La cocina francesa es la base de partida de las técnicas de cocina para cualquier cocinero. Ver anunciados esos platos clásicos en una carta, me resulta casi agobiante. Porque no me entra en un almuerzo todos los platos que pediría. En Uruguay tenemos poco acceso a este estilo de cocina y si bien no es lo que comería todos los días, me parece fascinante tener la posibilidad de probarlos.
No dudamos en elegir el steak tartare, que ya viene preparado a la mesa. Cosa que considero es muy conveniente, porque de solo pensar que es carne totalmente cruda y encima se le agrega una yema (también cruda), por un segundo me hace dudar, pero finalmente me vence la explosión de sabor y es un plato totalmente disfrutable y fresco para comer.
Muy rica la tarta de queso de cabra y cebolla caramelizada, con un mix de verdes que incluía hasta unas mini hojitas de espinaca. La terminación perfecta a estos sabores fue el tapenade deliciosísimo que acompañaba en un costado del plato que hizo que todos los sabores cerraran de maravilla.
Como principal probé el confit de pato con papas en cuña y hongos. ¡Una delicia! Buenísimos los panes rústicos y caseros que llegan a la mesa con el típico acompañamiento de manteca. Me pregunto dónde quedó perdida esta costumbre en nuestros restoranes, que rara vez sucede y en cambio recibimos mayonesa con ajo o una suerte de salsa criolla. ¡Hay que volver la manteca a la mesa ya! Y si es en rulito, mejor. Para los afortunados que viven en esta ciudad, estos panes los pueden comprar para llevar a casa, en el local de al lado, que tiene el restorán y se llama Balthazar Bakery.
Todo esto acompañado de cerveza tirada, aunque posiblemente hubiera sido más apropiado una copa de vino, pero nos encantó la idea de tomar cerveza tirada, que había al menos cuatro marcas diferentes para elegir.
Volviendo a los clásicos, fue muy difícil elegir el postre. Primero, porque no soy tan dulcera y segundo, porque todos eran dignos de ser probados. Tarte tatin, creme brulee, mille feuille con crema de limón... ¡Uf! Finalmente probamos un clafouti que venía con helado de pistachos y crema inglesa con albahaca. Acá fue donde tiraron lo clásico por la borda y realmente le erraron con la albahaca que invadía con su sabor a la pobre tarta de cerezas. También probamos una pavlova con frutas rojas, súper fresca. ¡Me encantó!
A todo esto el restorán explotaba de gente. Nosotros habíamos llegado temprano y con reserva, pero a la hora del postre, todas las mesas alrededor de nosotros ya habían cambiado de comensales y en la puerta había cola para entrar.
Es que este lugar, desde que abrió sus puertas hace más de quince años, es un éxito del Soho que vale la pena probar.
80 spring street, New York.
Te: (212) 9651414.
Almuerzo para 4 personas: US$ 210 (más 18% de propina).
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