia", dice entre sonrisas.

Una década atrás resultaba muy complicado acceder a un local de tatuajes en el que se pudiera aprender o iniciar un negocio propio. Era la época de los "gordos metaleros", a decir de Padilla. "A mí me corrieron de varios locales. Iba a pedir material, les decía que estaba aprendiendo y me echaban. Ahora cambió todo, se dan seminarios, viene gente de Estados Unidos, de Brasil, de Argentina", añade Padilla, uno de los organizadores de la Convención del Tatuaje 2014 realizada en la Intendencia de Montevideo.

Gabriel Callico (39), de Callico Tattoo, comenta que las personas que se tatúan en Uruguay aumentaron desde mediados de los años de 1990 y adjudica la explosión tatuadora a la fabricación de productos de tatuaje de bajo costo provenientes de China. "Esto hizo que cualquier persona accediera con facilidad a un equipo de tatuaje", aunque también contribuyó al fenómeno la "gran exposición pública de los tatuajes de deportistas y artistas".

Por su parte, Stratta dice que los tatuajes de personajes como Tinelli y el actor y cantante Ricardo Fort contribuyeron a esta evolución. "Entonces, la gente mayor que los sigue lo aceptó. Vos tenés un brazo tatuado hoy y el público lo asimila. Hubo un antes y un después cuando se tatuó el brazo entero con la imagen de la virgen. Luego se hizo el otro brazo y ahora la espalda. Una persona que tiene carisma se tatuó y no fue malo; siguió siendo el mismo y la gente lo aceptó. La persona no cambia por tener un tatuaje".

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Arte y significado

La calidad, la profesionalidad y el tiempo que requieren los tatuajes forman parte de una compleja tarea que no cualquiera puede abordar. "Es mi profesión porque lo hago totalmente con gusto. Es arte y en algún momento también es algo práctico", asegura Padilla, quien diferencia entre el artista y el simple tatuador. "No es lo mismo un artista del tatuaje que un tatuador. Creo que cualquier ser humano puede tatuar, pero no hacer arte. Ahí es cuando está la diferencia. En seis meses podés empezar a tatuar pero no estás haciendo arte".

Para Callico, el uruguayo "no se emociona mucho" ante el tatuaje y suele observar al tatuador como un "operario con una máquina". El tattoo es una respuesta a lo "efímero y cambiante. A medida que recorremos el camino de la vida, vamos encontrando símbolos que califican como definidores de lo que somos", agrega.

El público llega al local por estética o por moda y suele pedir ilustraciones "comerciales", como el símbolo del infinito –algunos con la palabra "love" dentro–, frases como "let it be", estrellitas, dientes de león, corazones y letras, además de retratos. También atrapasueños, plumitas, pajaritos negros volando y, según Callico, entre los hombres predomina "por lejos" el estilo polinesio o maorí. Asevera que está muy de moda tatuarse los brazos enteros y que un tattoo de 15 centímetros cuadrados suele llevar en promedio una hora de trabajo. Aunque, "varía mucho según el diseño".

En cambio, un tatuaje pequeño puede demandar unos 20 minutos y una espalda entre cuatro y cinco meses por lo que se realizan sesiones cada 15 días "siempre y cuando la persona se alimente bien y esté sana", complementa Stratta. "En Atipiko trabajamos varias personas, cada uno con su estilo", continúa. Stratta hace espaldas, tatuaje japonés, en grises –el estilo Black & Grey–, New-School (los "casi cómic" con colores y líneas exageradas y puntillismo, entre otros).

Padilla, que lleva 12 años en el rubro, tiene una veintena de tatuajes y espera, con el paso del tiempo, tatuarse todo el cuerpo. Explica que existe una temporada alta para el tatuaje, que va de octubre a abril. Dermis Tattoo, donde Padilla se dedica a realizar los tatuajes más grandes –llegó a trabajar 12 horas consecutivas en una convención–, tiene alrededor de 1.000 clientes fijos.

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En general, Padilla hace dos tatuajes por día, pero entre él y sus dos compañeros, Juancho Aroztegui y Diego Cuña, en temporada alta pueden realizar entre 10 y 15. Padilla ha tatuado a personalidades públicas, especialmente a futbolistas. Por sus manos pasaron los jugadores de Peñarol: Marcelo Zalayeta –a quien le hizo un tribal en el hombro–, Fabián Estoyanoff –quien tenía "muchas cosas no muy profesionales y había que tapar"–, el "Japo" Rodríguez –quien un día llegó con dos amigos para realizarse el mismo tatuaje–, el brasileño Diogo Silvestre, Damián Macaluso, Sergio Orteman, Alejandro Siles, Joaquín Aguirre y Alejandro Silva, ahora exjugador aurinegro pero que, por entonces, se tatuó una virgen en la pierna un día antes de casarse. Por las dudas, la novia lo acompañó durante las cinco a seis horas que duró el trabajo de Padilla.

El hoy futbolista de Cruzeiro de Belo Horizonte y antes Defensor Sporting, Giorgian de Arrascaeta, también pasó por Dermis Tattoo –se hizo una Virgen en el brazo–, al igual que los otros violetas, Adrián Luna y Federico Gino.

Por su lado, Atipiko Tattoo tiene una relación con personalidades de los medios. El comunicador Diego González "es un amigo de la casa", cuenta Stratta. Otros son Bebe Morosini, movilero de canal 12, y Mario Gallinares, de radio Futura y "después tenemos mucha gente que viene y que no quiere que se diga".

Padilla explica que la gente es capaz de tatuarse en todas partes, hasta dentro de la boca o en los genitales. Callico, quien lleva 21 años en el rubro y abrió su primer local en 1998, reconoce que ha hecho "mucha cosa bizarra". Eso sí, "puedo decir que en Uruguay la mentalidad es conservadora aunque eso está cambiando. El nivel del tatuaje en Uruguay no tiene nada que envidiarle a nadie", añade con orgullo.

Puede parecer contradictorio, pero los tatuadores no tatuán porque sí. En el caso que no les convenza lo que van a realizar, si observan que ese diseño no encaja con el cuerpo de la persona o si el cliente se muestra demasiado indeciso, el tatuador, seguramente, le cerrará la puerta. "Hay clientes que son muy indecisos u otros que solo quieren estar tatuados pero no tienen una remota idea de lo que pretenden. Esperan que el tatuador les digiera todo, como quien escucha música en la radio; en esos casos no tatúo", enfatiza Callico.

Stratta señala que en su local el cliente tiene una cita de diseño previa, en la que se habla sobre el tatuaje deseado. Esta instancia sirve para que la persona pueda modificar su idea, asegurarla o declinar. Luego, cuando está decidido, se agenda día y hora para la labor artística. Al igual que Callico, el tatuador de Atipiko Tattoo rechaza trabajos si observa que estéticamente no quedarán bien o si no coinciden con los lineamientos del local.

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El caso de los menores

En Uruguay existe una ley para tatuadores que establece límites y condiciones respecto a los menores. La reglamentación del Ministerio de Salud Pública para habilitación y funcionamiento de centros de tatuajes y perforaciones indica en su artículo 7 que solo se tatuará a los mayores de 18 años y que, en los casos de las personas entre 15 y 17 años, se permitirá solo con autorización expresa de los padres o tutores y se prohíbe tatuar la cara, el cuello, los antebrazos, las manos y los genitales. En caso de no cumplir con estos requisitos, están previstas sanciones que van desde multas de entre 30 y 130 unidades reajustables hasta suspensión de actividades y la clausura del establecimiento. Los tatuadores consultados están al tanto de esta reglamentación. "No tatúo menores si no vienen con los padres", comenta Padilla. "Me ha pasado que me pidan en alguna zona que la reglamentación prohíbe y decir que no y, aunque no estuviera la ley, no lo haría. Porque a una cierta edad uno no sabe bien qué es lo que quiere", asegura, por su parte, Stratta.

¿Cuánto cuesta?

Un tatuaje sencillo de cinco centímetros cuadrados cuesta entre 800 y 1.000 pesos. Un retrato de 15 centímetros cuadrados alcanza los 7.000 pesos. Los trabajos de manga entera, espalda y pierna entera suelen cobrarse por hora, alrededor de 2.000 a 2.500 pesos. Martín Padilla, de Dermis Tattoo, ha realizado espaldas que le llevaron 150 horas (unos 300 mil pesos) y agrega que tatuar un cuerpo entero puede llegar a insumir 500 horas (1 millón de pesos). "Hay gente que tiene mucha plata invertida en el cuerpo, por suerte, ¿no?", dice este tatuador. "Una espalda puede rondar los 30 mil pesos pero todo depende del trabajo que lleve. No es un producto sacado de una percha", dice Stratta. Esto se aplica a los tatuajes chicos, que aunque pueden ocupar poco espacio podrían sobrellevar una gran elaboración artística. En tanto, delinearse los ojos cuesta 4.500 pesos solo arriba; si es arriba y abajo, el precio asciende a 5.500 pesos.

Control Z

Existe un método para los que están arrepentidos de su tatuaje y quieren deshacerse de ellos. Se borran con láser y es un proceso largo y costoso. "Es más caro que tatuarte, aunque de todos modos nosotros no somos caros con el láser. Lleva un proceso muy largo. Puede llevar cinco meses sacarte un punto, una estrellita, un nombre, porque el láser va sacando capas de tintas, y así cada vez que venís. Borrarse un tatuaje de un tamaño medio sale aproximadamente 8.000 pesos. Depende de la piel, de la tinta que se usó, de muchos factores", comenta Diego Stratta, de Atipiko Tattoo.

McCartney en la espalda

El concierto de Paul McCartney en Montevideo en abril del año pasado, además de que hizo vibrar nuevamente al estadio Centenario, contó con una anécdota muy particular en torno a un tatuaje. La fan Josefina Tramontín sostuvo un cartel durante todo el concierto que decía: "Un lugar para vos en mi corazón, un lugar para tu firma en mi espalda". La joven consiguió subir al escenario y el ex Beatle le autografió su espalda. Luego se lo tatuó. "Me morí ahí. Fue el sueño de mi vida cumplido totalmente. Ver al tipo que compone las canciones que me mueven para hacer todo lo que hago", relata emocionada Josefina.

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