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Como el Uruguay no habrá

Mirá la primera columna de Álvaro García, que empieza a publicar en El Observador
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23 de enero de 2024 a las 05:03

Esta es la primera de una serie de columnas que escribiré en El Observador. Lo primero es, entonces, expresar mi agradecimiento a la dirección del medio y al equipo de periodistas responsables por la invitación recibida, lo cual implica la posibilidad de estar en contacto periódico con ustedes a través de esta plataforma.

Muchos de nosotros nacimos y crecimos escuchando la frase "Como el Uruguay no hay". En mi caso y el de mi generación, nacidos en los sesenta, la escuchamos desde la nostalgia de un pasado reciente. A medida que los años fueron transcurriendo, aquella idea de país Suiza de América, único en el mundo, empezó a oler a naftalina. Y nunca encontramos su sustituta. Sólo en algunas ocasiones, para ponernos en contra de un enemigo común -como por ejemplo la dictadura- los uruguayos nos reencontramos en un sueño compartido, en ese caso la recuperación de la democracia.

En Uruguay somos nostalgiosos, no en balde la noche de la Nostalgia se ha transformado en una de las mayores celebraciones nacionales. Demasiado a menudo, los uruguayos y las uruguayas nos refugiamos en aquellas viejas joyas de un pasado que recibimos como glorioso. Y así como siempre estamos esperando la próxima crisis económica, en el fondo del corazón también esperamos por aquel viejo imaginario que por un rato nos da la ilusión de que ese pasado vendrá a rescatarnos para volver a ser otra vez la Tacita del Plata.

Pero esa ilusión es vana. La memoria es selectiva, elige lo bueno y obvia lo malo, como lo atestigua con sabiduría el dicho popular: “Todo tiempo pasado fue mejor”. No volveremos a ningún tiempo pasado. Pero sí tenemos la certeza de que hay que transitar un tiempo futuro. Tenemos el precioso desafío de construir un futuro mejor para nuestra gente.

Ello nos obliga a construir una mirada común acerca de ese futuro. No se puede gobernar sin las luces largas, decía un querido amigo. Pensar en el futuro del Uruguay es una obligación. Darle forma a un nuevo sueño común, a un proyecto compartido de país, al encuentro de alianzas nacionales para poner el timón hacia un Uruguay con un desarrollo integral y sostenible, es un imperativo de vida.

El mundo está convulsionado en extremo, y muchos hablan de cambio de épocas más que de época de cambios. Parecen emerger nuevos paradigmas en donde los equilibrios de geopolítica internacional que se dieron a partir de la postguerra, se resquebrajan. El planeta entero se ve amenazado por un cambio climático sobre el que los seres humanos tenemos la obligación de trabajar para mitigar y en el largo plazo neutralizar. Por otro lado, existen posibilidades como nunca para el desarrollo y la aplicación de conocimiento con toda la enorme potencia que brindan las nuevas tecnologías.

Todo ello configura enormes desafíos, problemáticas emergentes, pero también nuevas y poderosas herramientas para enfrentarlos y contribuir a su solución.

En la construcción de esa mirada futura tenemos la obligación de ser optimistas. Y existen bases muy sólidas sobre las cuales ser optimista en el Uruguay. La fortaleza de nuestra democracia e instituciones, nuestros indicadores generales de desarrollo económico social y su potencial, la calidad humana, técnica y profesional de nuestra gente, entre otros.

Asistimos por estos tiempos, a expresiones de voluntad de cambio y de aceleración de políticas que vienen surgiendo desde diferentes miradas en la sociedad. Pongo algunos ejemplos: la necesidad de darle a la ciencia, la tecnología y la innovación un lugar de punta de lanza, la atención a la primera infancia y adolescencias con especial énfasis en los más vulnerables, la oportunidad para realizar cambios institucionales al más alto nivel que canalicen eficiencia y eficacia hacia el logro de objetivos.

Y existen herramientas para visualizar ese futuro deseable y posible. Las técnicas de prospectiva y el establecimiento de planes y programas de medio y largo plazo son imprescindibles. Todo ello para dar un rumbo que brinde más certidumbre a la inversión privada y las políticas públicas orientadas hacia resultados concretos.

En las próximas columnas avanzaremos en nuestra mirada, en nuestro punto de vista acerca de estos temas.

En definitiva, se trata de cómo vemos, cómo sentimos, cómo necesitamos que sea en el futuro este país con forma de corazón. Y si logramos entendernos, visualizar un futuro común y trabajamos para ello, entonces: como el Uruguay, no habrá. No tengan dudas.

 

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