Cada noche, el polideportivo municipal de Canelones Sergio Matto se convierte en una caldera donde más de 1.000 personas acuden a apoyar a la selección uruguaya de… ¡hockey sobre patines! Sí. Desde el sábado pasado se disputa ahí un Mundial B de este deporte que es practicado por un puñadito de personas. Y la ciudad canaria está convulsionada por la calidad de la competencia y por Los Halcones, como se denominan los uruguayos.
Pero la hockey-manía trasciende el horario en que se juegan los partidos. En las farmacias, en el supermercado, en los bares, en la plaza, en las estaciones de servicio de lo único que se habla es del Mundial.
“Che, está bueno eso del hockey sobre patines”, comentaban el miércoles en el Martínez Monegal mientras se jugaba un partido de fútbol local. Porque claro, con un buen nivel de competidores, un entorno bien organizado y la pasión de la celeste defendida a muerte por un grupo amateur que vibra cuando se pone la camiseta, el producto sale robustecido.
Un integrante de la comuna canaria quedó perplejo el primer día por el número de público que se arrimó: “La gente de Canelones no es de acompañar los eventos, la verdad que estamos sorprendidos”, me dijo.
Canelones probó antes con el básquetbol, el vóleibol y un tiempo con el fútbol sala hasta que las barras de Peñarol y Nacional se tirotearon (hubo heridos) en las afueras del estadio. “Pero nunca nada tuvo una respuesta como esta”, me dijo un habitante de la ciudad.
“Si la gente se entera, si la difusión es buena es distinto, sino todo es fútbol”, agregó. Pero al difusión es la última cadena de un largo eslabón. Lo primordial es la organización. Enrique Bello, el organizador, planteó hacer el torneo en Canelones pero el capitán y símbolo de la selección, Claudio Maeso, le preguntó si estaba loco. “En 2006 se hizo un torneo en el Cilindro y no se enteró nadie. Si lo llevás al interior se involucra a la ciudad y en Canelones estás a 40 kilómetros de Montevideo”, justificó.
El intendente Marcos Carámbula recibió el desafió con un escepticismo propio de quien desconocía el deporte: “No sabemos nada de hockey sobre patines”, se sinceró. Pero el estadio quedó pronto, inversión mediante, y en perfectas condiciones aún soportando un incendio el mismo día de la ceremonia de apertura. La Dirección Nacional de Deportes y un privado, Antel, no dudaron en apoyar el evento, por aquello que diferencia un gasto de una auténtica inversión.
El involucramiento de la ciudad se dio con un desfile inaugural fresco, sencillo y alegre. Nadie podía permanecer así ajeno al evento. Y el resultado se traslada cada noche a las tribunas. Siempre son más de 1.000 las personas que hinchan por Uruguay, que ya aprendieron el deporte y lo disfrutan de lo lindo.
Seguramente mañana uno de esos niños de túnica y moña que hincharon a grito pelado por Austria cuando jugó contra Israel se sume a practicar hockey y sueñe con vestirse de celeste con la certeza de que la única celeste no es la que juega al fútbol. Lo que se logró en Canelones fue una abrumadora muestra de diversificación deportiva. Contundente. Una goleada gozada a cancha llena. Y sembrando deporte, se recogen ilusiones.
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