Los investigadores Juan José Marizcurrena, Susana Castro-Sowninksi y María Fernanda Cerdá evaluaron el uso de un pigmento de origen antártico para generar energía solar, según un artículo publicado a principios de abril.
La violaceína es un pigmento natural de color violeta que es producido por una bacteria de Antártida y es evaluado en su capacidad de convertir la luz del Sol en corriente eléctrica.
Fernanda Cerdá argumenta que la violaceína se muestra como un "pigmento muy estable" y que cuenta con "características alentadoras" para su uso en esta tecnología.
La relevancia de este posible empleo del colorante natural se debe a que puede ser una forma de energía renovable que tenga un menor impacto ambiental en el "continente blanco".
El estudio se encuentra en etapa inicial y podría ser una alternativa viable para esa zona del planeta a los combustibles fósiles que utilizan algunas bases como la Base Científica Antártica Artigas (BCAA).
Otra de las ventajas que presenta el uso de celdas sensibilizadas con pigmentos es que al ser transparentes pueden ser colocadas en ventanas de edificios sin generar cambios en la iluminación.
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